Capítulo 21 - "Las pulseras y el pañuelo"

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Dedicado a Celeee•

Y no sabía si llorar, no sabía siquiera si respirar. ¿Qué era ser fuerte? ¿Qué era el valor en estas situaciones? Sus ojos seguían clavándose en los míos acusadoramente, como espadas que ingresaban en mis pupilas para que de allí salieran más lágrimas, para que siga debilitándome, porque no existía en este mundo algo que me doliera más.

¿Qué era ver? Oscuridad no es ver, lo único que encontraba justo en ese momento era la sombra de su mirada, esa decepcionada, esa desilusionada, esa que yo misma acababa de destruir con la supuesta verdad.

||Es que, es verdad||

¿Qué significa esto de no poder mantenerme de pie incluso estando tirada en el suelo? ¿Quiere decir que aún puedo estar más abajo de lo que ya estoy?

Yo: perdón.

¿Habrá algo que mida mis abismos?

Yo: perdón, Juli, si pudiera cambiarlo lo haría.

Necesitaba saber si este era el punto más profundo de mi tristeza.

Julián: qué lástima que no.

Muchas veces, la confesión es más dolorosa que el mismo hecho. Aceptar, para luego ser juzgado después de haber guardado tanto tiempo ese algo por temor, temor certero, temor que te avisaba, que te invitaba a permanecer callada para no sufrir.

Hablé sin querer, hablé queriendo. Dije la verdad y también una mentira enorme, pero todo desembocaba en el mismo lugar, todo quedaba ahí, en la línea que conectaba su oxígeno con el respirado por mí. Y era horrible, me presionaba, me envenenaba de a poco. Era una lucha entre mi corazón ya difunto al cual se le daba ahora por tener un fantasma, y mi indignado cerebro que exigía hacer dar a saber sus argumentos, su versión. Yo no lo había abortado, pero sí lo había matado, y era lo mismo. Para mí era lo mismo, para Julián también, mi pecho lo sentía así. Y el razonamiento decía lo contrario, pero eran tres contra uno, creo que era hora de opacar los pensamientos. Bah... Ya lo había hecho. Ya había encerrado todo, menos mi llanto, el cuál fue interrumpido cuando la puerta de detrás mío se abrió y al simultáneo del costado izquierdo de la vereda aparecía un grupo de personas que... Sí, eran nuestros compañeros de trabajo. Jenny que salía de adentro se acercó a mí preocupada.

Jenny: ¿qué pasó? Julián... ¿Tenés algo que ver?

Él la miró.

Mariel: -llegando- pero primero deberíamos... -me miró asombrada- ¿Ori estás bien?

Ahora también teníamos encima las miradas de Mariel, Peter, Lola y Maxi.

Yo: solamente... Yo... Nada.

Jenny: sos un pelotudo.

Julián: ah, ¿estás de su lado ahora?

Jenny: sí, ¿algún problema?

Julián: fijate en dónde te metés, porque esta mina es una mierda -dio media vuelta-

Jenny: vos sos una mierda, ¡poco hombre! -le gritó mientras él se iba-

Yo: dejalo.

Lola: ¿qué pasó?

Yo: nada, nada. No pregunten, ¿sí?

Jenny: ¿querés pasar y que lo hablemos adentro?

Yo: necesito estar sola.

Historia de dos corazones.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora