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Después de limpiar el desastre que provoqué en el laboratorio de Química, el resto de la clase pasó realmente tranquila, de hecho, salvo por los innumerables intentos de Katherina por seguir hablándome, no pasó nada más interesante

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Después de limpiar el desastre que provoqué en el laboratorio de Química, el resto de la clase pasó realmente tranquila, de hecho, salvo por los innumerables intentos de Katherina por seguir hablándome, no pasó nada más interesante.

Y de igual forma pasamos las horas posteriores. Curiosamente compartía con la chica gran parte de las asignaturas, y parecía ser que le había caído en gracia, pues no se había separado de mí en toda la mañana.

De hecho, si no fuera por mis hiperdesarrollados sentidos, habría considerado que podría ser una cómplice de mis numerosos enemigos, sin embargo, era humana, humana. Estaba cien por ciento segura de ello.

En ese momento que la tercera hora había terminado y nos dirigíamos al comedor, le dediqué una rápida mirada por el rabillo de mi ojo para ver la tranquila sonrisa de sus labios.

¿Y si era una cazadora? Podría ser, ¿no? No, no creía que fuera esa la razón de que se hubiera pegado a mí como una lapa, pues no recordaba que ninguna familia de cazadores que se apellidara Fields.

—Puedes llamarme Kath —comentó repentinamente, haciendo que elevara mis dos cejas.

—A mí me suelen llamar Lie —murmuré, siendo incapaz de contener la confusión de mi rostro.

—De acuerdo, Lie —continuó ella—. ¿Por qué he tenido que ayudarte a salir de la clase de Química?

Esa pasmosa tranquilidad con la que habló me hizo atragantarme con mi propia saliva, lo que me provocó un fuerte ataque de tos mientras ella golpeaba suavemente mi espalda.

—No es conveniente que lo sepas —respondí una vez logré tranquilizarme, esbozando una peligrosa sonrisa—. Tendría que matarte después.

—Guau, tranquila, chica —comentó ella con humor.

Una leve risilla se deslizó de mis labios cuando ella alzó sus manos hasta ambos lados de su cabeza en son de paz sin borrar esa socarrona expresión que adornaba su rostro.

—Ya no quiero saberlo —se burló, haciendo que negara suavemente con mi cabeza.

Y antes de que pudiera decirle algo más, agarró mi muñeca entre mis dedos y me arrastró con ella por los abarrotados pasillos hasta uno de los baños.

¿Qué demonios pasaba con esta tipa? ¿Acaso estaba loca? Por Odín... Bastante tenía ya con Beth como para sumar una loca más.

En escasos segundos nos encerró en el baño, cogió un trozo de papel y limpió la encimera del lavabo, provocando que fuera imposible no fruncir mi ceño ante sus acciones. Sin embargo, a medida que mis ojos observaban sus acciones mi boca se iba abriendo más y más hasta prácticamente rozar el suelo.

Con una maestría envidiable, sacó una bolsita de plástico del bolsillo interior de su chaqueta y esparció el contenido en una perfecta línea, línea que tardó segundos en desaparecer por una de sus fosas nasales.

The Last Sacrifice |Derek Hale x OC|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora