Capítulo 32.

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A D A R A.

Al día siguiente fue el resplandor repentino lo que me levantó. Abrí los ojos encontrando a mi abuela de pie frente a mí con los brazos cruzados, me senté despacio ubicándome en espacio y tiempo. Ella lucía arreglada, como cada vez que se iba de viaje.

―Última oportunidad, ¿te vas a Escocia?

―No ―mi garganta raspaba y mi cabeza punzaba, pero poco me interesó

―Bien, entonces puedes quedarte ―cedió sorprendiéndome ―Con una condición... te casarás con Andy Jones ―sentí mis manos temblar, mi espalda fue recorrida por el frío sudor

―¿Qué?, no ―negué con rapidez

―No te estoy preguntando, cariño ―sonrió, sentí las lágrimas aglomerarse en mis ojos

―Abuela, no me hagas esto ―pedí ―Él... me lastimó ―ella lucía indiferente a mi dolor

―Y tú a él ―me levanté de la cama ―Están a mano.

―No ―negué ―No estamos a mano, él... abusó de mí ―las palabras arañaban mi garganta y mi pecho ―Yo me defendí, no puedes culparme por eso.

―Cielo, no era una pregunta, puedes quedarte aquí ―asintió ―Pero todo tiene un precio.

―Mi abuelo, ¿dónde está él?

―Sigue en Alemania, se fue a un retiro con sus amigos, así que ni siquiera lo llames.

No me sorprendió. Era algo que el abuelo hacía de vez en cuando, pero lo extrañaba y en ese momento lo necesitaba más que nunca.

―Abuela, soy tu nieta... no me hagas esto.

Yo quiero ir primero.

Por una vez, no me hagas daño.

―Hablé con él y en vista de que ha estado fuera del país por un tiempo y ya no tiene contacto con su familia, tiene que resolver unos temas relacionados con su fortuna antes ―me ignoró

―No, abuela ―sacudí la cabeza ―No me casaré con él, ni con nadie que tú elijas.

Se aproximó hasta mí y tomó mi mandíbula presionándola y rasguñándome con sus uñas en el proceso ―¿Esto es por ese indigente?

―¿Y si fuera así? ―espeté dejando que las lágrimas rodaran por mis mejillas

―¡Tú vives bajo mi techo!, ¡estás viva gracias a mí!, ¡pude haberte dejado en un orfanato! ―gritó y me zafé de su mano con brusquedad ―¡No vas a arruinar mis planes, muchacha estúpida!, ¡yo te hice lo que eres hoy!

Y tras esas palabras, algo se quebró. Algo no. Su máscara, la que había usado todos estos años, la que yo había fingido que no existía mientras crecía. Ella no me quería, ella quería lo que podía conseguir a través de mí.

―¡No soy de tu maldita propiedad, Alondra! ―espeté, ella retrocedió un paso y negó con una sonrisa burlona

―Ese chico te ha arruinado.

―No, ese chico me abrió los ojos ―defendí ―Ese chico que tanto odias me quiere, me respeta, me cuida y me apoya ―mi voz se quebró ―Cosa que tú nunca hiciste, jamás ha hecho nada que yo no quisiera, jamás me ha obligado a nada, ¿y sabes?, le agradezco por haberme abierto los ojos respecto a ti.

―¿Sabes que veo yo?, una estúpida adolescente que ni siquiera sabe valerse por sí misma, que me necesita para ser alguien.

―Pues aprenderé ―solté ―Porque si no sé hacerlo, es por tu culpa ―la señalé ―Todo lo que has hecho con mi vida ha sido con el objetivo de hacerme dependiente de ti, de tu opinión, ¡de tus malditas expectativas! ―negué y sequé mis lágrimas con brusquedad ―No seré más tu marioneta.

Mi razón para escapar {R. #2} ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora