4-Leo

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  Tras la discusión de aquel día en su habitación apenas supe nada de Yai,  intuía que me estaba evitando.

  Patri llevaba meses sermoneándome porque tenía la teoría de que estaba enamorada de mí. Según su hipótesis, al estar siempre tan pendiente de ella, solo le daba más esperanzas. Yo no lo creía así, porque nadie que no fuésemos nosotros dos podía entender nuestra relación especial, ya que nadie más eran Leo y Yai. Pero el día que entré en su cuarto y la vi tan enfadada tras habernos visto juntos, pensé que igual sí había algo de cierto en esa afirmación, por lo que quise aclararlo. Aunque la jugada no saliese como me esperaba.

  El caso es que parecía que se la había tragado la tierra, en parte decidí no insistir porque quería darle su tiempo y no pretendía agobiarla, la conocía demasiado bien como para no saber que era ella la que tenía que marcar el tiempo y el ritmo, de llegar a sentirse presionada podría convertirse en una bomba nuclear que arrasa con todo a su paso.

  Al principio dejó de asistir a nuestros entrenamientos con su padre, un día su madre me preguntó si le había notado algo raro porque se encerraba mucho en su habitación, también la habían llamado un par de veces del instituto preocupados por sus faltas de asistencia, así como por el bajón que habían pegado sus notas que ella misma había achacado al cambio de centro cuando tata se lo preguntó. Todo eso me extrañó muchísimo. Yai era la chica más aplicada e inteligente que conocía. Además, yo mismo había estado en la misma situación el año anterior y mi media seguía siendo la misma, de hecho el colegio del que veníamos era famoso por tener un nivel muy alto.

  Tenía que hablar con ella pero no sabía como hacerlo con el fin de que la situación no pareciese forzada. No quería precipitarla a una conversación para la que todavía no se sentía preparada que probablemente la hiciese estallar, porque tras tanto tiempo alejados eso sería exactamente lo que ocurriría. Por el puente de la Constitución nuestras familias siempre organizaban una comida, por lo que no le quedaría más remedio que verme, aprovecharía ese día para tantear como estaba el terreno y poder pensar en una estrategia.

  Mientras tanto las cosas con Patri iban mejorando, quedábamos varias tardes después de clase con los amigos e íbamos al centro comercial. Alguna que otra vez me cogía de la mano delante de todos, yo estaba esperando a tener una cita a solas los dos y proponerle formalizar la relación. Ese día cada vez estaba más cerca, aunque se nos echaba encima diciembre y con ello muchos eventos familiares.

  En la comida familiar, y digo familiar porque los Aranada y los Santana éramos familia, Yai no bajó a comer. Ese año se celebraba en mi casa, cuando mi madre preguntó por ella, Susi dijo que estaba en la cama, tenía la regla y se encontraba mal. Todos sabíamos los problemas que tenía con eso, nos había tocado muchas veces ir con ella medio inconsciente a urgencias. No hacía mucho que un ginecólogo había logrado suavizar los síntomas recetándole la píldora, por lo que me extrañó un poco que de repente volviesen. 

  Me acerqué a su habitación para preocuparme por ella y piqué a la puerta.

—Pasa— me respondió con la voz entrecortada.

—Hola… ¿No vas a bajar?— advertí que tenía los ojos hinchados de haber llorado y un moño desordenado en lo alto de la cabeza, jamás le había visto ese peinado.

—No, no me encuentro demasiado bien.

—¿Lo haces por evitarme? Porque no sé, últimamente parece que huyes de mí....

—Leo, siento decirte que mi vida no gira en torno a ti, no te creas el ombligo del mundo, ahora si no te importa quisiera descansar...

  Me dolía verla así, esas lágrimas no eran por los dolores y lo sabía, me jodía darle la razón a Patri y, aunque en el pasado hubiese tenido mis dudas, en ese momento estaba más seguro de la obviedad de sus palabras. No sabía como actuar, lo último que pretendía era hacerle daño a Yai, pero tampoco quería tenerla lejos, ¿no podía ser todo como había sido hasta entonces, ser Leo y Yai? 

  Igual estaba siendo un poco hipócrita, porque en esa época tampoco es que hubiese estado muy pendiente de ella, pero en mi conciencia me excusaba intentando convencerme de que lo hacía por su bien.

Los colores del arcoíris©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora