Tengo que reconocer que me emocionó un poco saber que había sentido celos al oír una voz femenina a través de mi teléfono, pero, cuando fui consciente de que eso le había hecho daño, ya no me causó tanta gracia.
Pregunté a Laura si había cogido alguna llamada mía y, para mi sorpresa, lo admitió sin inmutarse, cuando quise saber la razón de porqué no me avisó me dijo que es que se habían equivocado. Hubiese sonado convincente sino fuese por el hecho de que la tenía registrada bajo el nombre de princesa y con una foto de los dos, para ser exactos la que mi madre nos sacó en Fin de Año; antes de irnos a la fiesta, mientras sonreíamos mirándonos a los ojos. No quise entrar en más detalles y simplemente le dije, con suficiente seriedad, que no volviese a coger mis llamadas.
En parte tenía que dar gracias que había sido Yai quien llamó y más tarde que temprano acabó contándomelo, si llega a ser mi madre, o incluso la suya, se hubiesen quedado con la duda y miedo me da la película que se hubiesen montado. Por otro lado, estas tres últimas mujeres, las más importantes de mi vida, jamás habían hecho nada parecido, como para venir una chica, completamente ajena a mí, a permitirse esas licencias.
Gracias a mi madre, que me había dado el chivatazo, descubrí una aplicación nueva de mensajería instantánea que nos ayudaría a estar más en contacto. Me había hecho muchísima ilusión que pusiera el dibujo como foto de perfil y nuestra frase como mensaje, sino fuese por el hecho de que en mi casa todavía no sabían nada de mi tatuaje, hubiese subido una foto de mi costilla desde el primer momento en el que la instalé, pero, como no quería iniciar la tercera guerra mundial cuando mamá lo viese, preferí esperar a ver que ponía ella y, luego, actuar en consecuencia. Así fue como copié su idea, que venía a significar lo mismo que yo pretendía, qué decir que, en cuanto lo vio mi señora madre, me preguntó si tenía que ir comprando la pamela para la boda.
Al terminar todos los parciales tuve una semana libre y me fui a casa, necesitaba recargar energía y, nada mejor que volver al hogar —en el sentido más amplio de la palabra— para hacerlo, pero como por broma del destino, en ese momento, la que estaba inmersa en sus estudios era ella y apenas tuvimos contacto. Hasta que en una comida familiar, casi finalizando mi estancia, Susi le recriminó estar demasiado sumergida en los libros, solo salía a la calle para ir al instituto, había dejado de lado durante unas semanas el Krav Maga que tanto le apasionaba, eso tampoco era sano y, dadas sus buenas calificaciones, tenía margen de sobra para despejarse un poco.
No me hizo falta saber nada más:
—Tú y yo después de comer nos vamos de ruta— susurré en su oído ante la mirada atónita de nuestros ludópatas padres.
—Pero....
—Sin peros— la corté.
Eso último sí lo llegaron a escuchar el resto de integrantes de la mesa y no me pasaron desapercibidas el cruce de miradas cómplices entre ellos.
Nos pusimos ropa adecuada y fuimos a caminar, me decidí por una senda que llegaba al alto de la montaña, desde donde las vistas eran espectaculares y se respiraba oxígeno puro, en ese momento, era algo que ambos necesitábamos. No habíamos perdido la forma, entre empujones y guerras de cosquillas llegamos a la cima haciendo, incluso, nuestro mejor tiempo.
—Tienes mejor cara ahora que parece llegarte oxígeno al cerebro— bromeé en cuanto llegamos.
—Muy gracioso, lo dice el ratón de biblioteca— se defendió.
—Nunca me preguntaste si había resuelto lo que pasó con la llamada de aquel día y sé que quedaron dudas en el aire— recordé tras oír la última palabra que había dicho.
—Entendí que lo de esa tarde fue un malentendido, lo demás tampoco me incumbe— dijo agachando la cabeza.
—Vale, ahora dime eso mismo mirándome a los ojos.
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Los colores del arcoíris©
RomanceYaiza es luz y color, ha crecido en un entorno idílico que reúne todos los elementos necesarios para ser feliz; sus cariñosos padres, unos vecinos que la adoran y en donde, sobre todo, está Leo. Lo ocurrido en el primer año de instituto hará tambale...