Extra III.

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W A D.

Colgué la llamada e hice una mueca. Pasé la mano por mi cabello, suspiré y miré la hora, de acuerdo podía llegar a tiempo. Tomé el casco de la moto y salí de la habitación.

Salí de puntillas intentando que al pasar por su despacho no me viera, pero por un demonio, mi esposa era demasiado atenta ―¿A dónde vas cariño?, creí que el taller estaba cerrado hoy.

―Sí ―asentí ―Pero... quiero ir a comprar un par de cosas que necesitamos.

Sonrió y se levantó. Demonios, su cabello estaba recogido en una cola desaliñada y usaba una de mis camisetas junto a su pantalón de pijama. Benditos sean los domingos cuando ella roba mi ropa, se acercó, entrelazó sus manos detrás de mi nuca y se puso de puntillas para alcanzarme.

No, demonios.

―Se me ocurre que podríamos aprovechar que Johan está en clases ―ladeó la cabeza ofreciéndome esa pícara sonrisa y suspiré, mi mano libre se apoderó de su cintura y recibí su beso, encantado

Céntrate Wad, no puedes disfrutar de tu sexy mujer ahora.

Joder. Joder. Joder.

―No puedo, cerecita ―entrecerró los ojos y se alejó poniendo las manos en jarras

Ay no.

―¿Qué me estás ocultando? ―sonreí con inocencia

―Nada, amor ―ella no creyó ni una palabra

―Tú jamás rechazas el sexo ―sus mejillas se sonrojaron ante la palabra y sonreí

Era encantador que incluso después de años y tras tanto increíble sexo juntos ella aún tuviera esas reacciones y aunque amaba a mi hijo, en estos momentos deseaba muchísimo que sus ocho años no estuvieran siendo tan complicados y que no acabara de joderme semejante oportunidad.

―Lo sé, lo sé, pero tengo que comprar... ―me besó profundamente empujando mi cuerpo contra la pared ―No, no hagas eso tengo que...- ―me soltó y observó mi expresión atentamente

―¿Qué hizo Johan ahora?

Mierda.

―No hizo nada, nuestro hijito es un cielo.

―Vas a la escuela.

―No ―sonreí y la bajé, besé sus labios y sonreí ―Nos vemos al rato, amor.

―Más les vale que no me estén ocultando cosas, Wad ―me señaló acusatoriamente con el dedo ―O no habrá nada durante tres semanas.

―¡¿Tres?! ―mi cara era la viva imagen del espanto

Ella sonrió de lado ―Si no me estás mintiendo no tienes que temer.

Sonreí tensamente ―Te amo ―ella seguía mirándome con sospecha

―Te amo Wad, pero me estás mintiendo.

―No lo hago.

―De acuerdo ―se cruzó de brazos y suspiró antes mirar sus pies descalzos, tomé su mentón y le sonreí

―No es bueno que te estreses en tu estado, cerecita.

―Estoy embarazada, no lisiada Wad por Dios ―se quejó regresando a su despacho

Me asomé apoyando mi mano en el marco de la puerta.

―Hey ―me miró desde su escritorio con el ceño fruncido ―Estás preciosa cuando te enojas ―me lanzó una bola de papel ―¡Oye!

Mi razón para escapar {R. #2} ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora