Capítulo 41

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El miedo nos lleva a cometer errores una y otra vez.

CLOE

Cogí mi bolso, las llaves y bajé con prisas y con las mariposas incesantes en mi barriga. Seguía pensando en las adivinanzas, no las había descifrado o, por lo menos, no estaba segura de las respuestas.

Salí del ascensor y al llegar a la puerta de cristal me encontré con una espalda ancha que reconocía a la perfección. Abrí la puerta y él se giró con una media sonrisa. Mis piernas temblaban, me iba a derretir al verlo frente a mí.

—Hola, fea, ¡cuánto tiempo! Parece que fue ayer cuando me dijiste que no me querías en tu vida... —auch, golpe bajo— que es broma, ven, pesada.

Se acercó y me envolvió con sus brazos. Menos mal, porque mis ojitos casi sueltan la lagrimilla.

—Hola, Thiago... —inspiré su delicioso perfume queriendo recordar cada segundo junto a él, con miedo a que esto fuera un sueño— ¡Tenemos tantas cosas de las que hablar! —dije con seriedad.

Sentí cómo tragó saliva. Separó nuestros cuerpos y me cogió por los brazos.

—¿Cómo está tu abuela? —pregunté con preocupación.

—Bien, bien. La verdad es que nos llevamos un gran susto porque respiraba muy mal y nos pusimos en lo peor pensando que era Covid —se pasó una mano por el pelo y relajó la mirada.

—Si necesitáis otra opinión puedo hablar con mi madre para que la vaya a ver.

—No es necesario, gracias. La atención ha sido muy buena —suspiró conforme. Y continuó...

—Hazme una promesa, ¿vale? —mantuvimos la mirada durante unos minutos. Esos preciosos ojos grises me tenían loca.

—Dime —quería saber qué pensaba.

—Prométeme que cuando estés conmigo dejarás de rayarte por cualquier tontería.

—Sabes que no te puedo prometer eso...

—Bueno, al menos inténtalo —sus ojos me lo suplicaban.

Con Thiago todo era tan sencillo. No me hacía falta pensar tanto las cosas para decirlas. Con él todo iba rodado, podía decir la mayor estupidez y sentía que no me iba a juzgar. Y esa era la mejor sensación del mundo.

—Lo intentaré —él subió sus manos a ambos lados de mi cara y mi piel ardía bajo sus manos— lo prometo.

La tensión que había era indescriptible, éramos fuego pero no podíamos arder. Aún no. Se acercó y me dio un beso tierno en la comisura de mi boca provocando esos deseos indescriptibles que tenía cuando estaba cerca de él. Era sensualmente delicado. Su saber controlar nos generó la sensación de cortar ese momento tan especial. Por una parte no quería que acabara; con él no me importaba correr.

—No he adivinado lo que me dijiste —hablé haciendo referencia a su mensaje.

—Eso resumirá nuestra noche. Son adivinanzas para niños, ¡no eran difíciles! El tema de pillar indirectas sé que no va contigo así que no me sorprende —guiñó un ojo y yo miré al cielo.

Empezó a bajar la calle sin avisar y eché a correr para alcanzarlo, un paso suyo eran dos míos. Me puse a su lado y caminamos muy juntos, apenas nos rozamos. Anduvimos en silencio. Era un silencio tranquilo, nada incómodo.

—¿Sigues sin adivinarlo? —insistió con interés.

—No sé todavía... —pero íbamos al hacia el marítimo y una bombillita en mi cerebro se encendió.

Saqué el móvil para volver a leerlas en voz alta.

—"Soy el que no se cansa, que va y viene sin cesar. Además nunca me puedo secar" —pensé durante un segundo— ¿es el mar?

A Thiago le salió una sonrisa preciosa.

—Has acertado, te quedan dos —me miró a los ojos, bajó la vista y, sin dudarlo un segundo, entrelazó nuestros dedos.

«AY MADRE, AY MADRE, CLOE, RESPIRA», mis diosas gritaban de emoción con su contacto. Me sonrojé de inmediato, se me secó la garganta y la sonrisa que apareció en mi rostro acababa de delatarme.

—¿Queda mucho para llegar? —pregunté desesperada.

—No seas impaciente, hay que disfrutar de los momentos.

Este chico me provocaba ganas de chillar de la emoción.

—Cloe, prefiero que me cuentes lo que ha pasado antes de llegar.

Se detuvo y tiró de mi mano, me paré frente a él. Nos encontrábamos en el paseo marítimo, sintiendo la brisa fresca y el sonido suave del oleaje en calma en la Playa de Riazor.

Me miró directamente a los ojos y sentí como si el suelo empezara a temblar.

—Solo te puedo decir que una vez más, me mintió —bajé la mirada avergonzada por ser tan pardilla. Thiago cogió mi cara con dulzura e hizo que lo mirara de frente nuevamente. Tomé fuerzas y seguí. —Me dijo que si no me alejaba de ti te denunciaría. Y yo...

—¿Por qué no me lo dijiste? —interrumpió con semblante de preocupación.

—Porque tenía miedo de que fueras a por él.

—Lo habríamos solucionado juntos.

—Fui una ingenua, tenía miedo —gemí angustiada justificando lo que no tenía justificación—. Yezzy habló con su padre y supo que declaró en el propio hospital, diciendo que había sido una riña de colegas. ¿Te lo puedes creer? ¿Cómo pude ser tan imbécil?

Me abrazó y no pude resistir las lágrimas, nada me importaba. Eran mis verdaderos sentimientos y estaba agotada de tener que reprimirlos ante todo el mundo, sobre todo por haber callado durante tanto tiempo que quería estar con él. Thiago me abrazó poniendo su barbilla sobre mi cabeza pero antes pude ver que se le habían saltado las lágrimas escuchando. No dijo nada, solamente me abrazó y me besó en la frente con ternura. Estar con él así era lo mejor de mi vida.

Mis días de adolescente. Decidir. II (Publicado en físico).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora