Capítulo 14.

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W A D.

Ella era hermosa.

Era el pensamiento recurrente que me abordaba, y ni siquiera entendía por qué con esa intensidad, usaba una blusa que dejaba descubiertos sus hombros, unos jeans claros y unas deportivas, su cabello iba recogido en una estirada trenza que por momentos me daba ganas de deshacer. En sí, no tenía nada especial. No usaba maquillaje. No tenía unas curvas de infarto. No nos habíamos acostado, ni compartido mucho tiempo y tal vez no tenía nada que ver con esos factores. Tal vez era solo el hecho de que fuera ella, lo que hacía que la viera tan bonita, tan especial. Tal vez seguiría viéndola igual si se ponía un saco de papas.

Reí porque mis pensamientos eran estúpidos, no tenían mucho sentido y ni siquiera yo sabía porque había sentido en un inicio la necesidad de llamarla para explicarle lo que había ocurrido. O por qué cuando le dije que: "tenía un no sé qué, que me traía que sé yo", deseé que entendiera que estaba admitiendo que me gustaba en su cara, pero no lo hizo, y en parte me alivió que no comprendiera aquello que había soltado sin pensar, sin analizar las consecuencias.

Dándole vueltas a la cabeza para comprenderme entendí que lo hice porque creí que ella lo merecía. Que merecía una explicación por mi parte, y con sinceridad temía estar volviéndome loco porque en parte, también lo había hecho para que no tuviera una mala imagen de mí, cosa que generalmente no me interesaba, pero que en ese instante vi tan importante.

Volteé a la derecha para verla inclinada sobre la cornisa viendo hacia abajo, soltó una pequeña risita y observó toda la impresionante vista que ofrecía aquel edificio tan simple que era mi lugar. Aquí venía a desconectar, cuando en lugar de querer huir del silencio, huía del ruido, la mejor parte era cuando anochecía y las luces parecían ser parte del cielo estrellado que desde aquí se veía impresionante. Tampoco sabía por qué la había traído cuando las únicas personas que sabían de mi lugar eran Bash y Flash, y aun así nunca los había traído. Pero era de esas cosas que solo querías compartir porque sí con una persona, o al menos así lo sentí. Sentí que esa extraña sentiría lo mismo que yo ahí.

―Esto es... hermoso ―dijo girando en su sitio para verlo completo, sonrió y dio una pequeña corrida hasta el columpio de plaza doble fijado al suelo, se sentó y con sus pies se columpió un poco, sonrió para sí misma

―Me alegra que te guste, así la compensación es válida ―reí caminando con lentitud hasta el columpio para sentarme a su lado

Mostró una pequeña sonrisa antes de subir sus piernas con timidez sobre el columpio para abrazarlas. Se sentía avergonzada por ello, aunque no conocía mucho sobre su vida, podía deducir que pequeños detalles como este, eran responsabilidad de su abuela y sus enseñanzas, así que para mostrarle cuan normal era, yo también subí las mías al columpio. Me vio de reojo y aunque supo disimularlo, noté la pequeña sonrisa en sus labios. Lamí los míos al notar los suyos pintados con ese labial que aseguraba sería el mismo que el de aquella noche y no pude evitar imaginar cómo sería besarla otra vez, en un contexto diferente.

―Al final si te pusiste el labial ―abrió los ojos de la impresión unos segundos

―S-sí... seguí tu consejo ―reí y apoyé mi cabeza en mi mano

―Eso no fue un consejo, cerecita ―ella me miró confundida y reí ―Fue una petición.

―¿Petición de qué? ―realmente le costaba captar los pequeños juegos, no me molestaba en lo absoluto explicárselos, pero no era el momento

―¿Qué estabas haciendo antes de que te llamara?

―No quiero hablar de ello, lo siento ―soltó un suspiro pesado y asentí

Mi razón para escapar {R. #2} ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora