Tras la conversación con Yai salí a correr y lo hice con una potencia que no recordaba tener, pero tenía que liberar endorfinas para ahuyentar la angustia que se había apoderado de mí. No me podía creer que hubiese llegado a pensar que me avergonzaba de ella —y por el tono en el que me lo dijo supe que lo había creído de verdad—. Que eso sucediese era tan sumamente improbable que jamás hubiese imaginado que algo así la atormentase ¿En qué momento ocurrió? ¿Cuándo se había llevado esa impresión de mí? Y lo peor de todo... ¿cuánto daño pudo haberle causado esa convicción?
Lo que en un principio iba a ser una pequeña escapada para poder relajarme se convirtió en dos horas de intensa carrera antes de acostarme, y porque mi resistencia tenía un límite.
Llegas tarde, ya me lo hicieron; esas palabras que me estaban torturando no pararon de repetirse en mi cabeza desde que cerré los ojos, estuve dando vueltas en la cama toda la noche, imaginándome millones de escenarios de lo que le podría haber sucedido y lo único que conseguí fueron muchos remordimientos.
Cuando logré dormir todavía fue peor, tuve una pesadilla en la que Yaiza caía al río y se la llevaba la corriente, yo me tiraba al agua y nadaba con todas mis fuerzas lo más rápido que podía, pero al llegar a ella, ya estaba muerta.
Me desperté incapaz de moverme, la imagen de su cara pálida y sin vida no se iba de mi cabeza, cuando conseguí que mi parálisis remitiese empecé a llorar como jamás lo había hecho. Entendí ese sueño como una metáfora; había normalizado tanto la presencia de Yai en mi vida que hasta que no experimenté de alguna manera que la perdía, no me había parado a pensar que eso podría llegar a ocurrir algún día.
Había dado por hecho demasiadas cosas, menos la más importante; que no podría vivir sin ella y tuve que sufrir su ausencia para entenderlo.
Era ella y nadie más.
Al día siguiente pasé por su casa para ir juntos al instituto pero ya se había marchado. Otro reproche más se añadió a la lista, llevaba tanto tiempo alejado de ella que ya no sabía ni cuando salía de casa por las mañanas y eso que vivíamos puerta con puerta.
Cuando llegué al instituto lo primero que me encontré fueron los morros de Patricia, esa mañana temprano le había escrito diciéndole que no me pasaría a buscarla. Debió de notar que mi mente y mi mirada estaba en otra parte —buscando a Yai— porque rápidamente cambió el semblante y me dijo algo de quedar para ir a no sé dónde, la verdad es que no estaba atento, solo le dije que sí para que se callase.
La imagen de Patricia se desinflaba en mi mente por momentos —incluso a veces en cuestión de segundos— la notaba más caprichosa y engreída, a lo mejor es que siembre había sido así y simplemente era yo el que comenzaba a abrir los ojos.
Ya cuando sonó el timbre la vi, estaba a punto de entrar en clase y para mi disgusto, con Dani. Él le sonreía y tenía la mano apoyada en la parte baja de su espalda, luego le dio un beso en la mejilla y ella se metió en el aula. No me pasó desapercibida la cara triunfal que puso el muy cerdo cuando se dio la vuelta y vio a sus amigos.
El cambio de look de Yaiza estaba siendo el tema de conversación del momento en los pasillos, era de esperar porque había sido brutal, levantó pasiones en la mayoría del sector masculino, estaba mucho más exhuberante y llamativa. Con su cuerpo y altura podría tranquilamente ser modelo, y esa ropa tan ajustada le resaltaba todavía más su espectacular figura. Tenía unos labios perfectos que, en ese momento que ya no llevaba brackets que desviasen la atención, se podían apreciar mejor. El pelo estaba totalmente negro, al igual que la ropa, era muy llamativo, aunque a mí más bien me desagradaba, le marcaba las facciones más agresivas, no se ajustaba para nada a la dulzura de su cara angelical. Si a alguien le importase mi opinión les diría que no me gustaba, sí reconozco que era un pivón, pero en esa nueva Yai faltaba lo más importante; su esencia.
ESTÁS LEYENDO
Los colores del arcoíris©
RomanceYaiza es luz y color, ha crecido en un entorno idílico que reúne todos los elementos necesarios para ser feliz; sus cariñosos padres, unos vecinos que la adoran y en donde, sobre todo, está Leo. Lo ocurrido en el primer año de instituto hará tambale...