Empezaba el curso, los de primer año teníamos que ir un día antes a una especie de presentación. Leo llevaba días un poco raro, ese verano no habíamos estado tanto juntos como en años anteriores, cuando la gente solía llamarnos el punto y la i, y no porque hubiese mucha diferencia de estatura entre los dos —yo medía 1'76 cm y él 1'83— sino porque éramos inseparables. En parte, en esas últimas vacaciones, había entendido que saliese más con los amigos nuevos que había hecho en el instituto, el problema derivaba de que en mi caso, a parte de él no tenía más amistades, pero eso cambiaría a partir del momento en el que yo también entrase en bachiller, por fin todo volvería a ser como siempre.Me había decidido por el bachillerato de artes ya que mi sueño era ser diseñadora de interiores, lo tuve claro desde siempre, que se lo pregunten a las paredes de nuestras casas sino, decoradas por mí, con gusto y color, a conciencia. Aunque al principio me reprendiesen, luego ya me dieron por imposible, se resignaron y como solían decir, dejaron a la artista crear.
Para esa primera toma de contacto decidí ser yo misma, me vestí con mis vaqueros llenos de parches de colores. Dado que aún hacía calor, una camiseta de tirantes que yo misma había teñido haciendo un nudo, quedando así el dibujo y, cómo no, la marca de la casa; una converse de cada color. Como todavía no me habían quitado los brackets, tenía la sonrisa a juego con el resto de la ropa, a tope de colores. Dejé el pelo suelto, casi me llegaba a la cintura, era castaño claro y ligeramente ondulado.
A las diez en punto Leo pasó a recogermese. Ese último año, físicamente, había cambiado bastante, los músculos ya empezaban a marcarse, suponía que a parte de nuestro entrenamiento de defensa con mi padre estaría practicando algo más por su cuenta. Era guapísimo, pelo moreno algo alborotado, ojos color café, nariz recta, la mandíbula levemente marcada y una sonrisa pícara que te dejaba embobada. También vestía diferente, con camisetas más ceñidas que le marcaban su mejorado torso. Aunque fuese la persona más buena y noble del mundo, tenía un aspecto de malo malote al que era difícil resistirse.
—¿Preparada para esta nueva etapa? — Preguntó según entró por la puerta de atrás, la de la cocina, que como siempre estaba abierta.
—Preparada, adiós uniformes que limiten mi creatividad, ¿qué tal estoy? — Respondí dando vueltas y enseñando el modelito colorido "made in yo".
— Muy tú. Venga vámonos, no querrás llegar tarde a tu presentación— dijo sonriendo.
El camino se me hizo cortísimo, entre empujones, bromas y demás, cuando me quise dar cuenta ya habíamos llegado, me indicó en donde se hacía la presentación y me dijo que me esperaba en una cafetería que estaba fuera del recinto.
Estuve una hora dentro, nos dijeron quiénes iban a ser nuestros profesores, nos explicaron las normas, lo que se esperaba de nosotros y por último, a donde tendríamos que acudir en caso de necesitar ayuda.
No me pasaron desapercibidas las miradas de burla, bien sabía que yo no era el estereotipo de lo normal...pero, ¿quién dicta eso? Además, no hacía daño a nadie con la ropa que me ponía, así que no sé qué tanta molestia les causaba. Empezaba a sospechar que allí tampoco llegaría a tener demasiada vida social, de todos modos, no podía importarme menos, si no iban a hablarme mejor, palabras que me ahorraba. Aunque, muy a mi pesar, ese tampoco iba a ser el caso...
Di una vuelta por las instalaciones antes de ir al encuentro de Leo y el sitio me gustaba, una nueva etapa de mi vida comenzaba y a pesar de no tener demasiada habilidad para adaptarme a nuevos entornos, yo estaba dispuesta a trabajar para disfrutarla al máximo, aunque eso no incluyese engordar mi lista de amigos.
Cuando salí y para mi sorpresa, Leo estaba esperándome en la entrada apoyado en el marco de la puerta y no en la cafetería como habíamos quedado, tenía una postura muy interesante, se estaba haciendo un hombre delante de mis narices sin apenas darme cuenta.
—¿He tardado mucho?— pregunté.
—No, tranquila, tenía miedo de que te perdieses, ¿nos vamos ya?
—Vamos, hay que aprovechar nuestro último día de libertad antes de volver a la carga— contesté.
—Sobre eso, ¿te importaría si mañana no te acompaño? Es que quedé con unos amigos para venir todos juntos— preguntó.
—No hay problema... lo entiendo— mentí.
Una ligera corazonada se apoderó de mí presagiando que ya nada volvería a ser igual, y yo no confiaba en estar preparada para ello. No me gustaban los cambios, ni me adaptaba fácilmente a ellos, mi vida era perfecta tal y como estaba, no había necesidad de modificar nada.
Nos fuimos a casa y con la excusa de preparar todo para el día siguiente, me despedí de Leo y me encerré en mi habitación.
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Los colores del arcoíris©
RomanceYaiza es luz y color, ha crecido en un entorno idílico que reúne todos los elementos necesarios para ser feliz; sus cariñosos padres, unos vecinos que la adoran y en donde, sobre todo, está Leo. Lo ocurrido en el primer año de instituto hará tambale...