Noche de chicas Schwarz_Nacht: Parte 9

2 0 0
                                    

Rilet veía el cielo recostada en el techo de la hacienda. Las nubes eran tan blancas que le daban sueño, dormir en algo como eso debía ser increíble. Ya no vestía sus harapos, usaba un vestido que Laura, esa mujer vaquera, le hizo; era mucho menos cómodo que lo que le hacía Susana, pero después de bañarse y vestirse por un año entero, entendía las ventajas de llevar ropa.

«La barrera fue hecha por un psíquico, pero no está dentro de la barrera... ¿Cómo encuentro algo fuera sin tener que salir...?»

Había pasado ya medio año desde que terminó encerrada ahí. La verdad era que el estilo de vida no se sentía para nada mala, era un perfecto ecosistema en el que podía vivir sin problemas, pero comenzaba aburrirse y a frustrarse: no había encontrado ni una manera de salir de ahí.

¿Cuántas formas intentó? Muchas, demasiadas. Hacer un túnel subterráneo terminó en un lindo Oroboros en el suelo, de hecho fueron cuatro. Las catapultas fueron las más dolorosas, casi se le rompe el cuello. En cuanto a intentar escapar por el frente, simplemente era imposible: se abrió los nudillos intentando romper esa barrera.

«No quiero permanecer aquí para siempre... Terminaré matando a esa linda pareja... ¿Linda? Supongo que me recuerdan al Barbas y a Karen», se dio media vuelta y se acurrucó.

El pecho le dolía al pensar en esos dos. El problema fue que no entendía que los extrañaba, creyó que era culpa de Armando, que él le había hecho algo la última vez que se vieron.

«Y está "eso"... ¿Por qué tenía que empezar justo ahora cuando no puedo ir a comprar algo para no ensuciarme?»

Ahí en la hacienda, Laura tenía sus métodos para no sentirse incómoda con eso, pero de todas formas era horrible si no podían salir a la tienda o al súper por toallas sanitarias.

Estaba en esa edad después de todo.

Se enderezó y vio cómo la barrera se abrió por un espacio por el que apenas y entraba un niño de cinco años. El muchachito de piel morena entró como si nada. Rilet lo vio salir y entrar al menos unas cien veces en lo que iba del año y no entendía cómo diablos podía salir.

—¡Atreyu, ¿cómo le haces para salir, tú, pequeño fenómeno?! —Era la primera vez que se sentía con el derecho de llamar a alguien de esa manera.

—No sé de qué habla, señorita —levantó su mano, tenía un animalillo escamoso—. ¡Mire, encontré una lagartija!

Hizo un resorte para ponerse de pie. Después de algunos pasos saltó al vacío y cayó a un lado del niño.

—¿Algún día podré hacer eso, señorita?

—Tal vez si creces...

Atreyu saltó de alegría y dio vueltas por todo el camino empedrado.

—¿¡Cree que algún día pueda ser tan fuerte como el Atreyu del libro!?

—Mmm... —ya era más sorprendente en más de un aspecto—. Sí, tal vez. Mejor dime, ¿a dónde vas cuando sales de la barrera?

Él la vio con esos enormes ojos que tienen todos los niños pequeños.

—Ya le dije, a jugar con el Señor Caracol.

«"A jugar con el Señor Caracol". Ese debe ser el alien, pero ¿cómo salgo de aquí?»

—Oiga, señorita, ¿usted es mala?

—No, soy Rilet. ¿Alguien te dijo que era mala?

El pequeño Atreyu asintió.

—¿Fue el Señor Caracol?

Puella Magi Madoka Magica: 青 怪物 の 物語 (Ao kaibutsu no monogatari)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora