Capítulo 17.

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N/A: Tarde pero seguro, lectores fantasmas y/o futuros.

Una disculpa por la tardanza y espero les guste el capítulo, creo que fue de mis favoritos para escribir. <3

Si encuentran algún error una disculpa, no he tenido tiempo de corregirlo como hubiera querido.

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W A D.

Me removí sintiendo algo húmedo contra mi frente y luego algo resbalarse por un lado de mi cara, tosí y me desperté encontrando un par de ojos mieles que me observaban preocupados, sonrió a boca cerrada.

―Tenías un poco de fiebre ―se encogió de hombros cambiando el paño en mi frente

―¿Tengo una enfermera personal? ―sonreí burlón, ella volteó los ojos ―No pagué por esto, cárguenlo a su cuenta.

―Idiota ―suspiró y se levantó cuando tocaron la puerta ―Gracias ―cerró con el pie y se acercó con un plato hondo en sus manos ―Siéntate.

―Estoy cómodo así la verdad ―alegué subiendo la colcha dejó el plato en la mesita y suspiró

―Wad, tienes que tomarte la sopa ―fruncí el ceño

―¿Y tú de dónde sacaste una sopa?

―Es instantánea, la venden abajo ―alegó sentándose en el brazo del sofá ―Vamos, arriba ―pidió y suspiré

―Déjala ahí me la tomaré luego ―cerré los ojos, un golpe me levantó ―¡Pero bueno!, ¿y esa agresividad?, estoy enfermo, ya cumplí mi labor caballeresca de hoy, ahora me toca dormir como princesa ―se quedó mirándome unos segundos antes de carcajearse fuerte, sonreí cuando vi una lágrima de risa caer, suspiró

―¿Qué?

―Me acabas de convencer ―me acomodé con pesadez y me senté cogiendo el plato ―Gracias, mi caballero de brillante armadura ―se sentó a mi lado abrazando un cojín

―¿Sigues siendo una princesa? ―cuestionó risueña

―Claro que sí, mírame beber mi caldo real ―pegué la boca al borde del plato y lo incliné, hice una mueca ―Esto es una porquería, haré que le corten la cabeza a nuestro chef ―rió otra vez

―Oh su majestad, clemencia, no había nada más en el menú ―entrecerré los ojos

―Bien, puedo pasarlo por alto esta vez.

―Eres muy gracioso ―suspiró ―Pero ya deja de bromear y tómate la sopa ―volteé los ojos

―Mandona.

―¿Qué?

―Hermosa, muy hermosa ―asentí en seguida

―No me moveré de aquí hasta que ese plato se vacíe, Wad.

―Dictadora ―enarcó una ceja ―Eso no te quita lo hermosa, cerecita ―negó apretando los labios para contener una sonrisa

Una vez vacié el plato dejó de mirarme como si fuera un niño que debía cumplir un castigo antes de salir a jugar. Recosté mi cabeza en el sofá y me crucé de brazos, me sentía mejor siendo honestos.

―¿Qué hora es?

―Pasadas las tres de la mañana ―dijo apoyando su mejilla en su palma abierta, colocó una mano en mi frente y suspiró con tranquilidad ―La fiebre bajó.

Mi razón para escapar {R. #2} ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora