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Mis ojos siguieron a las dos motos que se alejaron de nuestra posición mientras mis labios apresaban con fuerza mi labio inferior y mis dedos tamborileaban sin descanso en el volante

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Mis ojos siguieron a las dos motos que se alejaron de nuestra posición mientras mis labios apresaban con fuerza mi labio inferior y mis dedos tamborileaban sin descanso en el volante.

Lo conocía. Sabía que lo conocía... Yo conocía a ese tipo.

Esos ojos azules yo los había visto en otra parte.

—¿Qué ocurre? —preguntó Derek, rompiendo el tenso silencio que se había formado dentro de mi coche.

Yo no me molesté en contestarle, solo inspiré repetidas veces para despejar mi nublada mente y encendí el motor, dando un rápido giro para salir de allí lo más rápido posible.

—¿Qué es eso? —pregunté con suavidad, señalando la tarjeta que giraba entre sus dedos.

—Es su número de teléfono, por si alguna vez queremos contratar sus servicios —comentó él con tranquilidad.

—¿Hay algún nombre? —insistí.

Cuando recibí una negativa por su parte, solo pude chistar de nuevo con mi lengua.

Necesitaba más información. Necesitaba saber quién demonios era ese tipo.

—Ya hago yo las preguntas... —interrumpió Peter, metiendo su cabeza entre los asientos delanteros, provocando que rodara en el acto mis ojos—. Primero, ¿qué hacías aquí? Segundo, ¿por qué no has aparecido antes? Y tercero, ¿qué demonios vamos a hacer ahora?

—Primero, me llamó Deucalion... Segundo, he aparecido cuando me ha dado la gana, y tercero, yo voy a dormir... Vosotros podéis hacer lo que os dé la gana —zanjé prendiendo la radio, intentando de esa manera que el mayor se callara en el acto, cosa que evidentemente no funcionó.

—¿Qué relación tienes con ese grupo de cazadores? —volvió a preguntar Peter, haciendo que volviera a rodar mis ojos.

Tras largos segundos en los que no me molesté en responderle, él se rindió y yo aproveché para desbloquear mi móvil sin despegar en ningún momento mi atención de la carretera para abrir internet y buscar el hotel más cercano y barato.

Había recorrido las treinta horas que había entre Beacon y México sin detenerme más allá de cinco minutos para aliviar mi vejiga ocasionalmente.

No había dormido, no había comido y la adrenalina que me provocaba la situación había desaparecido, consiguiendo que mi cuerpo entrara en un estado prácticamente cadáver.

El incómodo silencio que nos rodeaba comenzaba a ser insoportable, por lo que di mil gracias a los Dioses cuando el motel de carretera apareció en la lejanía.

"México Bouclé" rezaba el gran letrero.

Ciertamente todos y cada uno de mis vellos se erizaron al ver las claras similitudes entre ese motel que se alzaba frente a nosotros y el maldito "Glen Capri" de hacía unas semanas.

The Last Sacrifice |Derek Hale x OC|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora