Capítulo 9.

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A D A R A.

Finalicé el Grand Jeté, giré sobre mi propio eje y seguí con el Arabesque, suspiré ya agotada, pero casi terminaba la coreografía por séptima vez, sonreí para finalizar con un Croisé Devant. Vi a mi abuela acercarse mientras la señorita Silvi, esperaba su opinión.

Silvi había sido mi profesora de ballet desde que tenía memoria, pero mi abuela ocupaba su lugar mientras Silvi vacacionaba. Luego, cuando volvía se convertía en una mera espectadora, una muy exigente que nunca quedaba complacida.

Suspiré y vi a la señorita Silvi sonreír ―Muy bien, descansa.

―Mantén postura ―contradijo mi abuela y obedecí cansada, se acercó detallando cada parte de mi cuerpo manteniendo la posición

Luchaba contra el cansancio y la pesadez que sentía mi cuerpo, tal vez no era una coreografía muy complicada, no si llevabas años estudiando ballet y lo disfrutabas, pero para mí cada paso era una carga porque nunca le había tomado cariño, sin embargo, no tenía potestad para contradecir a mi abuela. Era su voluntad y yo debía cumplirla.

―Estira el cuello ―indicó ―Esos brazos están flácidos, quiero ver su fuerza en la postura, demasiado rígidos, perfectos ―me rodeó y se detuvo en mi rostro ―Una buena bailarina mantiene la sonrisa por muy cansada que esté.

―Señora Alondra, creo que ya podría descansar, hoy ha...-

―Silvi, te pago para que la eduques y me traes esta coreografía tan simple e insípida ―se volteó hacia ella y por fin me relajé ―No te dije que descansaras, Adara ―regañó sobre su hombro haciéndome volver a la posición, lloriqueé en voz baja mordiendo mi labio

Aguanta solo un poco más.

―Señora, Alondra, usted me paga por hacer mi trabajo y parte de eso es trabajar con mi alumna y sus capacidades, agradecería que no se interpusiera, después de todo y con mucho respeto, la experta en ballet soy yo, no usted ―zanjó con el ceño fruncido y me miró con dulzura ―Descansa, cariño, hoy lo has hecho muy bien ―agradecí en un pequeño gesto y me senté en el suelo desabrochando las zapatillas

―Silvi, estás ansiando un despido ―volvió mi abuela

―Abuela, no ha dicho nada, solo estoy cansa...-

―¿Te parece que tu madre llegó a donde estaba cansándose?

―Pero...-

―Responde, Adara ―me observó haciéndome sentir pequeña, bajé la mirada

―No, lo siento, yo... lo haré mejor la próxima vez.

―Espero que sí, no puedes arruinar las coreografías de semejante forma ―aclaró enojada y abracé mis piernas observando el suelo de madera del estudio

―Lo siento, abuela.

―No me sirven tus lamentaciones, eres decepcionante sencillamente ―fue lo último que dijo antes de aclarar que se marchaba a una importante reunión de negocios

Silvi, comenzó a recoger sus cosas mientras yo terminaba de quitarme las incómodas zapatillas que tanto maltrataban mis pies. Suspiré y la vi acercarse, se sentó frente a mí.

Ella era tan hermosa, su cabello era color café y sus ojos verde olivo, era delgada, pero con músculo, tenía ese cuerpo característico de bailarina al que yo aspiraba algún día. Su sonrisa era muy dulce y sin duda hacía mis clases de ballet más llevaderas, sobre todo si mi abuela no estaba presente. Incluso a veces, me gustaba imaginar que no era mi profesora, sino mi madre la que me ayudaba a mejorar, y solo cuando me ponía más creativa llegaba a ese punto donde le decía que no me gustaba el ballet y ella me sonreía entendiéndome.

Mi razón para escapar {R. #2} ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora