No quiero sentir, esas palabras me habían dejado tocado. Después de ese día no volví a sacar el tema esperando a que ella se abriese a mí, el problema es que eso tampoco pasó y eso que durante unas semanas todavía continué curándole las heridas, comprando también unos aceites para hidratarle bien la piel y evitar que le quedasen cicatrices.Comencé a buscar información sobre la depresión, me daba miedo que ese fuese el problema. Por un lado quería hablar con su madre porque estaba muy preocupado, pero por el otro, si se lo contase, algo me decía que Yai se derrumbaría por completo, adoraba a su madre y su mayor temor era preocuparla o decepcionarla, tenía que salir de ella hablar con tata, si lo hacía yo se iba a sentir traicionada y lo que es peor, fracasada. Así que decidí vigilarla e intentar por todos los medios que confiase en mí, tenía que darse cuenta de que necesitaba ayuda.
Tampoco había olvidado cuando reconoció haber perdido la virginidad con Dani. Fue un duro golpe para mi ego, pero nada en comparación con el que se llevó mi corazón, noté como se me rompía en mil pedazos, aunque tuvo que recomponerse a marchas forzadas porque Yai me necesitaba, lo que yo sintiese no importaba, en ese momento lo primordial era ella, mi pequeña.
Con Dani fuera de las quinielas tenía la esperanza de que se acercase un poco a mí, pero como todo con respeto a ella en los últimos tiempos las cosas no salieron como esperaba. Comenzó a andar con unos de mi clase famosos por meterse en peleas y hacer el canelo con las motos, ya empezaba a descartar la depresión como problema, salía y se relacionaba con la gente con una facilidad que jamás había tenido. Lo que pasaba es que parecía no ser ella misma, ¿sería eso?, ¿no se gustaba cómo era? Casi me parecía imposible, ¡Si era la persona más impresionante del planeta!
Para no salir tanto con mis amigos usaba la misma excusa que había utilizado con Yai meses atrás y, bajo el pretexto de que tenía que estudiar, me quedaba en casa. La verdad es que Patricia cada día me hartaba más, no me dejaba espacio casi ni para respirar, me daba la vuelta y ahí estaba pegada a mí, me preguntaba qué había visto en esa chica si no teníamos nada en común, su única preocupación era si los tacones le iban a juego con el bolso, odiaba cualquier tipo de deporte que le hiciera sudar y le estropease el maquillaje, criticaba a cualquier ser humano que se cruzase con ella porque se creía por encima de todo el mundo, era todo lo contrario a mí y a mi... y a Yai ¿En qué momento la había dejado tirada por alguien tan opuesto a nosotros?
Me reprochaba todos los días el haber sido tan imbécil y haberme dejado llevar por una estúpida popularidad que me dio aires de grandeza, quería pensar que solo estaba enfadada, que lo único que pretendía era darme una lección y después todo volvería a ser como antes, bueno como antes no, yo deseaba que fuese mejor, que nuestra relación pasase al siguiente nivel. Pero la realidad es que cada vez que me acercaba un paso, ella se alejaba dos.
Yo seguía dando vueltas y no llegaba a ninguna conclusión, bueno a una sí, que me había enamorado perdidamente de ella. A lo mejor es que siempre lo había estado y solo me di cuenta cuando ya se había ido.
El caso es que tampoco la veía feliz, un aura oscura parecía rodearla siempre, lejos había quedado la chica alegre de arcoíris. La situación me estaba superando, ¿quién soportaría ver cómo la chica a la que quieres se apaga poco a poco sin poder hacer nada al respecto?
Su imagen pública también caía en picado, después de lo que Dani fue diciendo y al estar siempre rodeada de chicos, los chismorreos estaban al orden del día, la catalogaron de facilona, bueno ese era el adjetivo más suave que le adjudicaron, y lo peor es que a ella parecía darle igual, a veces pensaba que tenía horchata en las venas.
Un día la vi fuera del instituto sentada, estaba con los porretas de su clase, mi paciencia ya estaba llegando a su límite, así que tenía que hacerla reaccionar, me daba igual quedar como un traidor si con eso la alejaba del precipicio del que no quería despegarse. Con paso decidido me acerqué.
—¿Qué haces aquí? — Le pregunté en tono serio y enfocando mi mirada a sus nuevos amigos.
—Yo podría preguntarte lo mismo— contestó como si no fuese con ella.
—No soy yo el que está aquí pasando el rato, fumando Dios sabe qué ilegalidad, con compañía poco recomendable— le reproché.
—Punto uno: yo no estoy fumando nada. Punto dos: mi compañía por lo menos tiene la decencia de no prejuzgar a nadie, a lo mejor es precisamente por eso que me gusta estar con ellos. Y punto tres: no eres mi padre para venirme con sermones...— El nivel de chulería aumentaba en cada punto.
—No, no soy tu padre, pero sí soy mayor que tú, así que sí, puedo darte sermones— la quería como no os podéis imaginar, pero en ese momento la hubiese estrangulado.
—No me jodas Leo, ¿qué vas ahora de hermano mayor?— Sí, dijo la palabra hermano y eso era lo último que pretendía ser. O yo me expresaba de pena o ella estaba más perdida de lo que creía...— Doce días, eres doce putos días mayor que yo, ¡pero si hasta dejé de usar pañales antes que tú!
—¿Sabes que te digo? Haz lo que quieras, es tu vida, pero no cuentes más con mi complicidad. Cuando tu madre me vuelva a preguntar, no le ocultaré nada. Si quieres acabar con tu futuro hazlo, pero yo desde luego que no te ayudaré más—. Ahí sí me había cabreado.
La situación se me iba de las manos, si decidía no volver a hablarme, perfecto. Pero sabía que esa amenaza le haría recapacitar y eso era lo importante. Sin esperar respuesta me fui y al girarme, ¡cómo no!, estaba Patricia esperándome.
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Los colores del arcoíris©
RomanceYaiza es luz y color, ha crecido en un entorno idílico que reúne todos los elementos necesarios para ser feliz; sus cariñosos padres, unos vecinos que la adoran y en donde, sobre todo, está Leo. Lo ocurrido en el primer año de instituto hará tambale...