␦| ¿Quién? © ¿sookai/soogyu/yeonbin/taebin? ᭀ

Chapter Eight

Una semana.

Una semana de vómitos, una semana de dolores de cabeza.

Una semana más sin saber qué mierda hacía el padre de su hijo.

Su madre y padre no habían notado su embarazo y agradecía al mundo que no. Porque de lo contrario. No seguiría vivo.

Llevaba puesto un enorme suéter, temblando de frío y caminaba a paso rápido por los pasillos de la universidad.

Recibía miradas de burla, de asco, de pena.

Porque sí. Ya todo el mundo sabía que estaba en cinta y que no tenía alfa, ni marca.

—Pronto morirá.

—¡Por puta! —uno se atrevió a gritar.

Soobin se cubría los oídos. Era horrible.

Por fin estaba sintiendo como es que se sentía ser llamado así. Por fin tenía toda la carga en sus hombros y dolía el saber que en lugar de alabarlo por llevar esa gran responsabilidad, la mayoría lo abucheaba por ello.

Esa corta semana le había enseñado mucho.

Su vientre estaba levemente abultado.

Y odiaba verse así. Se sentía gordo. Feo. De todo.

Amaba tener sexo casual con cualquier alfa que se le insinuara, pero ahora no era ni atractivo para alguno, o ya ninguno se le acercaba.

"Porque una vez que te acerques un poco a aquel omega, ya tendrás toda la responsabilidad contigo. Cuidarás al hijo que lleva en su vientre."

Su vida universitaria perfecta se acabó desde que quien lo embarazó le inyectó su semilla.

Quiso insultar de nuevo a todo el mundo. Pero ya no podía.

Casi se acostumbraba a la burlas e insultos, pero de alguna manera siempre le hacían sentirse triste.

Sus amigos aún le ayudaban a encontrar a su abusador, pero no avanzaban en nada. O eso es lo que Soobin pensaba.

Y tenía razón. Puesto que tan solo habían filtrado tres salones.

Heeseung no había resultado ser el responsable, puesto que una vez el de hoyuelos lo olió; no sintió nada.

¿Se supone que debía de reconocer su olor, no?

Su omega debía de haberlo hecho.

—¿Antojos?

Soobin negó.

Mientras caminaba cabizbajo, sostenía el borde de su gran suéter color azul oscuro.

—Déjame, por favor.—murmuró.— No quisiera que hagan más rumores sobre mí. —espetó con amargura en sus palabras. Beomgyu apretó los labios. Por lo que aceptó sin más, y se retiró.

Corrió hacia el salón, el profesor ya estaba ahí para cuando llegó. Fue que se sintió peor.

—¿Otra vez tarde, Choi?

Tragó saliva.

—Siéntese de inmediato. —así concediéndole permiso, el azabache se dirigió a su sitio con todas las miradas puestas en él, y en su leve abultado vientre.

Llevaba solo una semana, ¿Cómo es que aquel engendro crecía de esa manera?

Todo el tiempo estuvo cabizbajo. A esa hora no tenía la compañía de los únicos amigos que le quedaban por la diferencia de horario, y era por ello que se sentía más sólo que de costumbre.