59-Leo

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  Llevaba días notando a Yai más pensativa de lo normal y lo confirmé esa mañana cuando la vi en la cafetería, así decidí investigar un entorno relajante para llevarla y que le ayudase a exteriorizar lo que tenía su mente tan ocupada. Un compañero me recomendó el Pico del Remedio, un mirador que quedaba a una hora de viaje y que tenía unas vistas privilegiadas, por lo que, tras la comida, nos dirigimos al garaje y pusimos rumbo a la cima de otra montaña que pretendía conquistar con ella. 

  Durante el camino los ojos se me escapaban hacia mi derecha para admirar la visión que en ese lado me esperaba, la cubría un vestido corto de tirantes en color verde con miles de margaritas estampadas, por debajo se asomaba parte de su conjunto interior flúor a juego con la ropa, las sandalias, que dejaban al descubierto los dedos cuyas uñas estaban pintadas en cinco colores diferentes, eran planas y amarillas. Mi plan inicial había sido ir en moto para tener su pecho totalmente pegado a mi espalda mientras me rodeaba con sus brazos, pero en cuanto vi su atuendo tuve que descartar la idea y me decidí por el coche. Cogí cariñosamente su mano, cuya manicura iba a juego con la de los pies y la entrelacé con la mía para apoyar ambas en el reposabrazos que nos separaba, necesitaba sentirla en mi piel de alguna manera y, dado que iba conduciendo, tendría que conformarme con ese tacto. Preguntaba a cada rato que a dónde la llevaba y mi respuesta siempre era la misma, era una sorpresa y mi boca estaba sellada, cuando se dio por vencida me empezó a relatar como había sido su encuentro de esa mañana con mi nuevo compañero. 

  Tras el descanso para el café en el que la habíamos visto, él, quiso saber con qué frecuencia mantenía relaciones, no pude evitar reírme cuando me di cuenta de que su curiosidad venía dada por Yai y no por su extraña teoría del uniforme, cuando aprecié que ella no sabía el motivo de mi carcajada se lo conté.

—¿Y qué le respondiste? — me preguntó.

—Le dije que una media de tres veces, dependiendo de la época. — Reconocí mientras noté como me desnudaba con la mirada. —El problema es que según él soy su puto ídolo por follar tres veces a la semana.  

—A la semana. — Afirmó irónicamente antes de que los dos nos desternilláramos.

  Una vez que llegamos al destino que le tenía preparado me bajé del coche, mientras, ella seguía sentada con los ojos totalmente abiertos, sin poder pestañear. Rodeé el vehículo y le abrí la puerta, seguía sin reaccionar, mi sorpresa, definitivamente, le había gustado. Cuando advirtió mi presencia se giró para mirarme, momento que aproveché para alzarla en brazos y ayudarle a bajar. 

—Qué vistas tan bonitas, ¡me encanta! — Dijo una vez con los pies en tierra.

—Me alegra saber que he acertado. — Reconocí mientras la abrazaba.

—Vaya si acertaste, esto es pura paz. — Murmuró mientras se acurrucaba en mi abrazo.

  Cuando consideré que inspiró el aire suficiente para coger fuerzas, rompí nuestra postura separándonos un poco para poder mirarla a los ojos.

—Ahora dime qué es lo que te tiene tan preocupada. — Solicité mientras acariciaba sus mejillas con los pulgares.

—Últimamente no paro de darle vueltas a una idea que, sin pretenderlo, me dio tu padre cuando estábamos en Madrid… La vez que dijo que se encargaría de que su nieto fuese bombero. — Comenzó a hablar.

  La interrogación que parecía llevar en mi frente debía de apreciarse bien porque, sin esperar respuesta, prosiguió relatando.

—Sabes que me gusta mi trabajo, pero siento que todavía me falta algo, hay veces que no puedo evitar pensar que lo único que hago es tirar paredes y pintarlas. No sé, necesito crear, no solo derrumbar. Quiero regalar ilusiones, inventar espacios, muebles y juguetes que estimulen lo suficiente a los futuros bomberos, que un policía dentro de veinte años diga que fue su cama con forma de coche patrulla lo que le motivó a serlo, realizar sueños y ayudar a las siguientes generaciones para que los consigan, ¿qué opinas? — Preguntó tras su exposición.

Los colores del arcoíris©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora