Durante el día habíamos actuado como los amigos de antaño, cualquiera hubiese dicho que hacía apenas unas horas habían surgido fuegos artificiales entre los dos dentro de mi habitación. Al final esto de confraternizar no se nos iba dar mal del todo, aunque tenía la esperanza de poder repetir más noches así, la pasión no está reñida con la amistad ¿verdad?
Noté brincar mi corazón en cuanto la vi aparecer por la puerta, observé que tras su abrigo, todavía desabrochado, se escondía un vestido con un escote drapeado en V, era largo y tenía una abertura a un lado que le llegaba al muslo, los zapatos de tacón la estilizaban de sobremanera y estábamos a la misma altura, si es que éramos compatibles hasta para eso. Para la cara no tenía palabras, ya lo había apreciado durante la cena, aunque ella era preciosa de por sí había que reconocer que su madre había hecho un gran trabajo, el maquillaje era muy natural y resaltaba más sus suaves facciones, viéndolo en conjunto con el vestuario parecía una actriz de cine. No aprecié el flash de la cámara por el resplandor que ella desprendía, estaba radiante, mi cara en la foto que nos sacó mamá describe a la perfección ese momento: perdidamente enamorado de la mujer a la que miraba y, plenamente feliz, por poder ser testigo de como brillaba.
Llegamos al baile y me presentó a sus amigos, ya llevábamos un rato dentro cuando nos acercamos al ropero para dejar nuestros abrigos. En el momento en que se deshizo de él creí infartar, normal que hubiese tardado tanto tiempo en quitárselo, con lo que le gustaba a ella pasar desapercibida y semejante modelito que lucía. La espalda estaba totalmente abierta, solo la atravesaba una fina tira horizontal que evitaba que se abriese por completo, el vestido parecía seda que se acoplaba a ella como una segunda piel, desde unos sutiles hilos a modo de tirantes que se ajustaban en los hombros, hasta llegar a las piernas donde, gracias a una gran abertura lateral, se soltaba un poco más para terminar en los tobillos.
—Estás espectacular— logré articular intentando contener la baba.
—Gracias— contestó agachando tímidamente la mirada.
Posé mi mano sobre su espalda desnuda para emprender el camino que nos separaba de la barra.
—¿Qué tomas? — le pregunté al oído cuando llegamos.
Bajé un poco más la mano para atraerla hacia mí.
Entonces noté algo, bueno, lo correcto sería decir que no lo noté. Aunque ya me había dado cuenta de que no llevaba sujetador, ya que el escote de la espalda no se lo permitía, fui consciente de algo más que puso a prueba todo mi buen juicio.
—¡¿No llevas ropa interior?! — Pregunté y afirmé a la vez.
—No, se me marcaría toda.
¡Y lo dijo tan tranquila!
—Conseguirás que se colapsen las urgencias por una epidemia de infartos…
—Se supone que nadie lo notaría porque no me tocarían. — Se excusó.
—Ven, acércate que alguien aquí sí lo ha notado y a ver ahora cómo lo disimulamos— la atraje más hacia mí mientras miraba a mi entrepierna que tenía vida propia. —Vas a conseguir que me dé algo ojazos. — Susurré a su oído.
—El vestido es cosa de mi madre, las reclamaciones a ella...
¿Por qué será que no me sorprendía?
—Ya hablaré con ella de las consecuencias de sus acciones en mi salud mental. —Contesté.
Estuvimos un rato en la misma posición hablando de otras cosas para desviar mi atención de lo sucedido, a ver si así lograba calmar a mi fiera interior. A lo lejos Yai vio a Martina, estaba muy acaramelada con Damián, otro amigo de su grupo, lo cual le extrañó porque dijo que solo eran amigos... ¡Madre mía lo ingenua que podía llegar a ser esta mujer! Al rato se acercó.
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Los colores del arcoíris©
RomansaYaiza es luz y color, ha crecido en un entorno idílico que reúne todos los elementos necesarios para ser feliz; sus cariñosos padres, unos vecinos que la adoran y en donde, sobre todo, está Leo. Lo ocurrido en el primer año de instituto hará tambale...