Poder predestinado Hope(less)_Contracts: Parte 7

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-¡No quiero, no me gusta la ropa!

-¡Quédate quieta, escuincla idiota!

Julius intentaba ponerle un par de calzoncillos a la enana de cabello plateado. No está de más decir que ella pataleaba ruidosamente mientras él intentaba no soltarla del tobillo.

-Amor, con más cuidado, es una niña pequeña...

-¡Entonces hazlo tú!

-¿¡Eeeh!? ¡Pero sabes que soy un desastre con los niños!

«¿Entonces qué pasará cuando tengan un hijo?», pensó, viendo al otro par de miembros de ese club tan extraño.

La respuesta de David y Susana fue un par de sonrisas a medias y burlonas. Eso dejaba en claro cómo estaban las cosas para la pobre Rilet. Viendo que nada mejoraría, Armando se metió entre el huracán que eran esos tres.

-¿Por qué no te gusta la ropa?

-¡No me deja pelear y se apesta después de un rato!

-Tienes que lavarla... -susurró-. ¿Dónde te estorba exactamente?

-¡Aquí! -Señaló su axila-. ¡Aquí! -Señaló su entrepierna-. ¡Acá! -Sus pies.

«Sólo no está acostumbrada...»

Rilet empujó a Julius de una patada y salió corriendo en dirección del baño. Entonces se encerró con un portazo como la única señal de su existencia.

-¿Y ahora qué...?

En respuesta a las palabras de su líder Lux Hominum 1, es decir, Julius, la pequeña chica con cara de princesa y pelos de ssj se paró detrás de Armando, mostraba una sonrisa para nada parecida a la que debería haber en el rostro de una princesa.

-Dai es de la edad de nuestra amazona, ¿no? -Lo sujetó de los hombros-. Podría echarnos una mano.

-¡Oh, tienes razón, Su! -Juntó sus manos en el centro de su humilde pecho y sonrió como un ángel-. ¿¡Cómo no se nos ocurrió antes!?

-Tienes razón -acomodó sus anteojos mientras veía fijamente a Armando-. Armando es perfecto para este trabajo...

Los dos hermanos no entendían a dónde querían llegar con todo eso. Fue una lástima, porque de hacerlo, habría podido salvarse.

-No entiendo, ¿qué quieren...? Oh, es cierto...

Se le prendió el foco al buen Julius al ver las sonrisas picaronas de las dos chicas. Entonces él también sonrió. Las alertas internas de Dai se prendieron, pero no pudo ni dar un paso, las manos de Susana eran más fuertes de lo que imaginaba.

-¿¡Qué...!? -Su voz temblaba como loca-. ¿¡Qué pretenden, monstruos!?

-Hermano, es un sacrificio que debes estar dispuesto a hacer -puso su mano derecha a la altura de su corazón-. Para iluminar el futuro de la humanidad.

El resto hizo el mismo ademán y dijeron exactamente las mismas palabras de una manera solemne.

-¡Sólo quieren sacrificarme, suéltenme! -Tenía algunas lágrimas en los ojos-. ¿¡Para qué es esa cinta métrica, Karen!? ¡No! ¡Noooooooo!

Algunas horas más tarde, Armando tocó a la puerta del baño.

-¿¡Qué quieres Dai!?

-¿Cómo sabes que soy yo...? -Su voz apenas y tenía fuerzas-. Ábreme...

-¡Caminas como Dai, hueles como Dai y tu tleyoliztli es el de Dai! -Algo como un "hump" se escuchó del otro lado-. ¡Eres Dai, no puedes engañarme aunque te pongas falda!

El rostro del pequeño se prendió en rojo y se dejó caer en la puerta.

-No quiero engañarte... Abre...

En contra de todas sus predicciones, Rilet abrió la puerta, causando que él mismo se fuera de bruces contra el suelo.

Dai ya no era el chico de cabello corto y pantalones de un momento atrás. Ahora tenía una larga peluca castaña que le llegaba a la cintura. Su ropa era un conjunto negro y rosa: una playera delgada de algodón sin mangas y una chaqueta negra encima; sus piernas estaban cubiertas por medias rosas hasta arriba de la rodilla y una minifalda con short a rayas de esos mismos colores que la verdad se veían coquetos; en sus pies tenía unas botitas lindas con brillos color rosa.

-Esto es para ti -levantó una mano, sin levantarse a él mismo; tenía un portatrajes transparente con un conjunto idéntico al suyo-. Es cómodo, te lo garantizo...

Rilet olió el portatrajes e hizo una mueca de asco, pero de todas formas lo tomó y rompió. Se vistió a toda velocidad, incluso se puso calzoncillos.

-¡Wajajajajaja! -Estaba feliz, saltando por todo el baño como si fuera una rana-. ¡No estorba, no estorba! -Dio tres pisotones-. ¡Y puedo sentir las vibraciones del suelo!

Pasó por encima del chico sin fuerzas, pisándolo, y salió a la sala de estar. Ahí había algunos rollos de tela de varios colores, una máquina de coser, diamantina, botes de pegamento de distintos tipos, muchos carretes de hilo, tijeras, navajas y reglas de más de un tipo.

-¡Esta ropa es increíble!

-¿Te gustó? -Con expresión triunfante abrió y cerró unas tijeras-. ¡Es el poder de quien hace su propia ropa!

-¿¡La hiciste tú!? ¡Eres fuerte! ¿¡Cómo te llamas!?

-Susana, puedes llamarme Maestra.

-¡Maestra! -Levantó su puñito en el aire-. ¡La ropa no apesta y no estorba...!

Siguió diciendo algunas cosas más, pero Armando no quería levantarse del suelo. No lo habría hecho de no ser por la patada suave que le dio su hermano.

-Párate, quiero mear.

-Pásale, no voy a ver nada... -levantó la cara-. No, podría morir.

Se levantó como si hubiera sido molido a palos y salió del baño cabizbajo.

-¿Por qué tan agüitado?

-¿¡Esto te parece poco!? -Señaló su propio cuerpo-. Susana me ultrajó por completo más de diez veces.

El buen Julius bostezó y se metió al baño sin prestar mucha atención a lo que decía el chico.

-Bueno -dijo desde el otro lado de la puerta-, a mí no me gusta, pero ya sabes lo que dice Karen: "está bien lo que acaba bien".

«¿Qué cosa acabó bien...?», pensó, viendo esa sala de estar que se convirtió en una sala de tortura por varias horas.

Ahí estaban Karen y Susana riendo a carcajadas. David negaba sin cesar mientras mostraba una sonrisa apenada, era completa vergüenza ajena. ¿Por qué? Rilet fue al refrigerador y llevó una pizza a medio comer como ofrenda a su nueva Maestra. Rilet, esa niña sonriente y carente de sentido común humano, era...

-Es linda.

Puella Magi Madoka Magica: 青 怪物 の 物語 (Ao kaibutsu no monogatari)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora