Capítulo 30.

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W A D.

―Pero no quiero dormir ―farfulló sentándose en el césped y quitándose sus tacones murmurando algo sobre sus pies punzantes

Observé a los invitados aun charlando, la fiesta no parecía tener intenciones de acabar todavía, sin embargo, la cumpleañera había escapado de mí en un momento y caído en los encantos del ponche con vodka por lo que ahora... estaba ebria, bastante más.

―Wad... ―la miré con una pequeña sonrisa sentándome a su lado ―Bésame, ¿sí?

―Voy a buscar a Kate para que te acompañe a tu habitación ―avisé, ella tomó mi brazo y negó

―No quiero dormir, tampoco que te vayas.

―Estás ebria, cerecita ―besé su frente ―Prometo que nos veremos.

―¿Cuándo?

―Pronto ―negó

―Pronto... ¿por qué siempre suena tan lejano?

―Porque me echas de menos ―ella sonrió y negó

―Creo que estoy ensuciando mi vestido ―murmuró desviando la raíz de su nerviosismo reciente, reí dejándola

―Deberías subir y ponerte el pijama, entonces.

―¿Y luego bajar para que me vean todos? ―negó ―Eso está mal, Wad ―reí y sostuve sus mejillas ―Nadie debería verme en pijama.

―Yo te he visto en pijama, y sin el también ―sus mejillas enrojecieron y mantuvo sus vidriosos ojos mieles en los míos, expectante ―Me parece una imagen digna de ser admirada en privado.

―No puedes decirme esas cosas, ahora tendrás que besarme ―reí

―Luego.

―Ahora ―exigió

―Estás ebria, cariño.

―No te estoy pidiendo que me hagas otras... cosas que me gustan, solo quiero un beso ―la miré y suspiré ―Uno chiquitito, por favor ―juntó sus manos

Me incliné y dejé que nuestros labios se juntaran en un beso corto y suave.

―Me gusta besarte.

―Claramente, soy un Dios de los besos siéntete agradecida por recibir un toque de los míos, simple mortal ―ella sonrió y negó apoyándose en mi hombro y observando a algún punto entre la gente

―Oh gran Dios, gracias por besarme ―reí y envolví su cuerpo con mis brazos

Sonreí para mis adentros sabiendo que, en verdad el afortunado era yo.

Ella era la princesa que había decidido regalarme su atención, prestarme sus besos y caricias, dejarme admirarla completamente desnuda, no solo de cuerpo, sino de mente también. Sus miedos, sus ideas, sus sueños, sus inseguridades y demás, me había dejado verlo y con tan solo eso sentía que había ganado la jodida lotería.

―Esta es la parte donde me das tu saco porque la noche es fría.

―Pero no hay frío.

―No, pero quiero mi escena romántica ―reí ―Por favor... ―añadió bajito

―Oh, hermosa dama toma mi saco y deja que te proteja de la fría noche ―declaré quitándomelo

Tomó mi saco lo miró y lo dejó a un lado en el césped, reí y me quedé viéndola con extrañeza ―¿El césped tenía frío?

―Eso era una excusa para verte con la camisa solamente ―carcajeé ―Se te marcan los músculos.

―Te estás volviendo una pequeña pervertida, cerecita ―dejó una sonrisa plasmada en sus labios ―¿Tienes sueño?

Mi razón para escapar {R. #2} ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora