Narra Rubius
Bien, ahora que por fin he terminado con esa hija de puta que tenia por novia, es hora que hablar con _____.
-Cojelo, cojelo..nada me cago en todo lo cagable.-dije mientras quitaba el móvil de mi oreja.- He sido un gilipollas y ahora no me coje el teléfono-di un puñetazo a la pared.
-¿Por que no vah a su casa?- un Mangel preocupado se asomó por la puerta.
-No me abrirá, no quiere verme-dije apenado- me odia.
-No te odiah Rubiuh, solo está enfadada, y eh normal. Se le pasará.
-¿Y si no se le pasa? ¿Y si nunca me perdona? ¿Y si no vuelvo a verla nunca?
-No te rayeh Rubiuh, todo va estah bien.
-No lo sé Mangel...
-Ya verah como sí. Hoy salimoh de fietah y que se te olvide un poco todo.
-De acuerdo.
Narra _____
-Cielo, ¿puedo pasar?-dijo Sara, abriendo la puerta de mi habitación. No contesté.- Tienes que alegrarte un poco.
-¿Para que?
-¡Por tu salud, _____! ¡Ya estoy cansada de verte así solo porque un idiota con novia intentó ligar contigo! ¡Vaya estupidez!
-¡Callate, tu no sabes nada!- al segundo me arrepentí de haber dicho eso.
-¡TE GUSTA! ¡TE GUSTA RUBIUS!
-¡NO!
-¡SI!
-¡NO!
-¡SI!
-¡BUENO, QUIZAS UN POCO!
-¡LO SABIA!
-Cállate.
-Bueno, pero si te gusta, y el te ha llamada mil veces, ¿por que no le perdonas?
-Porque él tiene novia.
-Eso no será para siempre, y tu le interesas.
-Da igual, ahora la tiene. Y yo estoy sola...
-Estás sola porque quieres. Mira, hoy salimos, te buscas a uno guapo y te lo traes a casa. ¿echo?
-No lo sé..
-Irás.
-Bueno, de acuerdo.
Narra Rubius
-Tíoh, ¡venga, vamoh! ¡que ya son lah onceh!
-Ya voy.
-Jodeh tíoh, alegrate un pocoh.
-No puedo tío.
-Yah verah que con unah copah se te pasah.
-Necesitaré muchas entonces.
-Ningún problema para pagarlas, partner money bitch.
Reí por su comentario.
Narra _____
-¡_____! ¡Estás preciosa cielo!
-¿De verdad?
-¡Obvio! ¿Crees que te mentiría?
Yo llevaba un vestido ajustado por debajo de culo, la parte de arriba era un escote push-up con una tela transparente. La verdad es que iba algo provocativa, pero me da igual. Yo solo quería pasármelo bien un rato.
Narra Rubius
Me puse mi gorra y mi camiseta favoritas, y con Mangel salí para zoo.
En cuanto llegamos me pedí tres chupitos y me los tomé al instante.
-No deberíah empezáh tan rápidoh a bebeh.
-Tú no me dices lo que tengo que hacer.
-Buenoh valeh, pero no seas borde y no te paseh, me voy que ah venioh Cheeto, ¿puedoh dejateh soloh?
-Pues claro que sí Mangel-dije ofendido, y seguí bebiendo como si me fuese la vida en ello.
Narra _____
No había ido mal la noche. Había conocido a un chico súper majo, Carlos, y me había ido a dar un paseo con él.
-Todavía no te lo he dicho, pero esta noche estás preciosa.
Me sonrrojé.
-Muchas gracias-sonreí- tu también estas genial.
-No compares- dijo acercándose mucho a mí, agachando su cabeza, y acercando su boca a la mía.
-Tú, quitah tus asquerosas manos de mi chicah.-Un Rubius mucho más borracho que la última vez apareció y separó a Carlos de mí.
-¿Tú que dices de mi chica, subnormal?
-Lo que oiste, es mía.
-Más quisieras.
-Retira eso, gilipollas.
-Obligame.
Rubius estada muy cabreado, nunca lo vi así. No sabía que hacer.
De repente, Carlos estaba en el suelo con la nariz sangrando, y Rubius encima de este dándole puñetazos. En un momento, era Carlos quien le estaba pegando. Estaba muy asustada. ¿Que iba a hacer? Le estaban pegando a Carlos por mi culpa.
¡No quiero volver a verte cerca de ella! ¿Me oíste, hijo de puta?-dijo Rubius, levantando a Carlos del suelo y tirándolo hacia un lado.
Carlos se fue, y yo quise ir tras él, pero la mano de Rubius me lo impidió.
-Tu no te vas.- dijo y me empujó contra una pared.
-Dejame irme, por favor...
-No, vas a dejar explicarme. Se que he sido un idiota, ¿de acuerdo? Llevo estas dos semanas sintiéndome el mayor hijo de puta del mundo. Pero ya he dejado a mi novia. Ya no siento nada por ella. Tú... tú eres quien me gusta. Por favor, perdoname.
-Rubius, yo...
Se acercó a mi boca lentamente, hasta que entre nosotros no hubo ningún espacio. Y me besó. Fue un beso lento, pero apasionado. En un momento, dejó de sujetarme los brazos y colocó sus manos en mis caderas. Yo, por mi parte, llevé mis manos a su cuello, acariciando suavemente su pelo. Hace 30 minutos lo odiaba, y ahora lo estaba besando. Y lo peor de todo: quería seguir besándolo.