A D A R A
Salí de la clase de francés con más cansancio del usual, y eso solo se debía a que, a pesar de que mi abuela no estaba en casa aún, ya había movido sus hilos para hacerme pagar por mi negativa de anoche. Mis clases ahora duraban el doble y no sabía cómo había logrado organizar mis horarios de tal modo que solo tuviera libre la noche, a la cual llegaba tan agotada que ni siquiera me quedaban deseos de hacer algo más y cuanto anhelaba cocinar. Mi vida se estaba tornando mucho más agobiante y no necesitaba llegar a mañana para saber que al llegar la noche volvería a sentirme miserable.
Me senté en el suelo del balcón y abracé mis piernas dejando salir todo el peso mental en lágrimas, todo el dolor, el agotamiento, el deseo de huir, todo y más drenándose por mis ojos. De no haber sido por la salida de ayer con Wad, no podría rescatar nada de estos días y la peor parte era que por esa tonta pelea, ya no tenía a Kate, y estaba sola. Extrañaba sus bromas tontas, sus historias, nuestras escapadas, y eso que solamente habían pasado un par de horas, sin embargo, se sentía su ausencia porque era la única que siempre se quedaba.
Justo cuando estaba a punto de tomar el teléfono, olvidarme de mi enfado y admitir que ella no estaba tan errónea en cuanto a cómo me hacía sentir mi vida. Llamaron a la puerta. Me apresuré a secar mi rostro y a tomar dos profundas respiraciones, me levanté, sacudí mi vestido y abrí.
―Señorita, sus abuelos acaban de llegar y la señora Alondra solicita su presencia en el comedor ―asentí
―En seguida bajo, Renata, gracias ―asintió con una pequeña sonrisa y antes de marcharse volteó
―La señorita Kate llamó para preguntar por usted ―sonreí con ilusión ―No quería que le dijera, pero creo y... disculpe mi intromisión, que su discusión se puede arreglar, solo deben hablar ―sonreí agradecida
―Gracias, Renata y por favor, cuando estemos a solas llámame Adara ―asintió y se retiró
Mi estado de ánimo era tan inestable y variable, que, en ese instante, solo por ese detalle, me sentía radiante e inmensamente feliz, en serio deseaba arreglar las cosas con Kate, y lo haría, solo necesitaba superar la cena con mi abuela y podría llamarla.
Pasé el cepillo por mi cabello, sin mirarme al espejo, no era capaz de hacerlo sin buscar algo que criticar, o algún indicio de aquella noche, prefería huirle. Observé mi vestido, era rosa y celeste, rozaba mis rodillas y se ataba tras mi cuello, me gustaba porque era parecido a uno que mamá usaba en alguna de sus fotos. Sin tener más nada que arreglar tomé una profunda respiración y bajé.
Al llegar al comedor mi abuelo me recibió con una sonrisa y los brazos abiertos. Corrí hacia él y lo abracé como si la vida se me fuera en ello, lo había extrañado demasiado, y con él me sentía tan a gusto, que resultaba un contraste total con la relación que mantenía con mi abuela.
―Estás hermosa, pequeña ―sonrió
―Te extrañé muchísimo ―acarició mi cabello
―Yo igual, hija ―suspiró ―Cuéntame, ¿cómo estás? ―asentí con una pequeña y falsa sonrisa ―¿Volviste a ver a aquél muchacho? ―susurró y sentí mis mejillas arder
―No... no hay... ―él sonrió y tocó mi nariz con un dedo antes de tomar asiento
―Eres idéntica a tu madre, una pésima mentirosa ―murmuró y bajé el rostro, porque si supiera la cantidad de veces que le había mentido, seguro se decepcionaría de mí y no podía permitir eso, mi abuelo no podía decepcionarse de mí
―Abuelo, todo tiene una explicación ―me senté a su lado con urgencia ―Él y yo...-
―¿Te sientes bien con él? ―preguntó callándome ―Y piensa bien esa respuesta, jovencita ―miré mi regazo y sonreí involuntariamente rememorando los encuentros entre Wad y yo, eran de las pocas cosas que me habían hecho sentir bien estos días ―Esa sonrisa es la respuesta a la única pregunta que me interesa, pequeña ―sonreí cuando su mano se posó sobre la mía en la mesa de cristal
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Mi razón para escapar {R. #2} ✔
Teen Fiction¿Cómo escapar de esa persona que te hace sentir tan viva, tan tuya, tan dueña de una libertad que creías no merecer?, simplemente no lo haces, porque no lo deseas, es la vida quien te pone en una encrucijada donde toda decisión parece derrumbar un e...