56-Yaiza

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  Salí fuera de la cafetería para hablar con Rebeca mientras seguía analizando lo que había ocurrido dentro de ese café. La situación había sido de lo más extraña, ese chico tenía algo que me empujaba a confiar en él, como si ya nos conociésemos, aunque descarté esa idea porque una cara como aquella sería imposible de olvidar, debía de ser algo así como el recuerdo de una vida pasada. A pesar de todo me daba buena impresión y, mi intuición, no solía fallar. No obstante, no dejaba de analizar lo hermético que se había mostrado y aunque no pretendía ser yo la que precisamente juzgase esa actitud, sí que era algo que me frenaba un poco. De repente recordé un detalle que me hizo reaccionar, visualicé la imagen de su tatuaje, Así Siempre. Ningún proxeneta se tatuaría algo así ¿no?

—¿Qué me dices mi niña? — Rebeca me devolvió al mundo terrenal desde el otro lado de la línea.

—Perdona tata ¿qué me preguntabas?

—¡Ains! en qué estarías pensando para distraerte así. Decía que ¿qué te parecería si fuésemos a pasar el puente a Madrid? Así te hacemos compañía mientras Leo trabaja, comemos los cuatro y luego ya os dejamos a vosotros solos. Tenemos ganas de verle pero tampoco queremos robaros tiempo juntos. — Propuso.

  Y en ese momento se encendió una bombilla en mi cabeza. Su llamada tenía que haber sido producto de una intervención divina.

—Me parece muy buena idea ¿Sabes si papá y mamá también podrían venir? 

— Tienen días, seguro que se animan. Ya verás qué bien lo vamos a pasar todos juntos, al final no fallaremos a nuestra tradición por el puente, solo que la cambiaremos de lugar. Te cuelgo que voy a hablar con tus padres y mirar alojamientos.— Respondió muy eufórica.

—Una cosa más, traed ropa cómoda y vieja, sobre todo lo último. Os espero mañana. —Dije riendo.

—Miedo me da lo que estarás planeando, pero viniendo de la princesa de la casa ya sabes que aceptaremos encantados.

—Tenéis motivos para temer, créeme que sí. — Informé muy alegre.

  Y de esa forma fue como conseguí el equipo para aceptar el trabajo que Érik me estaba ofreciendo. Decidí tirarme a la piscina sin darle más vueltas al asunto, de todos modos iba a estar rodeada de la familia y, con ellos apoyándome, nada podría salir mal.

  Cuando entré de nuevo al local me sorprendió ver la expresión de Leo, parecía que se le hubiese aparecido la mismísima Virgen, a pesar de su asombro estaba relajado charlando con Érik, cuando me miró a los ojos supe que no me había equivocado con mi decisión. Acepté la oferta y fijamos todas las condiciones del contrato antes de que Érik se marchase a toda prisa aumentando más el enigma que lo envolvía. 

— Creo que no me voy a arrepentir de haber aceptado, algo me dice que debo confiar en él, llámalo intuición. — Confesé a Leo cuando quedamos solos.

— Puedes estar segura de ello, ya te contaré. Por cierto, esos ojos no parecían normales ¿crees que pueden ser divinos? no sé, por ejemplo, ¿de un ángel?— Parecía desvariar, miedo me daba lo que le podrían haber echado en el café.

—La verdad es que el chico es guapo y esa mirada impacta. —Admití.

—¿Guapo? El chaval parece un puto Dios Vikingo, entendería que fueras tras él ¡Si hasta yo mismo estoy tentado en hacerlo! —Expresó totalmente eufórico. —No te enfades si no vuelvo a llamarte ojazos… — Continuó con ironía.

—¿Estás seguro que lo que echaste en el café era azúcar? Venga, vamos a prepararlo todo, te tengo que enseñar la cuadrilla que he contratado, vas a flipar. Mientras tanto me cuentas lo que hablasteis en mi ausencia porque quiero desvariar como tú. — Dije abrazándolo por la cintura en lo que él aprovechó para pasarme el brazo por encima del hombro.

  Los días pasaron volando, había mucho trabajo y muy poco tiempo para realizarlo. Tener a unos padres fuertes y atléticos ayudó bastante, Leo se nos unía cuando no estaba trabajando y, a pesar de haber invertido jornadas maratonianas y estar cansados, lo pasamos en grande. Fue una experiencia nueva para nuestra familia y que nos unió un poco más si cabe, cada uno teníamos nuestros motivos, por mi parte fue sentir su calor y apoyo para impulsarme, me dieron una inyección de seguridad que no había sido consciente de que necesitaba. 

  Leo nos contó la historia que había detrás de la mirada de asombro de aquel día y ya sabiéndolo, más que la Virgen, lo que se le había aparecido era la Santísima Trinidad. Tuvo sentido la impresión que me había dado de que ya lo conocía, eso sí, tras más de cuatro años todavía conservaba su aura misteriosa. Una vez terminada la obra quedamos con él para entregarle las llaves y enseñarle el resultado, aunque yo había quedado muy satisfecha esperaba que tuviese la misma opinión, al fin y al cabo era mi primer trabajo.

—Es increíble Yaiza, sabía que eras la idónea para hacerlo. — Admitió sonriendo y quitándome a mí un gran peso de encima.

—Me alegro muchísimo de que te guste, estos son los justificantes de todos los materiales, aquí te dejo la factura con la suma de ellos junto a la mano de obra, de esto último te cobro poco porque lo hicimos en familia y los obreros me han salido de saldo. —Dije guiñando un ojo a mi tribu.

—Está bien, te haré el ingreso, pero voy añadir un uno delante de la cifra, familia o no es un trabajo y lo habéis cumplido con creces. Una cosa más, ten esto. — Expuso mientras me pasaba una carpeta. —Como tenía tus datos por el contrato que firmamos, me tomé la libertad de registrar Los colores del arcoíris con ellos. El dominio es tuyo y puedes hacer lo que quieras con él, si aceptas mi consejo, te diría que lo cambies por el que tienes actualmente de empresa, porque te define mejor. Tu nombre es precioso pero no todo el mundo sabe lo que significa. —Opinó ante la sorpresa de todos.

—¡Dios mío, no tengo palabras, muchísimas gracias! ¿Seguro que te llamas Érik y no Ángel? — Al final iba darle la razón a Leo.

—Estoy seguro, mi nombre también lleva una gran historia detrás. — Expresó. —Esta es mi tarjeta, te anoté en ella mi número personal, no dudes en llamar si necesitas algo. Soy consciente de que te debo una aclaración.— Lanzó una mirada cómplice a Leo mientras se la extendía.

  Tras despedirnos de él y salir a la calle todavía estábamos en shock, todo había sido surrealista, parecíamos estar inmersos en una película. Yo seguía mirando la factura que me había modificado añadiendo diez mil euros más al montante y Leo giraba una y otra vez la tarjeta de presentación que le había entregado.

—¡Madre el amor hermoso, pero qué guapo es! ¿De verdad existen hombres así? — Mi madre nos bajó a la tierra con su intervención, aunque por sus palabras, parecía que ella seguía en otra dimensión.

—¡Tata! — la cortó Leo.

—Cielo no te enfades, tú siempre serás mi chico preferido. — Se excusó mamá.

—¿Visteis que ojazos? ¿Serán reales? —Intervino Rebeca que parecía seguir vagando por las nubes.

—¿A que sí mamá? Yai en serio, tenemos que buscarte otro apelativo… —dijo mi morenazo en un tono que pretendía, sin éxito, sonar serio. — Jodido Dios Vikingo ¡Cómo no!, tenía que estar forrado.... — Continuó ironizando mientras miraba de reojo la factura que yo tenía en mis manos.

—¿A qué se dedica el guaperas? — Preguntó mi padre.

—Aquí dice que es abogado. — Contestó Leo leyendo la tarjeta que Érik le había dado.

—¿Abogado? Bueno, esto ya es el colmo de la madre de todas las conspiraciones... ¡Vosotros dos! aclaraos de una vez porque quiero un nieto, así que poneros las pilas que ya me encargaré de que ese sí me salga bombero. — Nos señaló Tomás totalmente frustrado.

  Creo que a día de hoy todavía nos duran las agujetas de todo lo que nos reímos con su intervención. Al final la escapada a Madrid había sido muy fructífera y supuso el comienzo de algo en lo que volcaría toda mi ilusión, entre todos me dieron el empujón que necesitaba.

Los colores del arcoíris©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora