Extra V.

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Adara.

Sonreí contra la boca de mi esposo mientras sus manos apretaban mis caderas con cariño. Se separó con mi taza de café en la mano y me guiñó un ojo mientras yo entrecerraba los míos.

―Ladrón. ―Me quejé buscando otra taza para preparar otro.

―No puedo robarle a mi esposa. ―Sonrió de lado―. Todo lo tuyo es mío.

Reí sacudiendo la cabeza mientras me acercaba a la computadora para revisar los informes de la pastelería. Ahora tenía pequeñas tiendas distribuidas por el país y ese negocio, junto a mi pequeña editorial, ocupaba mucho de mi tiempo por lo que tenía que trabajar desde casa a veces.

―¿Crees que los niños llegarán pronto? ―preguntó mirando su reloj―. Quiero estar para el almuerzo con ellos, pero tengo una reunión con los chicos del taller en media hora.

―Julliet tenía entrenamiento de baloncesto y Johan iba a visitar a esa compañera que está enferma antes de volver, puede que tarden. ―Me encogí de hombros y él alzó una ceja con incredulidad―. ¿Qué?

Se escondió tras su taza con inocencia.

―Vamos, dime. ―Sonreí y él suspiró.

―No creerás que nuestro guapo y listo hijo de diecinueve años fue a visitar a su compañera realmente, cariño. ―Fruncí el ceño sin entender y él sonrió―. Ay, cerecita, te amo tanto.

―No estoy enten... ―Abrí los ojos pasmada y él soltó una risita burlona por lo bajo―.¿Cómo estás tan seguro?

―Lo llevé a comprar condones de calidad. ―Se encogió de hombros con tranquilidad y jadeé―. ¿Qué?, prefiero impulsarlo a tener sexo seguro.

Le lancé una servilleta de papel y él la atrapó riendo.

―No puedes hacer esas cosas sin consultarme.

―Claro, porque nuestro hijo no se avergonzaría de hablar de ese tema contigo, cielo. ―Fruncí el ceño y lo miré.

―¿Johan se avergüenza de hablar sobre sexo conmigo?

Se levantó y llegó hasta mí para tomar mi mentón entre sus dedos y dejar un suave beso.

―Cariño, te resulta complicado hablar de ese tema, lo sabes. ―Sonrió.

―¿Crees que me odia? ―Frunció el ceño.

―¡Por dios, claro que no! ―Ladeó la cabeza para atrapar mi mirada―. Los chicos te aman, cerecita, pero prefieren hablar contigo de otros temas y está bien. Digo, nunca los verás consultarme sobre fracciones o impuestos, ahí son ellos y tú contra el mundo. ―Admitió con orgullo y una sonrisa.

Acarició mi mejilla y tardé poco en apoyarla contra su pecho. Me sostuvo con cariño y en seguida dejó un beso en mi cabeza.

―También hablan conmigo sobre ti, ¿sabes? ―dije y él me miró, intrigado.

―Oh, ¿y te dicen lo genial que es su papá?

―Hmm... ―Ladeó la cabeza―. De hecho, Julieth me suplica que no te deje llevar pancartas a sus partidos.

―¡Pero quiero ser un papá orgulloso y dejar claro quién es mi hija!

Reí y besé su mentón. Él suspiró antes de regresar a su sitio.

―Soy mucho ambiente para esos niños.

―Estoy de acuerdo, cariño.

Sonreí y en ese instante la puerta se cerró con un portazo. Fruncí el ceño y Wad me miró de la misma manera al beber de su taza, minutos antes de que nuestra preadolescente de trece años pasara como alma que llevaba el diablo.

Mi razón para escapar {R. #2} ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora