Capítulo 46

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La promesa.

THIAGO

—Cloe, tengo que decirte una cosa —dije con un tono más serio de lo que quería.

—Dime —frunció el ceño.

—Tenemos que hacer una promesa.

—¿Qué? —preguntó sorprendida.

¿Cómo se lo decía? Cogí aire, le agarré las manos y las llevé a mi pecho.

—Esto te lo voy a decir muy en serio. No podría soportar que te hicieran algo por mi culpa.

—¿Quién? —insistió cambiando su semblante de dulce sonrisa a seriedad con angustia.

—No estoy diciendo que te vayan a hacer daño pero esa es la única forma de que me aleje de tu vida. He tenido un pasado muy negro y siempre tendré temor a que dañen a los míos. Espero que nunca suceda nada pero, si en algún momento me doy cuenta de que corres peligro, me alejaré. No vas a sufrir por mí.

—No te entiendo Thiago, me estás poniendo nerviosa —dijo en un suspiro encogiéndose de hombros.

—Solo prométeme que no me buscarás, ni que me odiarás si algún día me marcho.

—Thiago, ¿me estás diciendo que te vas a ir cuando esto no ha ni empezado? —forzó una sonrisa confusa.

—No, te estoy diciendo que siempre te antepondré antes que a nadie. Y si te pasara algo por mi culpa no me lo perdonaría —subí mis manos a sus mejillas.

Parecía que estaba meditando su respuesta. Me miraba fijamente aún con el ceño fruncido y una lágrima a punto de salir. Esa cabecita que no paraba de dar vueltas y me ponía nervioso... Pero debía advertirla, porque siempre he vivido en alerta por mi padre. Él me dijo que "faltaba yo" y ese miedo no desaparecerá de mi cabeza nunca.

—Thiago...

—Dime, nena.

—¡Agh! Número uno, no me llames así. Eso es de Erik —dijo levantando los ojos en blanco. Me sacó una sonrisa—. Y número dos... te quiero.

Lo dijo rápidamente, como si le diera vergüenza. Sonrió con timidez esperando mi respuesta. Mi mirada creo que delataba mis sentimientos.

—Yo también te quiero, pequeña —la abracé por encima de los hombros. Ella se acurrucó en mi pecho y nos quedamos así un rato, sin ganas de que acabara ese momento. Esas simples cosas son las que nos hacen felices y llenan nuestra alma.

Era tarde y solo quedaba una adivinanza y una bolsa que aún no había abierto.

—A ver... solo queda una adivinanza —me agaché y cogí la bolsa, ella se puso las manos en la cara e intentó atraparla pero la subí y no la alcanzaba; aunque saltaba, no llegaba. Me hizo cosquillas para que bajara las manos y se la di. Sacó de ella un globo de los deseos. Y allí entendió el mensaje.

«Se hincha, vuela y tu deseo lleva». ¡Cómo no me di cuenta! —exclamó.

—Porque piensas mucho y no te centras. "Deja que fluya" —repetí cogiendo su mano, invitándole a que cada uno escribiera un deseo y lo eleváramos en el globo.

—¿Qué vas a pedir? —preguntó intrigada.

—No te lo voy a decir, es secreto.

—¿Por qué? —insistió.

Mis días de adolescente. Decidir. II (Publicado en físico).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora