Capítulo 2.

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A D A R A.

―Postura erguida y barbilla alzada ―indicó mi abuela, erguí mi espalda y alcé mi barbilla, me dolía el cuerpo, llevaba más de cincuenta minutos en esta posición y aún no estaba conforme ―Las bailarinas nunca abandonan su postura, Adara ―dio un golpecito con su regla en mi espalda baja obligándome a enderezarme aún mas

―Abuela, estoy... ah-cansada... ¿podríamos parar? ―ella hizo un sonido reprobatorio

―Alicia Alonso no logró todo su éxito descansando, Adara ―apreté mis labios conteniendo las lágrimas de dolor que querían salir de mis ojos, los libros sobre mi cabeza se tambalearon y las puntas de mis pies exigían reposar

―Alondra, deberías dejar a la niña ya, estos horarios son excesivos, lleva tres horas y media ensayando ―intervino mi abuelo entrando a mi habitación, mi abuela lo miró mal y le agradecí con la mirada

―Bien, pero hoy nada de postre, estás engordando y...-

―Alondra, la niña está en su peso adecuado, que coma un poco de helado no le hará ningún daño y tú...-

―Massimo, no me repliques frente a Adara ―retiró los libros de mi cabeza y por fin quedé tranquila ―Seguimos mañana ―asentí en silencio sosteniéndome de la barra de ballet y ellos salieron de mi habitación, corrí a mi cama y me tumbé en ella rebotando dos veces, suspiré mirando el techo de mi habitación dos lágrimas de agotamiento abandonaron mis ojos

El ballet era muy complicado, decían que con los años se hacía más llevadero, te adaptabas a las poses, a los estiramientos, a los entrenamientos intensos, pero, sino te gustaba no había manera de que te adaptaras, llevaba practicándolo desde los cinco años y nunca le había cogido un ápice de cariño, ¿Por qué lo seguía haciendo?, porque no quería herir a mi abuela, ni decirle que debía dejar de vivir el sueño de mi madre a través de mí, no tenía valor, la amaba demasiado para ello.

Mis padres fallecieron cuando yo tenía tres años en un accidente aéreo, prácticamente me habían criado mis abuelos y las empleadas que mi abuela contrataba, mi crianza se reducía a educación en casa y ballet, mi madre había sido bailarina, una muy buena, sin embargo, yo no había heredado sus dotes artísticos, yo prefería estar en la cocina haciendo cuantos platillos pudiera, o leyendo y tomando notas de cada libro de mi gran estantería, eso era lo que amaba, pero mi abuela nunca aprobaría que me dedicase a alguna de esas dos cosas, siempre que había podido me había sacado de mi lugar feliz.

El teléfono que había conseguido luego de que ese chico me robara el mío comenzó a sonar con una canción coreana, volteé los ojos riendo al saber quién era la única persona capaz de poner ese tono.

―¿Sí? ―suspiré

―¿Sí?, ¿cómo que sí?, ¿esas son maneras de saludar a tu prácticamente hermana? ―me reprendió

―Lo siento, Kate ―suspiré ―Es que...-

―Ay no, Úrsula hizo de las suyas, ¿cierto?

―¡Kate! ―la reprendí ―Es mi abuela, no le di...-

―Cariño, tu abuela se pasa de la raya ―no quería pensar en eso ―Te propongo algo...-

―No, Kate, tus proposiciones nunca son buenas ―la escuché reír

―¿Miedo? ―me comencé a morder la uña del pulgar, no me gustaba el camino por el que íbamos ―Adi, tienes que dejar esa horrible vida que llevas, tienes dieciocho, casi diecinueve años y vives como una prisionera, así que hoy, tú, yo, una discoteca al azar y probablemente un chico lindo ―dijo como si fuera el mejor de los planes

Mi razón para escapar {R. #2} ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora