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Desde que había salido del loft no había podido dejar de darle vueltas a mi abrupta salida del lugar

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Desde que había salido del loft no había podido dejar de darle vueltas a mi abrupta salida del lugar. Si bien es cierto que había podido contener esa corta frase que se deseaba deslizarse de mis labios, igualmente deseaba poder decirle a Derek lo mucho que le quería sin ceder a cualquier emoción que pudiera nublar mi mente.

Sabía que había cosas más importantes en las que pensar en ese momento, pero era imposible centrar mi atención en otra cosa.

Pero no podía.

Cuando la puerta del copiloto se cerró de un sonoro golpe, giré mi rostro hacia Katherina, quien acababa de sentarse a mi lado, y le dediqué una tirante sonrisa que provocó que ella inmediatamente frunciera su ceño.

-¿Qué te pasa? Esa es la ropa de ayer noche... ¿No te has cambiado?

-Nada -murmuré, volviendo a poner el coche en marcha.

-Ya, claro. ¡Empieza a hablar!

-Quiero a Derek.

Tras mi escueta afirmación, el interior del coche se sumió en un profundo silencio antes de que una estridente carcajada por su parte retumbó a nuestro alrededor, lo que me hizo arrugar los labios en un puchero antes de dedicarle una avergonzada mirada.

-Perdona, perdona -jadeó ella, llevándose una mano al pecho-. ¿Puedes decirme algo que no sepa?

-Que te den -mascullé.

Ella volvió a reír, haciendo que rodara mis ojos antes de detener el coche frente a un semáforo en rojo.

-No entiendo cual es el problema -insistió.

-Yo... Se lo he dicho varias veces, pero siempre estaba enfadada o... triste -murmuré ofuscada-. Y por una vez me gustaría decírselo, pero decírselo de verdad, sin estar enfadada. Solo... quiero decírselo y que lo sepa, que sepa que es verdad.

-Bueno, solo tienes que sentirte preparada -dijo ella, dedicándome una suave sonrisa-. No sentirte obligada y eso...

-Odín... Salí corriendo como una maldita rata -volví a susurrar.

Escuchando las para nada disimuladas risillas de mi acompañante, rodé mis ojos y me puse de nuevo en marcha hacia la pastelería del centro de la ciudad, donde le compré un pequeño detalle al entrenador, y finalmente conduje hacia la escuela.

Una vez llegamos a nuestro destino, detuve el motor del coche y cogí mi bolso del asiento trasero dispuesta a ir a clase, pero cuando Kath no se movió de su posición, subí mis ojos hacia ella y estiré mis labios en una sonrisa.

-¿Puedo hacerte una pregunta?

Ante el pacífico tono de su voz, asentí con mi cabeza y volví a acomodarme en el asiento, esperando a que ella continuara.

-¿Cuál es el problema de que le digas a Derek que le quieres? No es como si estuvieras mintiendo...

Tras una larga pausa, ignoré los cada vez más acelerados latidos de mi corazón y dejé escapar todo el aire de mis pulmones en un pesado suspiro, dispuesta a hacer público ese temor que martilleaba incansablemente en el fondo de mi cabeza.

The Last Sacrifice |Derek Hale x OC|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora