Capítulo 37

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Escapa por donde puedas.

CLOE

Salimos a la pequeña terraza del loft. Aunque casi era verano se sentía la característica brisa de A Coruña. Teníamos unas impresionantes vistas con las luces del paseo marítimo y La Torre de Hércules al fondo, con su gran faro encendido. Caía la tarde y un majestuoso atardecer se posó ante nuestra mirada. No pude evitar acordarme de mi querido desastre y de las ganas que tenía de tenerlo cerca. Cerramos la puerta y noté que el piso estaba insonorizado a niveles máximos porque apenas sentías el murmullo de la gente y la música. Nos sentamos en dos sillas y pude ver un cenicero en el escaloncito de la puerta con varias colillas apagadas. ¡Qué rabia me daba que fumara ahora cuando, supuestamente, siempre lo odió. Erik había cambiado tanto...

Lucía me miró, suspiró y se giró para admirar el atardecer. Podíamos ver el puerto a un lado; era precioso y además el sol empezaba a teñirse de naranja. ¡Los atardeceres me parecen tan bonitos y especiales! Nunca verás otro igual y eso los hace tan únicos, como a las personas.

—Bueno, lo que te quería contar... —dijo Lucía y carraspeó.

—Soy toda oídos —estaba muy intrigada.

—A ver, seguramente Erik te habrá dicho que soy una mala zorra y que después de que lo dejáramos se quedó fatal. No es mentira y tampoco me siento orgullosa de ello. Lo hice por una razón y por eso tengo que hablar contigo, porque no quiero que te pase como a mí —sus ojos verdes perdieron la chispa que había visto minutos antes.

El miedo se apoderó de mi cuerpo.

—¿Qué pasa? ¿A qué te refieres?

—Cloe, nuestra relación fue demasiado tormentosa. Juro por lo que más quieras que esto no es una charlita de ex novia tonta que quiere volver con él.

—No jures, no me gusta que juren —sentencié tajante.

Me molestaba que la gente usara tan a la ligera la expresión "te lo juro". El juramento me parece que son palabras mayores, que tendrían que ser usadas en situaciones de mucho peso.

—Bueno, no te lo juro, aunque es la verdad.

—Te creo.

—Erik al principio era muy dulce y teníamos una relación genial; yo estaba realmente enamorada. Poco a poco empezó a ser muy posesivo, controlador y manipulador; a mí todo eso realmente me superaba. —Esta canción ya la había oído antes y lo peor es que era la letra exacta de lo que estaba viviendo—. No podía aguantar tanta presión; al principio lo fui aceptando y dejaba pasar "pequeños detalles", pero llegó un punto en el que estaba hasta el cuello y sentía que esa soga me estaba asfixiando. Varias veces intenté dejarlo amigablemente pero, con Erik eso no era posible. Llegó al punto de revisar mi teléfono cada vez que me llegaba un mensaje y, joder, eso es parte de la intimidad personal. No le guardo rencor porque sé que en el fondo es un buen chico. Un día me dejó conocer su lado bonito y ese verdadero Erik es maravilloso. —Una confesión directa y clara que ratificaba mi decisión—. Mi única alternativa fue hacer lo que hice. No puedo decir que me sienta orgullosa pero te aseguro que no tuve otra opción. Cuando lo engañé, él realmente me apartó y no quiso saber más de mí. No espero que me creas pero tenía que decírtelo. Corres peligro con él. No sé si te ha contado... lo del TEI, —afirmé con la cabeza—. Es más intenso de lo que piensas, pierde el control, como lo de tu "accidental caída".

No me pilló por sorpresa, me sentía tan identificada con su historia que dolía.

—Ya lo sé todo y... te creo, sé que no es una charla de ex, loca... aunque tengo una pregunta.

Mis días de adolescente. Decidir. II (Publicado en físico).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora