•Segunda temporada• Capítulo 1 - "Ahogando penas"

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Me odié tanto tanto tanto tanto que han habido veces en las que cerraba los ojos con la ilusión de no despertar nunca más.

El tiempo transitó... Al parecer para todos, menos para mí, aún seguía estancada en lo que pasó y no en lo que estaba pasando. Entonces un día decidí mirar hacia adelante, y ahí vino la idea. Ya algo lejos, las heridas sanaron, físicamente, porque mi corazón seguía destruido y mi alma aún estaba opacada. Había logrado superarlo, en parte, pero pasa que a veces el destino se las ingenia. Una foto, un regalo, o simplemente una caricia que hace que las cosas vuelvan a tu cabeza, como aquel primer beso, o el paso de su mano sobre m mi piel. Cuando una sacude el cajón de los recuerdos, son los recuerdos los que terminan sacudiéndola a una. Y es ahí cuando volvés a caer, a hundirte, ahogándote en el pasado y retrocediendo a eso que te hizo tan mal. Las cicatrices se reforzaron, la sangre de mis muñecas volvió a salir, pero ya sin penas, ya sin angustia. Ya no era generarme dolor para acallar más dolor, era volver a sentir lo que era la tristeza en sí. Recordar lo que era sufrir, cortar mi piel viendo los momentos vividos, rasguñarme acordándome de todo lo que pasó. Estaba lejos de mi país de mi casa y de mi familia, pero no de mi pasado. Quería renovar mi aire y centrarme en nuevos proyectos, pero aún así habían noches en las que me dormía llorando. Eran Los Ángeles y había ido allí para perfeccionarme. Necesitaba distraerme, y lo que amé siempre fue el arte, así que empecé por ahí. Canto baile y esencialmente actuación, pensaba en mi futuro, porque por más que ser "hija de" tiene muchos beneficios, no por esto te abren cualquier puerta. Quería ganar mi propio terreno, así que por mi sueño iba, pero de él... Sus partes más oscuras también me acompañaron. ¿Quién diría que en busca de mi felicidad encontaría a quien tanto intentaba esquivar?

Estábamos allá por el 2012, mediados de año, y debía volver a mi país de origen, ya hasta yo lo deseaba. Extrañaba tanto mi entorno, por más que me recordara a él.

Sentí la calidez de mi hogar y la compasión de ese abrazo que me regalaban mis padres, pero... Mi sonrisa era un tanto fingida. Igual, simulaba que las cosas estaban bien, para que los otros creyeran que están bien, y para que yo intentara mentirme a mí misma que estaban bien. Sí, bien. Por eso la primera noche que pasé en Buenos Aires la pasé más despierta que dormida, mi cuarto estaba exactamente igual, y resulta que cuando me fui olvidé sacar el cofre lleno de telarañas de abajo de mi cama que guardé esa vez que volví tarde a casa.

A los siete hice una promesa, todo lo importante iba a ir allí, y, el día de mi cumpleaños número quince, justo cuando el día estaba por terminar, debía cerrarlo con llave y dejarlo en un lugar oculto, con todo lo preciado ahí adentro. Tendría que haberlo abierto a los dieciocho, pero les podría asegurar que Trinidad también lo abrió antes, así que no soy la única impostora aquí.

El punto es que, ambas guardamos las pulseras conjunto con la gargantilla. Las cosas que atesoraban las viejas maderas eran casi completamente iguales a las de la otra, todo lo que quedaba para siempre marcado en nuestras memorias eran locuras de ambas, aunque cada una también tenía sus cosas personales. Personales, ajá, he aquí mi sufrimiento.

Después de haber encontrado la oscura pulsera de plástico opaco y sonreír, me adentré más y ahí estaba la foto, lo último que guardé justo antes de ocultar la pequeña caja en mi habitación. Las imágenes vinieron a mí casi como una premonición, diecinueve de abril a la tarde, luchaba por mi merienda. Gané, a medias. Elegimos blanco y negro porque "quedaba mejor", mi sonrisa en el papel se calcaba ahora en carne y hueso, ¿cómo era posible reír mientras te destruías por dentro? Y es que por más de que sea horrible volver a eso, muy en el fondo sabés que fue tan putamente perfecto que, aunque lo negués a muerte, deseás volver a ese mismo instante en que las cosas estaban bien.

Así como juré no abrirla hasta ser mayor de edad, también juré hace unos cinco u seis minutos que no iba a llorar. Por ahora voy bien, por ahora. Tenía que pensar en otra cosa, ya me había torturado todo el viaje, necesitaba centrarme en mí.

Historia de dos corazones.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora