¿Quién dijo que iba a ser fácil? Es obvio que cuanta más gente quieres más más esfuerzos tienes que hacer para protegerlos, pero no poder hablar... No poder hacer públicas tus intenciones puede ser el punto de inflexión en tu vida. Ha riesgo de perd...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Llevándome una vez más el botellín de cerveza a los labios, observé las incontables botellas de alcohol perfectamente colocadas en las estanterías frente a nosotras, hasta que sentí cómo Beth clavaba con delicadeza su codo en mi costado.
—Ese tío te mira mucho —susurró ella.
Siguiendo la dirección de su mirada, me limité a mirar a aquel chaval que alzó su vaso en nuestra dirección antes de rodar mis ojos y volver a beber de mi cerveza.
—Dudo mucho que me esté mirando a mí —reconocí sin vergüenza.
Sin embargo, pocos minutos después aquel mismo chaval se levantó de su taburete y se acercó a nosotras con parsimonia hasta colocarse a mi lado.
Una de mis cejas se alzó cuando él le hizo un gesto al camarero, quien rápidamente volvió a poner frente a nosotras unos botellines, consiguiendo que todos y cada uno de los músculos de mi cuerpo se tensaran, alerta, pues era perfectamente capaz de distinguir ese peculiar olor que nos caracterizaba, a pesar de que ese tipo llevara encima litros y litros de colonia.
—¿Qué hacen unas chicas como vosotras en un sitio como este?
—¿Perdón? —pregunté incrédula, siendo incapaz de controlar las ganas de reír—. ¿De dónde has sacado esa frasecita? ¿Del manual del ligoteo de tu abuelo?
—Eso ha sido un poco ofensivo, guapa —se defendió él, esbozando una atrayente sonrisa—. Y no, no saqué esa frase de ningún lado. ¿Por qué mejor no nos dejamos de falsos rodeos?
—Yo no estoy rodeando nada —me limité a decir.
Bebiendo mi cerveza de un solo trago y agarrando la muñeca de Beth entre mis dedos, le dediqué una falsa sonrisa con mis labios y me encaminé a la puerta, dispuesta a alejarme de aquel tío lo más pronto posible.
—¿Qué pasa, Lie? —preguntó Beth cuando salimos a la calle.
Yo solo negué con mi cabeza y volví a ponerme en marcha, sin embargo, no habíamos dado más de tres pasos cuando la puerta del lugar se volvió a abrir y la colonia de ese tipo volvió a llegar a mis fosas nasales.
—Me llamo Seth Davis y me da la sensación de que somos más parecidos de lo que piensas —anunció ese chico, provocando que detuviera instantáneamente mis pasos.
—¿Tú que vas a saber? —comentó con humor Beth.
Muy lentamente giré sobre mis pies y fijé mis ojos en los de ese chaval, intentando tragar el grueso nudo que se había formado en mi garganta al ver cómo sus ojos azules eléctricos brillaban con intensidad mientras sus labios, estirados en una sonrisa ladeada, me dejaban ver sus afilados colmillos.
—Había oído hablar de ti, pero no te imaginaba tan joven —reconoció ese muchacho, retirando todo signo de licantropía de su rostro.
—¿Cómo... lo has sabido? —pregunté en un rabioso susurro, apretando con fuerza la mano de Beth entre mis dedos.