Capítulo 51

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Cuando estoy lejos de ti soy feliz.

CLOE

Me desperté con el sonido de una notificación. Me froté los ojos, aún tenía sueño. Me desperecé y di vueltas en mi cama con una radiante sonrisa recordando en ese instante la mejor noche de mi vida. Me senté para coger el móvil que tenía cargando. Desbloqueé el aparato y tenía un mensaje del móvil de Laura, la madre de Lola.

«Te escribo desde el número de mi madre porque sé que el mío lo tienes bloqueado. Yo también lo hubiera hecho. Solo te quiero dar las gracias por traerme a casa anoche. Como siempre me has demostrado que eres mejor persona que yo. Aunque no me creas, te extraño. Deseo que seas feliz con ese chico guapísimo de ojos grises que te vino a buscar el otro día. ¡Cómo te miraba! Creo que él sí está enamorado de ti. Y te juro, (aunque sé que no te gusta que jure), que deseo que seas feliz con él. Te mereces lo mejor. Ojalá algún día me perdones. Te quiero, loca».

«Errar es de humanos, rectificar de sabios». Con ese mensaje Lola reconocía sus fallos y yo no soy quién para juzgarla. Quizás tenga la valentía de mirarla nuevamente sin rencor, porque el pasado no lo puedo olvidar en un día.

No podía dejarte tirada, nunca seré así. Yo solo deseo que no te hagas daño. Eres una tía valiosa. Saca lo mejor de ti. Cuídate y cuida a tu madre.

Un pitido detrás de otro. Golpes. Timbre. Ladridos de Zeus. Todos esos ruidos en mi casa. ¿Ahora qué pasa? Me levanté medio muerta, con cansancio y un sueño increíble. Anoche me dormí cerca de las cinco.

Golpes de nuevo.

—¡Voy! —grité por el hueco de la escalera para que dejaran de aporrear la puerta y de llamar al timbre.

Fui al baño y me cepillé los dientes, ni me miré al espejo y bajé tan rápido que casi me caigo.

—¿Qué pasa? —chillé en cuanto abrí la puerta—. Erik.

El Erik que anoche dejé acostado con una borrachera increíble estaba en mi puerta duchado, con el pelo aún mojado, con cara de pocos amigos y con la nota que le dejé en su mesita de noche en la mano. Pero Cloe recién levantada y enfadada es la peor pesadilla que puede haber conocido; en ese momento solo quería gritarle y decirle todo lo que pensaba. ¿Sabéis lo típico de series infantiles en las que se tiran sillas a la cabeza? Eso, literalmente, era lo que pasaba por mi mente. Este desgraciado me había engañado y se había reído en mi puñetera cara. Había intentado entender, razonar, comprender su parte de la situación pero no había absolutamente nada que entender. Lo único que me hacía era daño y estaba harta.

—¿Qué es esto? —dijo cada una de sus palabras suave con semblante duro.

—Que no te quiero nunca más en mi vida, te lo dejo bastante claro. ¿O no sabes leer? —estaba tensando la cuerda de más.

—¿Y eso por qué? —preguntó arrugando la nota; los nudillos estaban rojos de la tensión .

Bajó la mirada por mi cuerpo lentamente y parecía que los ojos tenían llamas radiografiando mis pintas.

—¿Qué es eso? —escupió.

—Una sudadera —contesté rápidamente.

Iba vestida con un pantalón corto de pijama negro y la sudadera de Thiago. Llevaba un moño mal hecho y nada más.

—Esa no es tu sudadera, ¿o es que ahora usas perfume de chico? —dijo ofendido por mi comentario.

—¡Ah! ¿Tengo que seguir dándote explicaciones?

Mis días de adolescente. Decidir. II (Publicado en físico).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora