Era treinta y uno de diciembre y con ello mi cumpleaños. Los Santana venían a cenar como todos los años a mi casa, y mi sorpresa fue mayúscula cuando los vi aparecer sin Yai, dijeron que se había quedado en el pueblo una semana más, porque como sabía de la fiesta que los de segundo habíamos organizado no íbamos a vernos demasiado, pero que me mandaba muchas felicitaciones y la propuesta de celebrar juntos a su vuelta nuestros diecisiete años.Me decepcionó el hecho de que no estuviese y tampoco me creí esa promesa, dado nuestros últimos encuentros me extrañaba bastante pensase eso y nuestros padres tampoco estaban al tanto de nuestra mala relación.
Algo de lo que se comentó sí me hizo sentir remordimiento de conciencia, yo había quedado en ir a una fiesta y en ningún momento la había tenido en cuenta a ella.
Durante la cena Susi comentó lo bien que le había quedado la boca a Yai desde que le habían retirado la ortodoncia, tenía los dientes perfectos pero parecía que aún no se había acostumbrado a esa nueva situación porque sonreía poco. Todos coincidían en que estaba muy guapa, pena que se empeñase en llevar un único estilismo, a modo de moño en lo alto de la cabeza, desde hacía semanas, pero se consolaban creyendo que ya se le pasaría, etapas de la adolescencia decían.
¿Ya no llevaba brackets? ¿Cómo es posible que yo no me hubiese enterado? Analizando bien la conversación, tampoco recordaba cuando había sido la última vez que la había visto sonreír, la misma chica que siempre había sido la alegría personificada. Vino a mi mente nuestro encontronazo en el puente de la Constitución, en el que también llevaba un moño ¿Por qué ya no se soltaba el pelo si le apasionaba hacerse peinados con su larga melena?
¿Cuándo habíamos dejado de ser un binomio perfecto para convertinos en dos completos desconocidos?
Algo estaba mal y yo lo iba a descubrir, sabía que tenía gran culpa de aquella situación, ya que la había descuidado demasiado por una sospecha que tenía alguien completamente ajeno a nosotros y que ni siquiera estaba confirmada. Pero me prometí que eso no volvería a pasar, en cuanto volviese del pueblo iba a tener una conversación con ella y aclararlo todo, solo los dos, había que poner fin a aquel absurdo.
Luego de la cena me dirigí al local donde habíamos quedado para la fiesta, mi intención era hablar esa noche con Patricia y formalizar nuestra relación, ¿qué mejor manera de empezar el año que con una novia?
Para mi sorpresa, cuando llegué estaba acompañada de una chica, Raquel. Luego descubrí que era su hermana pequeña, de la que conocía su existencia pero a la que todavía no le había puesto cara. Iba en la misma clase que Yai, entonces la recordé, era una del grupo que estaba en la cafetería el día de la presentación riéndose de ella, afortunadamente no era a la que le había contestado mal.
Después de mi decepción inicial por ver mis planes frustrados, aproveché la situación para hablar con ella, a ver si así podía averiguar algo de lo que le podría estar pasando a mi mejor amiga:
—Así que vas en la misma clase que Yaiza ¿Os meten mucha caña los profesores? Porque se tira todas las tardes estudiando y no sale de su habitación— pregunté.
—Se nota un poco el cambio de la ESO al Bachiller, pero tampoco es para tanto, tú ya lo sabrás que pasaste por lo mismo. A lo mejor es que su inteligencia no da para más— dijo de forma muy altiva.
Me contuve como mejor pude para no responderle una grosería. Tenía suerte de que era la hermana de Patricia porque sino no sé cómo le hubiese contestado. De todos modos, algo me debió de notar ya que acto seguido volvió a hablar de una forma más humilde.
—O tal vez le pasa como a Sansón que con el corte de pelo perdió la fuerza. Tranquilo que seguro se le pasa— sin opción a réplica se marchó a buscar a unas amigas.
¿Había dicho corte de pelo? ¿Cuándo se había cortado el pelo? ¿Qué más me había estado perdiendo?
La noche no podía ir peor, mis remordimientos crecían por momentos y Raquel me había caído como el culo. Se me habían pasado las ganas de todo, así que poco después me excusé y marché, anulando así mis planes iniciales de lo que iba a ser el evento del año. Ya no estaba de humor, ya hablaría con Patricia en otro momento.
Los siguientes días me quedé en casa sin querer ver a nadie, cuando Patricia me llamaba para quedar le daba largas diciéndole que había cogido una gripe y que ya nos veríamos a la vuelta de vacaciones. La realidad es que, en ese momento, en mi cabeza solo cabía un nombre y no empezaba por P precisamente.
No paraba de darle vueltas a todo lo ocurrido en los meses anteriores, quería buscar respuestas, estaba seguro de que algo le había pasado a Yai, algo que sin duda no era bueno y me mataba pensar que no había estado a su lado.
En otra época hubiese estado al corriente de todo, ella habría corrido a contarme lo que le sucedía y juntos hubiésemos afrontado lo que fuese. Un momento, ¿corriendo? Sí, hubo un momento en el que vino a buscarme corriendo, en los pasillos del instituto y yo le di largas, tratándola poco menos que como a una desconocida.
Sé que no es excusa, pero estaba Patricia delante y llevaba tiempo recriminándome por estar tan pendiente de Yai, según ella estaba enamorada de mí y con mi actitud solo le daba más esperanzas, por eso fui un poco más frío —aunque ahora, con perspectiva, la descripción se ajusta más a témpano de hielo—. También sabía de nuestras excursiones y rutas de senderismo, razón por la que había disminuido un poco nuestras salidas, hasta ese mismo día en el que Yai cortó por lo sano cualquier tipo de relación entre ambos.
¿Y si en aquel momento le había pasado algo y yo la ignoré como un imbécil?
Intentaba recordar todos los detalles, a ver si algo me daba un pista de lo que le estaba ocurriendo, a la única conclusión que había llegado es que, fuese lo que fuese, había un único culpable y ese era yo. Yo la había abandonado. No sabía si ella me lo iba a perdonar, pero por mi parte desde luego que iba a tardar mucho, si es que algún día lograba hacerlo.
Yai, mi niña... ¿Qué te había pasado?
Fue la semana más larga de la historia, el día de Reyes me lo pasé pegado a la ventana a ver si veía a los Santana llegar, no podía esperar más para verla, tenía que hablar con ella, le pediría perdón de rodillas, haría lo que fuese necesario, pero lo más importante es que necesitaba saber que estaba bien, porque lo contrario me torturaba.
A eso de las ocho de la tarde los vi aparecer, bajé corriendo como si mi casa estuviese en llamas y salí a recibirlos. Yai estaba muy cambiada, llevaba un gorro en la cabeza que le tapaba todo el pelo, iba vestida con pantalones y abrigo negros, jamás había visto ese color dentro de su armario y la verdad es que el cambio no me gustó mucho, esa no era ella. Algo me debió de notar porque tras los saludos me dijo:
—Hola Leo, ya ves, año nuevo, ropa nueva.
—Hola Yai, el dicho que yo recuerdo no es exactamente así. De todos modos, ¿dónde ha quedado nuestra chica arcoíris?
—Bueno, teniendo en cuenta que si mezclas todos los colores sale el negro, técnicamente sigo siéndolo— guiñó un ojo de forma bastante sarcástica.
Luego saludó a mis padres y se disculpó por lo de Fin de Año, a mí me dio dos besos y me felicitó con retraso por mi cumpleaños. Sabía que lo hacía porque estaba todo el mundo delante, la conocía demasiado bien, como para no darme cuenta de lo incómoda que se sentía.
—Cuando puedas necesitamos hablar, bueno, mejor dicho, necesito hablar contigo— dije cuando quedamos un poco apartados del resto, para que no nos oyesen.
—Ya habrá tiempo, ahora estoy cansada del viaje, nos vemos en el insti si eso y si no, no te preocupes, somos vecinos, tan lejos no vivimos— respondió.
Hablaba con una seguridad fingida que no era propia de ella, tampoco me pasó desapercibida la pullita de lo de vecinos.
En ese momento ya no me cabía la menor duda de que algo gordo había pasado mientras yo miraba para otro lado.
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Los colores del arcoíris©
RomanceYaiza es luz y color, ha crecido en un entorno idílico que reúne todos los elementos necesarios para ser feliz; sus cariñosos padres, unos vecinos que la adoran y en donde, sobre todo, está Leo. Lo ocurrido en el primer año de instituto hará tambale...