Año nuevo, vida nueva. Ese era mi nuevo mantra.Con el dinero que me dieron por navidades y dado que estaba en el pueblo sin padres cerca, aproveché para hacer un cambio de look radical. Renové por completo el armario dejando atrás los colores, con lo que mi estilo pasó a ser más roquero, con ropa oscura y más ajustada. Muy ajustada para ser exactos. También me corté el pelo, lo justo para disimular el mechón que me faltaba, llegando aún así hasta casi la mitad de la espalda y como guinda del pastel me lo había teñido de negro, el nuevo color que me representaba. La verdad es que no parecía la misma, mis padres se llevaron una buena impresión al verme, luego los escuché decir algo sobre hormonas y adolescencia...
¡Cuán equivocados estaban!
Los Aranda también se sorprendieron cuando me vieron y eso que con el gorro de lana no llegaron a reparar en el pelo. Pero como dije anteriormente, la nueva Yaiza había llegado para quedarse.
Volví a clase, mi cambio desde luego no había pasado desapercibido, hubo comentarios de todo tipo. Cuando pasé al lado de las piji-pandi, como ya las había bautizado, Raquel se dirigió a mí:
—¿Has evolucionado de unicornio a novia cadáver?— Y para no perder la costumbre, todas sus esbirros se rieron a coro.
—Aquí el único cadáver que va a haber va a ser el tuyo como te vuelvas a dirigir a mí— contesté causando de inmediato un silencio sepulcral en el ambiente.
Acto seguido, intenté llegar primera al aula para sentarme atrás del todo, tampoco quería tentar a la suerte. Las miradas se multiplicaron por todos los frentes, pero entonces yo las sostuve, me obligué a mi misma a no apartarlas. Escuché algún murmuro y armada de valor les pregunté si tenían algún problema, desde luego que no iba a permitir que me hundiesen de nuevo.
Más tarde, en los pasillos, vi a Leo y a la inseparable sombra que siempre le acompañaba, cuando me vio se quedó en shock, imagino que se debió al nuevo color de mi melena. Al pasar por su lado, uno de segundo empezó a silbar y decir algo sobre mi culo, en un arrebato lo agarró de las solapas de la cazadora y le retó a que lo repitiese, la cara de Patricia era un poema.
La situación se me antojó muy satisfactoria, resultaba que se volvía a preocupar por mi existencia, el mismo que me había estado evitando durante meses porque se avergonzaba de mí.
—Tranquilo vecino que me espantas a un admirador, mejor ve con tu chica que parece que se ha quedado catatónica— se sorprendió ante mis palabras.
Luego se acordó de que Patricia estaba allí y cuando la miró aproveché para tirar del chico y soltarlo de su agarre.
—Hola, me llamo Yai ¿Y tú?— acorté mi nombre a propósito sabiendo que eso le dolería, ya que él era la única persona que me llamaba así y quien, hasta la fecha, yo había permitido que lo hiciese.
—Dani, pero tú puedes llamarme como quieras— respondió.
Me alejé con él mientras Leo se quedaba atrás pálido.
Dani iba en segundo pero en distinta clase que él, también era de los populares, pertenecía al grupo de los malotes rompe corazones. Que se fijase en mí me dio una inyección de autoestima, la misma que hacía tiempo había perdido, así que cuando me propuso intercambiar números de teléfono y quedar algún día, accedí.
Aquella misma tarde Leo vino a casa, desde nuestro encuentro de la mañana lo notaba afligido, una pequeña parte mala y perversa de mí se alegraba, un poco de su medicina tampoco le venía mal.
—Hola Yai, ¿quieres ir a dar un paseo? Necesito hablar contigo, en realidad creo que los dos deberíamos hablar— prácticamente suplicó.
—¿Te ha dejado plantado la churri y por eso te acuerdas de mí?— contesté con ironía sabiendo que le iba a escocer.
—No es mi churri y no, no me ha dejado plantado. Llevo días comiéndome la cabeza, soy consciente de que esta situación es por mi culpa y me di cuenta muy tarde, solo quiero arreglarlo. Por favor, no me alejes de ti.
—Me sorprendes Leo, espera ¿cómo era? ¡Ah sí! Yo te quiero mucho, pero no de esa manera— repetí, muy sarcásticamente, sus palabras de cuando pensó que estaba enamorada de él.
—Lo siento fui un gilipollas, ¿vale? Habla conmigo y solucionemos esto, por favor...
—¿Qué pasa? ¿Ya no te avergüenzas de mí?— Pregunté con resentimiento, era un tema que todavía me quemaba demasiado por dentro.
En cuanto esas palabras salieron de mi boca, puedo asegurar que sentí como, literalmente, se le paró el corazón.
—¡Dios mío! ¿De verdad piensas eso?— Su cara en ese momento era la viva imagen del dolor— Yo nunca. Jamás. Me avergonzaría de ti. ¿Qué nos ha pasado? Por favor Yai, concédeme una conversación para aclararlo todo....
Me pesaba verlo tan triste y rogando, que yo le quería mucho era cierto, cuando estaba a punto de claudicar, un escozor en los costados infectados me recordó todo lo que mi cuerpo había tenido que sufrir para poder sobrevivir durante aquella temporada, mi corazón se congeló de nuevo y con un semblante frío contesté:
—Otro día, hoy he quedado con Dani —mentí.
—Sé que ahora mismo no tengo ningún derecho, pero ten cuidado con Dani, no quiero que te hagan daño— dijo con sumo pesar.
—Llegas tarde, ya me lo hicieron— sentencié y me subí a mi habitación sin poder mirarle a la cara.
Lloré mucho, la nueva Yaiza no me gustaba. Yo jamás hubiese dejado a Leo tan abatido y hundido, me estaba engañando a mí misma yendo de castigadora por la vida, ese no era mi estilo.
Yo solo pretendía evitar sentir pero el efecto conseguido fue el contrario. Hacerlo con más fuerza.
Me arañé los brazos con bastante fuerza y el escozor ahuyentó los sentimientos que luchaban por volver a mí. Solo entonces pensé con claridad, tenía que seguir adelante con mi cambio. Era lo que todos habían querido, ellos me habían convertido en esa persona fría, no podía permitirme flaquear y tener emociones.
Y eso, con Leo cerca, era prácticamente imposible.
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Los colores del arcoíris©
RomansaYaiza es luz y color, ha crecido en un entorno idílico que reúne todos los elementos necesarios para ser feliz; sus cariñosos padres, unos vecinos que la adoran y en donde, sobre todo, está Leo. Lo ocurrido en el primer año de instituto hará tambale...