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Si alguien me dijera que estaba a punto de ir a una fiesta voluntariamente me reiría en su maldita cara, pero no

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Si alguien me dijera que estaba a punto de ir a una fiesta voluntariamente me reiría en su maldita cara, pero no... ahí estaba yo, en la puerta de la casa de Katherina, enfundada en mis pantalones de cuero sintético, un crop top de encaje blanco y mis altos botines marrones.

Tras varios segundos de espera, volví a tocar al timbre.

¿Por qué demonios no me abrían si estaban dentro los cuatro?

—Ya va, ya va —se quejó Katherina desde dentro.

Cuando la puerta se abrió y frente a mí apareció Luke, con su cara pintada de blanco y una peluca roja en su cabeza, abrí mis labios desmesuradamente y me llevé una mano al pecho, consiguiendo que el niño riera alegre antes de abrazarse a una de mis piernas.

—¡TRUCO O TRATO!

—¡La vas a manchar, Luckie! —dijo Kath, apoyándose en el marco de la puerta y enfundada en un conjunto rojo apareciendo al fondo del pasillo.

—No hay problema —comenté, colocando mis manos en las blancas mejillas del niño, riendo suavemente al ver cómo él le sacaba la lengua a su hermana—. ¿Estás lista?

—Siempre —se limitó a decir Kath antes de asomar su cabeza al salón y despedirse de sus padres.

Mientras tanto, yo me arrodillé frente al niño y analicé su disfraz de arriba a abajo silbando suavemente.

—¿Sabes quién soy? —preguntó Luke estirando sus labios en una amplia sonrisa.

—Creo que eres Pennywise —comenté con tranquilidad antes de que el claxon de mi coche martilleara mis oídos, obligándome a rodar los ojos—. El Pennywise más guapo del maldito condado.

—No digas palabrotas, Lie —susurró él antes de mirar por encima de mi hombro y sacudir con energía su mano hacia mis Betas, que rumiaban impacientes en el Audi—. ¿Quieres caramelos?

Él no me dejó responder, simplemente se adentró a la casa y rio con fuerza, volviendo a aparecer en segundos con su madre a la rastra, quien me dedicó una hermosa sonrisa antes de besar mis mejillas con delicadeza.

—Estás guapísima, Cielo —susurró la mujer antes de coger un gran tazón lleno de chocolatinas, obligándome a coger un puñado, lo que hizo que mis mejillas se sonrojaran sutilmente—. Cuida de Katherina, ¿de acuerdo?

—Dalo por hecho, Nora —aseguré, esbozando una radiante sonrisa.

En ese momento Kath se acercó a nosotros y besó la mejilla de su madre antes de envolver mi mano con sus dedos y arrastrarme hacia el Audi.

—¡Volveré pronto! —chilló la morena, dedicándome una pervertida sonrisa—. Vas muy caliente...

—Como tú... Pervertida.

Fue imposible contener la carcajada que escapó de mis labios cuando ella compuso una orgullosa expresión, haciendo que negara con mi cabeza antes de abrirle la puerta de los asientos traseros del Audi para que se sentara sobre las piernas de Beth mientras yo me apresuraba a acomodarme en el asiento del conductor.

The Last Sacrifice |Derek Hale x OC|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora