—Mira... no sé qué demonios es lo que te pasa, pero estoy segura de que esto te alegrará al menos unos minutos —masculló Kath.
Tras media hora de viaje en completo silencio, parecía que la chica sentada a mi lado había terminado de perder la paciencia, y yo solo podía observar con una de mis cejas alzadas cómo ella sacaba una bolsita de plástico del bolsillo interior de su chaqueta, se levantaba rápidamente para observar al entrenador y volvía a sentarse en segundos.
Con una habilidad increíble, sacó un billete de su monedero y una tarjeta de crédito y me guiñó un ojo antes de esparcir el polvo blanco de la bolsa sobre la pantalla de su móvil y hacer una raya que perfeccionó con la tarjeta de crédito.
—Sin dudar —susurró ella, tendiéndome el billete enrollado en un fino tubo con sus labios estirados en una diminuta sonrisa—. Te lo metes en la nariz, te tapas el otro orificio y disfrutas de esta maravilla.
—No es buena idea —murmuré, rechazando el billete con una mueca en mis labios—. Para ti.
—Hazte caso, mujer —insistió colocando una mano sobre mi cabeza, obligándome a agacharme—. Ten en cuenta que no suelo compartir muy a menudo...
—Yo...
—Hazlo —gruñó ella.
Rodando mis ojos, agarré dubitativa el billete que me tendía y esnifé con rapidez la solitaria raya antes de arrugar mi rostro en una mueca y frotar mi nariz con dos dedos mientras por el rabillo de mi ojo veía cómo ella sonreía ampliamente en mi dirección y volvía a formar una perfecta raya de polvo blanco en la pantalla de su móvil. Raya que ella misma esnifó antes de apoyar su cabeza en el respaldo del asiento.
—¿Es en serio? —rugió Ethan, provocando que le dedicara una mirada extrañada—. Primero dejas de comer y ahora te drogas como una puta yonqui... ¿Qué demonios pasa contigo?
—Primero, no eres su padre —intervino Kath—. Ella puede hacer lo que le venga en gana, estamos en un país libre.
Una de mis cejas se alzó del mismo modo que Katherina se levantó del asiento para encarar a Ethan, quien imitó sus acciones, sumiéndose de ese modo en una encarnizada batalla de miradas.
Y mientras esto sucedía, yo solo podía observar a ambos mientras intentaba contener a duras penas las ganas de echarme a reír en ese preciso instante.
—Y segundo... los yonquis consumen heroína... Esto era cocaína... CO-CA-Í-NA, y por una raya no te mueres... ¿Qué pasa? ¿Quieres una?
—¿Raya de qué?
La rumiada y seria pregunta del entrenador llegó a mis oídos desde el frente del autobús, provocando que mis mejillas se tiñeran rápidamente de un rojo tan intenso que podría competir perfectamente con un maldito tomate.
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The Last Sacrifice |Derek Hale x OC|
Fanfic¿Quién dijo que iba a ser fácil? Es obvio que cuanta más gente quieres más más esfuerzos tienes que hacer para protegerlos, pero no poder hablar... No poder hacer públicas tus intenciones puede ser el punto de inflexión en tu vida. Ha riesgo de perd...