52-Yaiza

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  En el último año, el que había transcurrido tras mi intervención, Leo se volcó totalmente en mí bajo el pretexto de nuestra prórroga por bajas médicas, me acompañó a todas las consultas y tras varios tratamientos para aliviar los sufrimientos que se acentuaban con la menstruación, probaron uno hormonal en forma de inyecciones que fue el que mejor resultado dio. Haciendo uso de la figura que habíamos creado para la ocasión, una semana al mes se instalaba en mi piso para cuidar que todo fuese bien con mis ciclos menstruales. 

  Los jueves seguían siendo días en los que nos permitíamos actuar como la pareja de enamorados que éramos, pero que yo no acababa de aceptar por los miedos que nunca terminaban de abandonarme. Siempre tenía un motivo para temer, anteriormente había sido la idea de que mi condición no nos permitiese formar una familia en el futuro con el sentimiento de fracaso que eso conllevaba para mí, a raíz de operarme y salir todo a la luz, él dejó claro que eso no iba a ser nunca un impedimento y que, llegado el momento, buscaríamos una solución porque las había. Existían muchas clases de familia, así como maneras de construirla, para él, el único denominador común que debía de tener era que yo formase parte del proyecto, porque solo mi nombre daba significado a ese vínculo. Una vez más le creí y me proporcionó la confianza que me hacía falta.

    En ese momento, el motivo de mi inseguridad se debía a que él ya estaba en el último año de carrera, mientras que a mí todavía me quedaba uno más y, tras ese curso, nos tocaría alejarnos de nuevo. Pretendía examinarse para policía ese mismo año, solo para ver como eran las pruebas, su intención era quedarse otro más para preparar a fondo la oposición en la academia donde llevaba apuntado desde que comenzó la carrera, pero yo estaba segura de que aprobaría a la primera y se iría a Ávila, separándonos así de nuevo. Su condición física era inmejorable y en cuanto a la teoría... estaba a punto de terminar el grado de derecho ¿cómo podía dudar de su capacidad? Para todo eso aún quedaban unos meses y no quería preocuparme más de la cuenta, no obstante, sí era un motivo de peso para no dar el paso definitivo de formalizar nuestra relación, bueno, eso y que él tampoco había vuelto a proponerlo.

  Salía del último parcial de febrero, había terminado más pronto de lo que me esperaba y, como era jueves, ese día iba a invertir nuestros papeles yendo yo a buscarlo a su facultad para darle la sorpresa. Tenía muchas ganas de verle ya que, con los exámenes, esa última semana no habíamos ni tomado un café juntos y, siete días privándome de su presencia, era lo más parecido a vivir en el infierno. Estando en el pasillo vi como todos sus compañeros iban saliendo de clase, me extrañó que siendo un día tan señalado no fuese de los primeros para pasar a recogerme inmediatamente, ya entre los últimos alumnos lo divisé, andaba muy despacio, tenía mala cara y se llevaba la mano al estómago, preocupada, me adelanté a toda prisa:

—Leo ¿estás bien? 

—¡Qué sorpresa tan grande, arilita! Tranquila, una gastroenteritis, llevo todo el día con el estómago revuelto. ¿Qué tal tu examen?

— ¿Fuiste al médico? ¿Por qué no me dijiste nada? —Había oído perfectamente su pregunta pero preferí ignorarla.

—No, no fui al médico, pero tranquila, si mañana no se me ha pasado voy. Y si no te dije nada es porque estabas ya bastante ocupada como para preocuparte con una tontería.

—Vale, pues ahora ya se me acabaron las ocupaciones, tú y yo nos vamos al médico.

—Hoy no voy, es jueves y eso es sagrado. Ni aunque me cayese encima un meteorito impediría que lo pase contigo.

—Me conmueves mucho pero hay causas de fuerza mayor, vamos a que te miren, luego te llevo a casa y te cuido.

—Mejor hoy disfrutamos de nuestro día y mañana ejerces de enfermera... —propuso con picardía.

Los colores del arcoíris©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora