Los de segundo ya habían terminado el curso porque tenían que preparar la PAU, al resto todavía nos quedaban un par de semanas más que a mí se me harían cuesta arriba sin Leo cerca. Su presencia había sido imprescindible para superar esa última etapa después de que todo saliese a la luz.Lo que había pasado causó un gran revuelo en el centro, sobre todo con la advertencia —todavía presente— que mi padre había hecho de resolverlo en un juzgado. La gente empezó a tomar conciencia de un tema lo suficientemente grave como para llegar a arruinarle la vida a cualquiera, dejando, así, de justificarlo como bromas pesadas.
No todo vale, una broma deja de serlo en el momento en el que no le hace gracia a todos sus integrantes.
Estaba orgullosa de haber ayudado a conseguirlo y, eso, precisamente, suponía un problema; era yo la que estaba en el punto de mira por el logro alcanzado.
Siempre había sido muy reservada para mis cosas, por eso mi número de amistades era más bien escaso, me gustaba vivir en mi anonimato y ser el centro de atención solo en mi círculo de confianza. Sin Leo cerca, a modo de parapeto, aprecié mejor la magnitud de todo lo que estaba sucediendo a mi alrededor siendo la protagonista de los hechos, fui consciente de que era algo que tarde o temprano tendría que asumir yo sola porque él ya no volvería, se iría a la universidad mientras que a mí me quedaba un año más. En parte sentía que tenía que empezar de cero en muchos aspectos, aprender a relacionarme era uno de ellos, me percaté de que me quedaba un camino por delante más largo de lo que a priori había pensando, Leo me había estado protegiendo demasiado retrasando así lo inevitable y, tarde o temprano, tendría que enfrentarme a la realidad. Mi parte cobarde, o quizás la más sensata, quiso posponer esa labor hasta el siguiente curso, en ese ya había llegado a mi límite con lo que a cambios respectaba y no me sentía lo suficientemente fuerte como para afrontar más, total, solo quedaban un par de semanas, podría sobrevivir.
Como todos los días, desde que había terminado sus clases, me estaba esperando a la salida.
—¿Cómo te ha ido hoy? — Preguntó mientras me besaba y rodeaba con sus brazos.
—Muy bien, sin novedades en el frente. — Contesté respondiendo a su beso.
—Estoy muy orgulloso de ti.
—Pareces mi padre— le recriminé.
—Me ofendes, te haría cosas que si tu padre se enterase me mataría — me dio un cachete en el culo.
Era feliz, él era perfecto, me reprochaba ese empeño mío de buscarle la punta a todo ¿Por qué no podía simplemente vivir y ser feliz con todo lo bueno que me brindaba la vida? Así que lo decidí, no más comeduras de cabeza y simplemente me dedicaría a disfrutar.
—¿Cómo llevas los estudios? ¿Preparado para la gran prueba?
— Me quedan un par de temas y ya lo doy por finalizado, después de comer nos ponemos a ello que luego quiero que salgamos a dar un paseo, necesitamos despejarnos un poco. A ti también te queda la recta final y tienes que coger aire, que se te está quedando cara de ratoncito de biblioteca. — Dijo mientras me pellizcaba la nariz.
Cuando terminamos de estudiar fuimos a caminar por un bosque que había cerca, el contacto con la naturaleza era algo que nos apasionaba desde pequeños y, en esos momentos, suponía una inyección de energía difícil de rechazar. No podía creer cómo se me había pasado por alto ese hecho cuando vivía mis días más oscuros.
Es curioso como tu propia mente puede llegar a bloquearse tanto que ya no recuerde ni lo que la reconforta.
Mientras paseábamos iba acariciándome la espalda con la mano metida dentro de la camiseta, ya no llevaba vendajes, solo tenía tapada la herida del costado izquierdo que aún no estaba curada.
— ¿Qué te dijo Luis de las heridas? — Preguntó.
Luis era mi psicólogo, la terapia removía tantos recuerdos dolorosos que cuando salía no me sentía con fuerzas para hablar y, aunque siempre me acompañaba, respetaba ese momento, simplemente me cogía de la mano, como había prometido que sería, y regresábamos en silencio. Es por eso que, a pesar de que ya había tocado ese tema hacía un tiempo en las sesiones, nunca lo habíamos comentado.
— Se conoce como el Síndrome de Cutting, es una manera de aliviar las emociones negativas a través del dolor físico, es muy común en casos de bullying y yo, que tengo alta sensibilidad, soy más propensa a buscar métodos que me ayuden a mitigar esa ansiedad. Es algo serio y en mí no se limitan a simples arañazos, estamos trabajando en mi autocontrol y en técnicas para lidiar con las sensaciones que puedan dañarme o afectarme. A parte de que lleva un registro, por si vuelve a aparecer algún corte.
—¿Registro? ¡Puede preguntarme a mí! — contestó con pelusilla.
—Él no me examina, lo hace su enfermera, celosón.
—Pues también puede preguntarme a mí— susurró rodeándome con los brazos por la espalda. —Vas a conseguirlo, lo sabes ¿verdad? Puedes lograr todo lo que te propongas— me animó.
—He estado pensando en algo que dijiste antes– cambié de tema.
—¿Qué dije? ¿Qué eres preciosa? No hace falta que lo pienses ya te lo confirmo yo.
—Que tonto.... En lo de que si mi padre supiese.... ¿Qué crees que pensarían si se enterasen de lo nuestro? Es decir, nuestras madres nos han criado juntos, prácticamente hemos crecido como hermanos.....
— Pero se te olvida un detalle importante; no lo somos, no hay ningún lazo de sangre que nos una. Pues imagino que al principio se extrañen, ¿pero qué esperaban si nos hacían dormir juntos? Ahora que apechuguen— dijo divertido mientras me apretujaba un poco más.
—Hablo en serio Leo, no sé si estoy preparada para cargar a mi espalda el ser la culpable de otra decepción. No quisiera que la piña que han formado nuestros padres se rompiese por la situación. Necesito a tu madre en mi vida casi tanto como a la mía.
Aunque me lo acababa de prometer a mí misma hacía apenas un par de horas, ya estaba incumpliendo mi palabra. Parecía que solo sabía moverme en ambientes donde dominaban las preocupaciones.
— Yai, créeme que no va a pasar nada de eso. Si tus padres fuesen conocedores de solo la mitad de lo que siento por ti, te aseguro que estarían encantados de que me hayas elegido. Por otro lado, mi madre es la primera que no podría vivir si no sabe de ti en dos días, pagaría por tenerte de nuera ya que la opción de la adopción no es posible. No sé a ciencia cierta como se lo tomarán, pero te puedo asegurar que ya no hay nada ni nadie que me separe de ti. Si te quedas más tranquila, de momento no comentaremos nada, hasta que tú no te encuentres más fuerte, total, tenemos toda la vida para hacerlo.
—Gracias por entenderme, además si les dijéramos algo ahora no creo que se quedasen tan tranquilos cuando nos encerramos en el cuarto a estudiar, ni cuando me quedo a dormir en tu casa, ¡la cama supletoria de tu habitación fijo que la trasladarían! — Intenté poner un poco de humor.
—¡Y tendrían razones para ello! — se rio —Lo diremos cuando te sientas cómoda, pero tú no te preocupes ahora por eso— y me besó la cabeza.
Es posible que tuviese razón y me estaba rayando más de la cuenta, es lo que tiene cuando tu fuero interno no termina de remontar. Pero en mi mente no paraba de repetirse la escena en la que nuestra relación causaba un escándalo y, yo, no estaba preparada para volver a desilusionarlos. Como siempre, él me apoyaba y respetaba mis tiempos, tenía claro que elegirlo había sido el mayor acierto de mi vida. En algo sí le daba la razón, ya no había nada ni nadie que nos separase.
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Los colores del arcoíris©
RomanceYaiza es luz y color, ha crecido en un entorno idílico que reúne todos los elementos necesarios para ser feliz; sus cariñosos padres, unos vecinos que la adoran y en donde, sobre todo, está Leo. Lo ocurrido en el primer año de instituto hará tambale...