Capítulo 18.

303 27 2
                                    

W A D.

Reí de la frase del minion y vi de reojo a Adara comer una palomita tras otra, no las habíamos comprado aquí, las habíamos escondido bajo su gigante sudadera para colarlas, ella no estaba muy segura, pero una vez conseguido, le hizo bastante gracia.

Veía la película casi sin parpadear como si no quisiera perderse ningún detalle colorido, los minions y sus ocurrencias sumados a la pequeña de cabello negro y sus frases sobre unicornios estaban a nada de hacerla llorar de la risa. Yo había visto la película miles de veces, pero no me cansaba, disfrutaba de las películas infantiles más de lo esperado en un adulto, tal vez porque yo había crecido quemando etapas y esas películas me ayudaban a recuperar un poco de lo que me habían arrebatado.

Bajé la vista al reposabrazos cuando sentí su mano tomar la mía y me quedé más del tiempo necesario mirando el contraste al tacto y a la vista, la suya era pequeña y suave, la mía grande y callosa, la suya se encontraba un poco sudada, tal vez por nervios, tal vez por ansiedad, pero no me interesó apreté haciéndola saber que estaba ahí de verdad. Comiendo palomitas con ropa ancha y barata en un cine de bajo costo que encontramos dando vueltas en busca de cualquiera al lado de un chico que nada tenía que ver con su nivel y al que nada le importaba dicho nivel.

Sonrió y señaló la pantalla murmurando lo hermoso y grande que era el peluche de unicornio que cargaba la pequeña Agnes, asentí y seguimos así durante toda la película, haciendo pequeños comentarios, comiendo palomitas clandestinas y sosteniéndonos las manos.

Creo que fue la primera vez que sentí que le pertenecía a alguien sin haberme quitado ni una sola prenda de ropa. Creo que fue la primera vez que me sentí expuesto sin ningún toque sexual e íntimo.

Decidí callar, por mi bien, por el suyo.

[...]

―¡Pero es que fue increíble!, ¡no sabía que los cines pudieran ser así de divertidos! ―rio y me asomé solo para ver el destello deslumbrante que relucía en sus hermosos ojos mieles

Sonreí de lado y un pensamiento pasó por mi cabeza, un par de ojos verdes aceitunas, los de Flash, la que había sido mi amor platónico por mucho tiempo, con la que creí que podría tener ese típico cliché de mejores amigos que se ennovian y se casan tiempo después, pero que estaba muy alejado de la realidad. Su mirada verdosa no era la que ahora me miraba emocionada y desesperada por regresar lo antes posible al cine, y ahí me di cuenta de algo peligroso.

No deseé que fuera de otra manera, al contrario, deseé que esa mirada miel y dulce me acompañara por mucho tiempo, que me mirara siempre así, me di cuenta de que sin querer había soltado mi capricho con mi mejor amiga, para aferrarme a algo mejor, más duradero, más... más... fuera de órbita.

Adara no estaba remplazando el lugar de nadie, había construido el suyo propio por encima de todo lo demás, tal vez sin darse cuenta y poco a poco con pequeños peldaños, para cuando me di cuenta de lo jodido que estaba fue demasiado tarde para escapar de ese castillo tan hermoso.

¿Cómo podría huir de aquella mirada?, ¿de aquella sonrisa?, no podía, no deseaba hacerlo. Lo único que me impidió decirle eso en aquél momento fue ella misma, la misma que me impulsaba a desenredar esa maraña de locura emocional. No podía interponerme en su camino, tal vez acompañarla, pero de ninguna manera atravesarme, no sería lo correcto.

―¡Wad, mira! ―sacudí la cabeza saliendo del hilo de pensamientos, sonreí de lado al ver un fotomatón algo desgastado

―No creo que funcione ―se encogió de hombros y me arrastró con ella, estornudé al mover la cortina levantando una capa de polvo ―Cerecita, no sé yo si...-

Mi razón para escapar {R. #2} ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora