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Cuando la intensa luz golpeó mis párpados, me obligué a abrirlos, sorprendiéndome al reconocer la habitación

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Cuando la intensa luz golpeó mis párpados, me obligué a abrirlos, sorprendiéndome al reconocer la habitación. No recordaba haber venido hasta el cuarto de Elizabeth... Además, ¿dónde coño estaba ella?

Un sonoro ronquido me dio la respuesta que buscaba, provocando que me sentara en la cama y centrara mis ojos en la figura de la pelirroja, situada a los pies de la cama y encogida en un ovillo.

—Beth —la llamé golpeando suavemente su costado con mi pie sin recibir ninguna respuesta de su parte—. Beth —insistí, repitiendo mi actuar otras tres veces hasta que ella decidió despertarse y revolverse bruscamente hasta caer al suelo—. ¿Qué demonios pasa contigo?

—Lie —susurró ella, asomando su rostro por el borde de la cama, haciendo que alzara una de mis cejas al ver su deteriorado aspecto—. ¿Cómo te encuentras?

—¿Cómo me voy a encontrar? Pues bien —me limité a decir.

Encogiéndome de hombros, saqué mis pies de la cama para ponerme de pie de un ágil movimiento, estirando mi espalda agarrotada, dejando escapar un quejido cuando un fuerte dolor surgió en mi abdomen y espalda.

Mis dedos con rapidez levantaron la amplia camiseta de Viggo y observé incrédula el gran vendaje que adornaba mi abdomen antes de dedicarle una interrogante mirada a mi Beta, quien me observaba con sus ojos bañados en lágrimas.

—¿No recuerdas... nada? —susurró ella, provocando que mi ceño se frunciera levemente.

¿Recordar?

Forzando a mi cerebro, busqué en mi cabeza qué demonios era lo que debía recordar... Hasta que rápidos flashes de lo que hasta ese momento pensé que solo había sido una tétrica pesadilla se sucedieron en mi mente, provocando que mis ojos se anegaran en lágrimas y una ola de sudor frío recorriera mi espalda.

Te está buscando a ti.

Pero... ¿Por qué está mirando a Viggo de esa manera?

Eres una maldita mosca molesta.

Tiene toda la intención de matarnos... ¿Te concentras?

—¡Te mataré! ¡TE MATARÉ, HIJA DE PUTA!

—No... —susurré.

Llevándome ambas manos a la cabeza, enterré mis dedos entre mi pelo, clavándome las uñas en el cuero cabelludo, deseando que fuera una broma. Una broma de muy mal gusto.

—Dime que no... —mascullé, enfocando a Beth con mi distorsionada mirada—. ¡DIME QUE NO ES VERDAD!

—Lie... —murmuró Beth con las lágrimas corriendo por sus mejillas.

—Dime que no es verdad —sollocé.

Rindiéndome al intenso y punzante dolor de mi pecho, mantuve mis inundados ojos fijos en el congestionado rostro de Beth mientras las manos caían inertes a ambos lados de mi cuerpo y la enfermiza sensación de ser tragada por el enorme agujero que se estaba abriendo bajo mis pies se hacía insoportable.

The Last Sacrifice |Derek Hale x OC|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora