Cuando la jornada escolar terminó, Kath y yo salimos por la puerta principal y nos despedimos con un sutil gesto de nuestras manos antes de que ella se encaminara al cochambroso autobús y yo caminara lentamente hasta Ethan, que ya me esperaba sobre su moto.
Colocándome el casco, subí tras él y envolví su cintura con mis brazos, todavía sin poder creerme que mi hermano aceptara a que fuera el Alfa quien me llevara a casa.
En escasos minutos, Ethan detuvo la moto frente a mi casa, provocando que bajara de un salto y le agradeciera el favor con un asentimiento de cabeza antes de que él volviera a acelerar y se perdiera al fondo de la calle. Cuando desapareció de mi vista, giré sobre mis pies y me acerqué a la casa hasta llegar al salón.
—Hola —saludé en un susurro a Beth.
Ella me dedicó una diminuta sonrisa antes de palmear el sofá a su lado, provocando que me sentara junto a ella y subiera mis pies a la mesa mientras observaba cómo ella escribía algo con rapidez en un folio antes de dejar el bolígrafo encima de la mesa y girarse hacia mí con una amplia sonrisa en sus labios.
—¿Qué tal tu día? —preguntó suavemente, recibiendo un encogimiento de hombros de mi parte—. El mío ha sido una auténtica mierda... He tenido esta mañana examen de Filosofía del Derecho, un desastre. Suspenso seguro. Por cierto, ¿eres consciente de que en quince días es tu cumpleaños?
—Ni me lo recuerdes —murmuré, alzando una de mis cejas al ver cómo ella se revolvía emocionada en su asiento—. Ser un año más vieja no es motivo de celebración.
—Sí que lo es, sí —rio ella con fuerza, agarrando mis dos manos entre las suyas y dándome un fuerte apretón—. Ya que estamos pasando por una situación de mierda... vamos a celebrarlo por todo lo alto. Por si acaso es el último.
Una ahogada risilla se deslizó de mis labios cuando ella me guiñó uno de sus ojos, quitándole de esa forma la enorme importancia que tenían esas simples palabras. Porque quizás, aunque no quisiera reconocérmelo, había una alta probabilidad de que esa mujer pelirroja tuviera razón.
En ese momento, la puerta de la entrada se abrió dando paso a mi hermano, que en segundos apareció frente a nosotras con una leve sonrisa en sus labios. Yo esbocé una mueca similar al ver cómo se sentaba en el sofá libre y clavaba sus ojos en mi rostro.
—¿Qué has comido hoy?
Eso fue lo primero que preguntó, obligáncome a rodar mis ojos antes de darle una rápida repuesta y que provocó que él asintiera imperceptiblemente con su cabeza.
—El guardaespaldas que has elegido ha hecho un excelente trabajo —me limité a decir, refiriéndome a Ethan.
Cuando él dejó escapar una descarada risilla, apresé con suavidad mi labio inferior entre mis dientes y me recliné en el sofá hasta apoyar mi cabeza en él, hasta que recordé la charla del entrenador ese día.
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The Last Sacrifice |Derek Hale x OC|
Fiksi Penggemar¿Quién dijo que iba a ser fácil? Es obvio que cuanta más gente quieres más más esfuerzos tienes que hacer para protegerlos, pero no poder hablar... No poder hacer públicas tus intenciones puede ser el punto de inflexión en tu vida. Ha riesgo de perd...