Capítulo 39

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Fue tu elección, princesa.

THIAGO

Estaba sentado en aquella silla fría y dura del hospital. Mi abuelo y yo llevábamos horas esperando. Tenía miedo, como cada vez que veníamos. Por la mañana mi abuela sentía que le faltaba el aire, que le costaba respirar. Salimos corriendo de casa para traerla aquí. Y ahí estaba yo, después de muchas horas esperando sin saber qué ocurría. Hablé con Yezzy, estuvo un poco intenso, le quería mucho y me gustaba sentir que le importaba pero, después de tantos años de ser autosuficiente emocionalmente, fue un choque muy grande. Necesitaba tiempo para acostumbrarme a tener a alguien pendiente de mí...

Salió una doctora a la sala de espera. Era muy joven, tenía los ojos castaños al igual que su corta melena, bajita y delgada. Aparentaba unos treinta y pocos años. En el tiempo que llevábamos allí había observado a todos los que nos rodeaban. Me considero bastante observador. Desde pequeño me fijo en todo, no sé la razón, pero no puedo evitarlo. Imaginarme qué les ocurría a todos y por qué estaban allí, cuál sería su historia, su pasado...

—¿Familiares de Àngels...? —preguntó.

Inmediatamente nos levantamos.

—Somos nosotros —dijo mi abuelo con mirada de preocupación— ¿está bien?

Juro que si en un futuro no consigo un amor como el de mis abuelos, no quiero nada, me quedaré solo.

—Todo está bien, le hemos hecho todas las pruebas necesarias y es una neumonía. Descartamos el Covid —aseguró.

—¿Y cómo está? ¿Está bien? —mi abuelo empezó a hiperventilar llevándose las manos a la cabeza.

—Señor, tranquilo —la doctora calmaba a mi abuelo cogiéndole un brazo— no está grave. Estará bien aquí. Ella estaba vacunada según nos informó. —Afirmamos con la cabeza—. Todo saldrá bien. Han hecho bien viniendo. Necesitará tratamiento y oxígeno durante unos días; esta noche se quedará ingresada y, si evoluciona bien, por precaución para ella, le enviaremos mañana a casa. Está más protegida en el domicilio. Los casos de Covid crecen y es mejor tenerla en casa. La subiremos a la habitación y solo podrá verla un familiar unos minutos, por las restricciones. Se pueden quedar tranquilos porque está fuera de peligro.

Estábamos angustiados. El Covid había sido la peor desgracia en nuestros días. Mis abuelos lo eran todo para mí, ellos no me podían faltar. Aguanté las lágrimas y tragué saliva. No me podía derrumbar ante mi padre. Él sí que era verdaderamente mi padre. Mi abuelo había dado la vida por mí, por sacarme adelante y le consideraba más que un padre. Le quería demasiado y verle mal me destruía.

—¿Qué hacemos? —preguntó angustiado, le temblaba la voz.

—Vayan a casa, Àngels está bien con nosotros. Les mantendremos informados de todo lo que ocurra. Ahora su estabilidad es muy importante. Puede entrar unos minutos y déjele el móvil para que puedan hablar con ella.

—Thiago, ¿por qué no me esperas fuera? —me pidió mi abuelo.

Asentí y me di media vuelta; además, estaba bastante agobiado en ese sitio. Salí por las puertas automáticas a la oscura noche de Coruña y me quité la mascarilla. ¡Por fin aire fresco! Desde la vacunación masiva a la población se habían relajado mucho las normas. Se podía ir por la calle sin mascarilla. Me pasé una mano por la cara intentando despejarme. Ya no sabía ni qué pensar. Estaba en una nebulosa, con tantos acontecimientos no sabía qué hacer. Solo necesitaba un poco de calma, tranquilidad. Saqué el móvil para avisar a Yezzy de lo que había ocurrido y me inquieté. Al desbloquearlo pude observar que tenía un mensaje de Cloe. Le había dejado bastante clara mi decisión. Lo que más me sorprendió fue que era un enlace. Cloe, yo ya estoy loco pero ¡me vas a dejar como un desquiciado! Pinché en lo que me había enviado. Era una canción. El hormigueo en mi pecho era incontrolable. Me temblaban las manos de nervios y rápidamente busqué los cascos en mi bolsillo. Los conecté y le di play... 3 AM.

Esa canción era la única señal que necesitaba para saber que Cloe, la Cloe que conocí en el instituto hacía casi un año, seguía ahí. Me dejó sin palabras, tenía un nudo en la garganta. Esto decía tanto sin ni siquiera formular una palabra... no sabía qué hacer. Yezzy me dijo que ella estaba en la fiesta de Erik. ¿Estaba pensando en mí con él? ¿Qué quería decir con esto? Cloe era una completa incógnita sin ninguna pista para ayudarme a resolverla aunque, en realidad, era algo realmente único y me encantaba. Escuché su canción en bucle, no podía dejar de hacerlo. Decidí llamarla, una última bala, aunque con Cloe parecía que nunca había últimas opciones.

—¿Thiago? —escuché su voz rota.

—Hola, estirada. Creo que te has equivocado con el mensaje que me has enviado.

—No me he equivocado —respondió con seguridad.

—Me dejaste bastante claro que todo se acabó, fue tu elección, princesa —tenía que sacar un poquito de la Cloe sensible, no la de estos días.

Ya eran pasadas las once de la noche, no había ruido en la llamada así que supuse que se había ido de la famosa fiesta.

—No era una decisión que había tomado por mi propia voluntad, tenía mis motivos y me encantará explicártelos todos, si quieres —hizo una pausa—. Sé que he sido un poco idiota estos días pero, de verdad, hay una razón. Entenderé que no quieras escucharme. Solo te pido una última oportunidad para explicarte la situación.

No tenía respuesta. No sabía qué pensar. ¿Esperanza?

—Es tarde. Lo más seguro es que vaya a dar una vuelta por el paseo marítimo, el mar me relaja y eso es lo que necesito ahora mismo, tranquilidad. Siempre lo hago solo, como ir a ver el atardecer pero si quieres puedo compartir mi soledad contigo.

—Claro que sí. ¡Me encantaría! —lo dijo con entusiasmo y se aclaró la garganta—. Cuando quieras —intentó poner voz seria.

—Una pregunta antes de nada —llené mis pulmones de aire—¿tú no estabas en una fiesta?

Se hizo un silencio, como si estuviera meditando la respuesta.

—Cuando nos veamos te lo cuento todo —susurró.

Pinta mal, muy mal.

—¿Está todo bien? —pregunté con reserva de que siguiera en el mismo bucle de indecisión.

—Quédate tranquilo, está todo bien. Solo que no está bien que te lo cuente en una fría llamada.

—¿Quieres un caliente cara a cara? —bromeé relajando la tensión que generaban sus palabras.

—Ay Thiaguiño... Cuando estés dando ese famoso paseo solitario, avísame.

—Por supuesto. En cuanto esté cerca de tu casa te llamaré.

—Thiago... —suspiró.

—Dime...

—Solo quiero estar contigo.

Solo necesitaba oír estas palabras para apostar mi última carta con ella.

Sentía felicidad y a la vez miedo de lo que estaba por venir. Nos despedimos y guardé el móvil en el bolsillo. ¿Al fin se había acabado el reprimir los sentimientos y aceptar la realidad? Ella siempre será la luz al final de mi camino.

Vi a mi abuelo salir con el rostro lleno de tristeza y desolación.

Se acercó y me abrazó.

—Te quiero mucho, Thiago.

—Y yo a ti, abuelo.

Mis días de adolescente. Decidir. II (Publicado en físico).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora