Capítulo 36.

256 18 4
                                    

W A D.

Suspiré y jalé mi cabello sentado en el sofá dándole vueltas a la cabeza. La había cagado, había arruinado lo mejor que me había pasado en muchísimo tiempo por culpa de mis mentiras y mi vida de mierda. En mi en mi cabeza se repetía una y otra vez su mirada totalmente decepcionada y asustada, me miró como si no me conociera. Me miró como si yo fuera un extraño y eso, eso quemó algo dentro de mí porque no quería ser un extraño para ella, no quería ser uno más.

Observé el reloj entre todo mi caos mental. Ya se había marchado hacía una hora y no tenía noticias de ella. Si algo le había pasado por mi culpa jamás me lo perdonaría, me lanzaría del primer barranco que viera no podría vivir con el peso de haberle causado un mal.

Detuve todos mis movimientos cuando mi teléfono sonó.

»Cerecita <3.

―Adara, dime dónde estás por favor, tenemos que hablar.

Estoy en el San Joseph ―fruncí el ceño ante el nombre de aquél bar ―¿Podríamos hablar en el parque de enfrente? ―su voz sonaba pastosa, su tono dudoso

―Amor, por favor ven a casa ―sacudí la cabeza ―No, no vengas sola, iré por ti y hablaremos en casa.

No ―dijo urgida ―Por-por favor ven ―fruncí el ceño

―Adara, solo di sí o no ―pedí ―¿Hay alguien más contigo?

No, ¿vendrás?

―¿Por qué precisamente allí?, en casa...

Porque esa no es mi casa, Wad, ven o no tendremos nada de lo que hablar.

―Yo... llegaré rápido ―dije en un murmuro antes de que colgara

Metí el teléfono en mi bolsillo procesando sus palabras. No. Algo estaba mal... ella y yo debíamos... estábamos, ella y yo nos amábamos y habíamos dado este paso juntos. Con el corazón en la garganta salí sin tan siquiera saludar al hombre desconocido que fumaba en la entrada del edificio antes de seguir con mi camino.

Era solo una discusión de pareja digo, todas las parejas tenían, ¿no? Ella no... no iba a irse y no iba a alejarme, yo estaba cambiando, esa iba a ser mi última entrega antes de salir del mercado, pero claro, Alondra había tenido que joder todo lo que yo había intentado.

Jamás quise mentirle por algún motivo absurdo, la mantuve aislada por su protección, porque no quería que saliera lastimada, y por vergüenza. Sí, me avergonzaba que mientras ella leía libros y me contaba de ellos ilusionada, yo estafaba gente y vendía drogas que jodían vidas. Me apenaba que ese fuera mi estilo de vida y me jodía muchísimo saber que ella no merecía a alguien como yo a su lado, por eso intentaba mejorar.

Di una última corrida encontrándola en una banca del parque donde me había citado, no me contuve y tiré de su brazo atrayéndola hacia mí. La sostuve con fuerza e inhalé el olor de su champú sintiendo un peso caerse de mis hombros.

Ella estaba bien.

―Wad... ―puso sus manos en mi pecho y dio un paso hacia atrás alejándome

―Me preocupé, y quiero que antes de todo sepas que lo siento ―dije tomando su rostro en mis manos ―Y que si no te conté a lo que me dedicaba fue porque me sentía avergonzado ―admití por lo bajo ―Y porque no quería ponerte en peligro ―lamí mis labios ―Lo que encontraste en casa iba a ser mi última entrega, te lo prometo.

>>―Ahora tengo el taller y empezaré a trabajar de forma honesta ―dije con una pequeña sonrisa orgullosa ―Y... y sé que podemos intentarlo y hacerlo mejor esta vez ―ella negó ―No, no, no me niegues esta oportunidad, por favor, discutimos hace poco piénsalo, ¿sí?, si luego de un tiempo no quieres nada conmigo yo... lo aceptaré y te dejaré ser feliz lejos de mí ―admití y vi sus ojos aguarse

Mi razón para escapar {R. #2} ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora