Interludio 10 - Lo que depara el futuro

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—Terian

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—Terian.

Al escuchar su nombre la joven levantó el rostro de los papeles que tenía sobre el escritorio y encontró a uno de sus subordinados entrando a su oficina.

—¿Está hecho? —preguntó ella.

—Envuelto como un presente de mañana santa y atado a una tonelada de rocas. Ni los dioses podrán sacar su asqueroso cadáver del fondo del océano.

—Bien.

Ella asintió y suspiró con alivio. A pesar de que se había encargado personalmente de ese inquisidor, Terian no estaba segura de cómo lidiar con sus restos. Debían deshacerse de todo pues no estaban seguros de si podían rastrearle o si sus huesos serían tóxicos para el medio ambiente.

Poco después otros subordinados entraron a su oficina para reportar sobre la misión que les dio para borrar todo rastro de la visita del inquisidor.

Una vez comprobó que todo estaba en su lugar comenzó a entregarles a los tres hombres ante ella diferentes papeles, ordenes que debían llevar a cabo en su ausencia e indicaciones para posibles emergencias.

Ninguno era tan idiota o tan ingenuo como para no saber qué hacer, no necesitaban una niñera, pero todos admitían que estar sin el líder podía traer problemas, especialmente si no sabían por cuánto tiempo.

—¿En serio tienes que ir en persona? —le preguntó uno de ellos, como guiado por la incertidumbre de todos los demás.

—El rey de Faraís no se pondrá muy contento cuando sepa que mandé a una de sus monstruosidades al fondo del océano —dijo ella—. Tengo que redirigir su atención.

—Pero no tiene autoridad sobre Raolk. Si envía más gente podemos-...

—No esperes que ese lunático juegue limpio. Y ninguno de los dioses va a echarnos una mano. Almeric no volverá, y nada es seguro sobre su hermano menor.

Sus subordinados cerraron sus bocas y todo intento por seguir discutiendo murieron en segundos.

Terian escribió unas últimas notas y luego cerró la maleta que tenía a un costado en una segunda mesa. Una maleta amplia que tenía en su interior ropa, un par extra de botas y otros objetos cubiertos en tela.

—Pretendo volver —dijo ella tras ajustar el seguro de su equipaje—. Pero pretender y lograrlo son cosas diferentes.

—Jefa...

—Hay cosas ocurriendo allá lejos, donde los dioses están metiendo manos y Almeric es uno más moviendo fichas. Nosotros no somos así —todos la miraron fijamente—. Nosotros solo somos un puñado de ratas callejeras que tuvieron un poco de suerte en encontrar un techo y gente igual de sucia.

Terian bajó la maleta, la dejó en el suelo y enderezó la espalda al encarar al grupo, rostros viejos y jóvenes, familiares y tan conocidos como las palmas de sus manos.

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⏰ Última actualización: 9 hours ago ⏰

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La Balanza de Itier | El Legado Grant IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora