Capítulo 38.

200 20 0
                                    

A D A R A.

Entré al bar sumergida en llanto y conteniendo el aliento, porque cuando lo vi así por mi culpa, olvidé cómo respirar. Sostuve mi mano contra mi boca mientras sollozaba sin importarme lo que el resto de clientes pudiera pensar de mí, entonces la mujer con melena rubia se colocó delante de mí con su peludo abrigo y me sonrió con lástima al ver mi rostro rojizo.

―Hiciste lo correcto, cariño ―acarició mi mejilla con lástima ―Ahora él podrá vivir una vida tranquila, solo que no contigo ―sonrió y me lanzó un beso antes de continuar su camino a la salida, o eso creí hasta que se detuvo ―Oh, y si le cuentas a alguien la verdad me enteraré y las cosas se pondrán feas, cielo ―sonrió ―Adiós.

Suspiré y sorbí por mi nariz antes de salir a la calle y comenzar a caminar sin rumbo. No podía volver a mi casa, a la de verdad, no podía volver a él porque entonces moriría y eso jamás me lo perdonaría. No podría vivir con ello.

Así que arriesgándome a equivocarme tomé un taxi y regresé a donde menos quería hacerlo.

El trayecto se me hizo eterno, sin embargo, ni siquiera pude hacer algo más que observar la negrura de la noche a través del cristal mientras me aseguraba una y otra vez que esto era lo correcto, que no había podido ser de otra forma y me estaba partiendo el alma saber que si me quedaba le habría hecho daño, pero que incluso yéndome lo estaba hiriendo de mil formas distintas.

Una vez que estuve frente al gigante portón quise retroceder, pero no lo hice, no pude porque no tenía a dónde ir. Los guardias, aunque se mostraron sorprendidos por mi presencia no dijeron nada, solo me abrieron y observaron hasta que entré.

Escuché unas carcajadas provenientes del comedor que no pude evitar seguir. Me detuve en seco cuando vi a Austin sentado cenando con mi abuela que me observó con una sonrisa, mientras él me observaba pleno.

―Cielo, sabía que volverías.

―¿Qué está pasando aquí?

―Estamos teniendo una agradable charla ―asintió mi abuela bebiendo un sorbo de su copa ―Le decía que regresarías y que por supuesto que aceptarías su propuesta con la promesa de un compromiso largo.

―¿Com-compromiso? ―Austin me miró con una disculpa atrapada en sus ojos

―En efecto cielo, porque supongo que tú quieres volver a casa, ¿no es así?

―Sí abuela, yo...-

―Oh, mira eso, ya me llamas abuela otra vez ―apreté los labios ante su burla y observé al pelinegro que había sido mi amigo alguna vez ―El punto es cielo, que Austin necesita estar comprometido para obtener un par de acciones de la empresa de sus padres que usará generosamente para comenzar negocios con las bodegas Trionte y tú, necesitas lo mismo si quieres volver a casa ―declaró tan campante ―Es un ganar-ganar, ¿no es así, jovencito? ―cuestionó con amabilidad

―Lo siento, no sabía que... me había citado para...-

―¿Seguro? ―cuestioné conteniendo las lágrimas, que no soportara mi mirada fue toda la respuesta que necesité ―¿Alguna vez quisiste ser mi amigo?

―Si me disculpan, debo marcharme para planear la entrevista que tienen mañana.

―¡No!, ¡tú no vas a ningún lugar! ―grité deteniéndola

―¿Quieres un techo sobre tu inútil cabeza?, pues pagas el precio y al menos me haces ganar algo de todo el espectáculo que le has dado a la prensa yendo y viniendo ―declaró observándome inflexible ―Cuando nos volvamos a ver, espero que el anillo que tiene Austin esté en tu dedo, niña.

Mi razón para escapar {R. #2} ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora