Capítulo 44 - "Desorbitada"

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Dedicado a Lali Correas☀~

Tiré la cadena e higuienicé mi boca en el lavamanos. Seguramente esto era producto de todas las situaciones por las que había pasado. Mi estrés estaba en su máximo nivel, y entre mi estado depresivo y los pensamientos que me torturaban... Las ganas de seguir que tenía eran nulas. Y no, no siempre todo tiene que depender de un chico, o de tus amigos, o de tu familia. Hay oportunidades en las que tenés que pensar en vos, pero profundizando; a vos... ¿Qué te forma? ¿Qué te completa? ¿Qué te hace feliz?

¿Tu sonrisa es por lo que luchás? ¿Tu alegría?. ¿Acaso eso es vivir? ¿Salir a la calle y gritar que todo está bien? Sí, tengo ganas de gritar. Todo el odio que siento, eso es lo que quiero gritar. Y tal vez sí, tal vez empecé a ser dependiente. Pero es que... Cuando te enamorás de alguien, tu felicidad depende de ese alguien. No es porque lo decidás así, es de una forma inconsciente, obra del mismo destino. Todo está perfecto, hasta que te das cuenta de que en realidad las cosas pueden estar MÁS perfectas con su influencia. Y es ahí cuando tu estado de animo varía según la opinión del otro. Quizás lo que el resto del mundo diga no te importa, pero lo que él sí, y mucho. Algo que seguramente confiaste nunca hacer, juraste y recontra juraste que tus pensamientos nunca cambiarían y que jamás te verías modificada por la mirada de alguien. Pero aquí estás, ¿no? Dependiendo exclusivamente del otro.

Ya debía considerar volver al mundo, por más que no quiera.

Porque si él sonríe vos sonreís, si él llora vos llorás con él. Algo así como una "amistad", pero con una diferencia: esa sonrisa es por vos, y a esas lágrimas sos vos misma la que las seca, o las causa...

Entonces me decidí a levantarme del suelo y estirar por fin mis piernas, despegarme de esa pared que tantas oscuridades me había acompañado.

Uno es feliz es a cuesta del otro, y si pasa algo, lo que sea, los terceros tienen que borrarse del mapa.

Me ayudé del pequeño sillón de madera, cuando subí un baldazo de inestabilidad penetró en mi cabeza.

Es quién modifica toda tus emociones, y en viceversa.

Tuve que cerrar los ojos, seguramente era por no haber comido nada.

Pero cuando le das este poder a alguien, siempre olvidamos de que... Nos maneja a su gusto.

Al recuperarme bajé para buscar algún medicamento, mi mal estar se ponía cada vez más insoportable. Necesitaba algo para el estómago urgente, y alguna pastilla para calmar el dolor de cabeza también.

Hoy puede hacerte sonreír.

Cathy: ¡Ori! ¿Te parece invitar a Juli a cenar hoy aquí? -preguntó cuando yo ya tenía en mente regresar a mi cueva, pisando el tercer escalón-

Pero mañana puede hacerte llorar.

Yo: no estoy para nadie, ¿sí? -dije y luego continué subiendo las escaleras mientras el nudo en mi garganta volvía a afirmarse-

Cathy: ven aquí, cielo. ¡Mira lo que dejó el fin de semana para ti! Como recién volví del retiro no pude decirte antes.

Gemir del dolor.

Yo: -volteé- mamá, por favor. Quiero estar sola -mencioné con mi voz insegura-

Gritar de la bronca, todo en silencio.

Historia de dos corazones.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora