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—Ya están aquí

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—Ya están aquí.

El burlón susurro de Kali llegó a mis oídos, haciendo que llevara mi atención hacia ella para ver cómo pasaba la punta de su lengua por su labio inferior y después de esa acción, saltaba hasta lo alto de una columna, enganchándose a ella con sus garras cual mono, lo que me hizo rodar los ojos.

Había que reconocer que la mujer fea no era... Al César lo que es del César... Pero esas actitudes de matona callejera... de animal sin modales, le quitaban todo el encanto que pudiera ganar con su físico. Porque, a ver... ¿Qué necesidad había de ir descalza las veinticuatro horas del día? Vale que te facilitaba las cosas a la hora de pelear, pero ahí se quedaba todo... Por lo demás, era algo terriblemente desagradable.

Saliendo de mis pensamientos, permanecí en la misma posición sin mover ni un solo de mis músculos mientras con mi mirada observaba cómo la manada de Alfas se ocultaba de los ojos de nuestros invitados, y era Deucalion el único que permanecía en la mitad de las escaleras metálicas para darles la bienvenida.

—No has venido solo —comentó Deucalion haciendo evidente lo obvio.

De forma incontrolable los nervios comenzaron a surgir en mi bajo vientre, provocando que me cruzara de brazos bruscamente y tamborileara con mis dedos en mis antebrazos, buscando liberar de algún modo la tensión que comenzaba a invadir mi cuerpo.

—Él es Isaac —informó Scott.

—No me estoy refiriendo a Isaac —comentó tranquilo Deucalion mientras yo me dedicaba a regular mi agitada respiración.

—¡Sabías que iba a hacer esto! —habló de nuevo Scott—. Derek, no... No puedes hacer esto sin que alguien salga herido. Si alguien muere...

—Sí, él —intervino Derek, provocando que con tan solo escuchar su voz el corazón bombeara a mil por hora en mi pecho—. Sólo él.

—¿Sólo yo? —preguntó con sorna Deucalion—. A ver... ¿Cómo un hombre ciego puede encontrar su camino en un lugar como éste... Él... sólo?

Con tan solo esas palabras, la manada de Alfas hizo progresivamente su aparición, por lo que sabiendo que era el momento de actuar, saqué un nuevo cigarrillo y me lo llevé a los labios mientras encendía repetidas veces el mechero, provocando que el repiqueteo de la ruleta del objeto rompiera el insoportable silencio que se había producido en esos momentos.

Ahora que lo pensaba... Últimamente fumaba muchísimo más de lo que acostumbraba... ¿Tendría algo que ver con la racha de mierda que llevaba?

Haciendo resonar los tacones de mis botines caminé lentamente hasta las escaleras donde se encontraba Deucalion, saliendo de la oscuridad y colocándome en el punto más alto, terminando por encender el cigarrillo con el mechero sin poder desviar mis ojos de la dura expresión de Derek.

—¿Qué haces tú aquí?

Fue Scott el primero en romper el momento melodramático, consiguiendo que mis labios se estiraran en una cínica sonrisa mientras intentaba regular los intensos latidos de mi corazón, que bombeaba con tremenda energía en mi pecho.

The Last Sacrifice |Derek Hale x OC|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora