Capítulo 20.

282 22 1
                                    

A D A R A.

Tomé una profunda respiración y avancé hasta la entrada donde el guardia me dejó pasar nada más verme, asentí a modo de saludo y al alzar la vista vi una nube de humo proveniente del jardín trasero, corrí con apuro y entré topándome con Renata, me miró con tristeza.

―Señorita yo... ―no me detuve a escucharla seguí corriendo hasta allí y me detuve de forma abrupta al ver el fuego

Mis... mis... mis libros.

―¡No!, ¡no!, ¡no! ―corrí hasta ahí y rodeé la fogata sintiendo mi rostro bañarse en lágrimas ―¡Ayuda!, ¡apáguenlo!, ¡Renata busca agua! ―pedí enternecida en llanto ―¡No, no, no!

Me acerqué tomando uno de los libros, chillé al sentir mi mano quemarse, lo aplasté con los zapatos y entonces unos brazos masculinos me alejaron de las cenizas. Me removí dejando caer lágrimas y desgarrando mis cuerdas vocales a gritos.

―¡Nooo!, ¡déjenme!, ¡nooo! ―sollocé sintiendo mis piernas aflojarse

―Suéltala ―sentí la voz de mi abuela y volteé en seguida viéndola ―Si quiere quemarse es su decisión.

Señalé el fuego con mi mano ardiendo ―¿Por-por qué lo hiciste?

―Creí que te habías ido, estaba liberando espacio ―respondió entrelazando sus manos

―No... no tenías ese derecho ―negué ―¡¿Por qué lo hiciste?! ―grité

―A mí no me alces la voz.

―¡Yo hago lo que me dé la gana! ―espeté con furia ―¡¿Por qué te gusta lastimarme?!, ¡¿por qué lo hiciste?!, ¡¿por qué quieres verme así?! ―sin verlo venir me dio una bofetada que me silenció y volteó mi rostro

―¡A mí me respetas, niña! ―exigió ―¡Esta casa no es un hotel para que vengas y vayas a tu conveniencia!, ¡cada uno de tus actos tiene consecuencias! ―apreté mi mano y solté un alarido al rozar la palma de la misma, al bajar la mirada encontré la piel al rojo vivo ―Yo te he dado todo lo que tienes y de la misma forma puedo quitártelo, así que comienza a pensar lo que haces ―mis labios temblaban, mi mano punzaba, todo dentro de mí estaba ardiendo incluso más que mis libros o... lo que quedaba de ellos

―Tú, llévala al hospital para que revisen esa mano ―me miró por última vez ―Y cuando regreses, espero sepas que cambiarán muchas cosas.

Dejé las lágrimas caer.

Nunca se acabaría.

[...]

―¡Adi! ―alcé mi rostro al escuchar esa voz familiar, la pelinegra corrió en mi dirección con sus altos tacones y vestido de fiesta ―¡Por Dios!, ¿dónde estabas?, ¿qué te ocurrió?, ¿quién te hizo esto?, ¿a quién mato? ―cuestionó atropelladamente, enfoqué mi mirada en sus ojos achinados que me observaban preocupados y vi amor en ellos, un amor que me destrozó haciendo que la abrazara con mi mano buena mientras sollozaba

―Kate... ―sorbí por mi nariz

―Ay mi niña, ¿qué te han hecho? ―susurró abrazándome fuerte ―Estarás bien, todo estará bien, tranquila, déjalo salir.

Me sostuvo todo el tiempo que necesité mientras sentía mi corazón desmenuzarse. Se quedó sosteniendo mi mano buena mientras la enfermera curaba mi quemadura y la vendaba. Me sonreía ocasionalmente gesticulando: todo estará bien. No fue hasta ese instante donde ella estaba conmigo que me di cuenta de lo necesaria que era mi vida, era mi mejor amiga, mi hermana, una parte importante de mí que había alejado por necedad, no quería tener que echarla de menos, no quería tener que alejarme de ella nunca más.

Mi razón para escapar {R. #2} ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora