Sentimientos de amor Chaotic_Future: Parte 14

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Armando apareció en un lugar blanco puro y tan infinito como el cielo mismo. La sensación de que comenzaría a caer en cualquier momento era impresionante, pero un intenso dolor lo afligía en el abdomen, fue tanto que terminó de rodillas en el suelo.

«¡Rilet, yo...!», incluso mientras sufría por aquella afrenta a su cuerpo y su alma, seguía preocupado por esa mujer. «¿¡Qué me pasó!? ¿¡Qué le hice a Rilet!?»

El escalofrío en todo su cuerpo era imposible de controlar. Se sentía como un monstruo. No, lo más seguro es que sí lo fuera.

«¿¡Qué fue eso!? ¿¡Por qué...!? ¿¡Por qué...!?», se repetía a sí mismo mientras cerraba desesperadamente los ojos en un intento de...

—No serás capaz de regresar al sueño, sigues soñando después de todo —la voz de un hombre, tal vez la de una mujer, resonó en ese espacio que se antojaba infinito.

—Tú eres... —Levantó su rostro, dejando al descubierto sus ojos sin una sola lágrima y una sonrisa temblorosa y espeluznante—. ¿¡Sabes qué me pasó!?

—Por desgracia, sí —llevaba una bata blanca, metió sus manos a las bolsas—, pero no es necesario que lo sepas.

—¿Como que...? ¡Ahgg! —Intentó levantarse, pero un dolor intenso, algo así como si se le fuera a separar el tronco de las piernas, lo invadió—. ¿¡Qué me pasó!?

—Todo lo que sabes hablar es esa pregunta —jugó con un mechón de su pelirrojo cabello y volvió a esconder ambas manos—, esperaba que me preguntaras quién soy...

—¡Tú...! —Incluso hablar se estaba volviendo agonizante, así que se detuvo justo ahí.

El hombre pelirrojo y con bata, ese misterioso "humano" de piel color luz de luna y ojos amarillos como el sol, se acercó al chico moribundo y levantó su rostro con una sola mano.

—Mi nombre es Blas, mucho gusto, mi pequeño y lindo hermanito... —le sonrió, no había nada especial en ello—. Tienes el poder de viajar entre mundos a través de tus sueños, pude encontrarte gracias a ese impulso asesino que tuviste al final de esta pesadilla, tuviste suerte.

—¿Suer... te?

—Sí, morirás desangrado en tu mundo real a este paso. Te apuñalaron con tu propio poder después de todo.

Ya no sabía qué dolor era más intenso, si el de su corazón o el de su estómago, pero parecía tener sentido eso de su muerte; con tanto dolor, seguro que la muerte era el único camino seguro.

—Entiendo... —relajó su cuerpo—. Entonces moriré...

El hombre de ojos amarillos como el sol no pudo soportar más y soltó una carcajada. Armando no entendía qué le hacía tanta puta gracia.

—¡No te rindas tan fácilmente! —Le dio algunas palmadas en la espalda, extrañamente no incrementaron el dolor—. Te ayudaré con eso, sólo prométeme una cosa.

—¿Qué quieres...?

El ambiente se volvió solemne y un escalofrío recorrió su espalda.

—Pase lo que pase —su voz sonaba más gruesa que antes—, no volverás a hacer caso a ese impulso de violencia que sentiste antes, ¿entendido?

—Yo... Sí, lo prometo.

—¡Bien, entonces despierta!

Aplaudió dos veces y el mundo pareció volverse negro para nuestro chico. Entonces el dolor desapareció y lo siguiente que supo fue que estaba en medio de unas ruinas, en el centro de un altar de piedra, encadenado y con una luz de color y brillo iguales a los del cielo de la Tierra. Pensó que era, en efecto, el amplio cielo, pero después de regresar un poco en sí, descubrió que era una esfera de luz que brillaba exactamente sobre él.

«¿¡Qué...!?», intentó jalar sus brazos, pero los fríos y duros grilletes lo mantuvieron en su lugar.

Al girar su cabeza en busca de una respuesta, encontró a la niña con la que se quedó dormido en el sofá apenas la noche anterior. Ella también estaba encadenada, pero seguía inconsciente.

—¡... señor del Sur, señor de la Guerra, nuestro Señor...!

Las palabras de un hombre y una mujer llegaron a sus oídos. Al buscar desesperadamente a los dueños de las voces, se encontró con dos huitzilicas de piel oscura y cabello plateado. Eran los líderes de ese grupo tan extraño de no humanos. Su estómago se revolvió por el solo hecho de reconocerlos.

—¡Suéltenme! ¿¡Qué están haciendo!?

Las voces sorprendidas de hombres, mujeres y niños lo invadieron. Estaba rodeado por cientos, tal vez miles de esos endemoniados seres. Se le hizo un vacío en el estómago, fue tal que un flujo de vómito subió directamente por su garganta y salió tanto por su boca como por su nariz; sentía que moriría asfixiado.

—El contenedor de nuestro Señor está despierto. ¡Debemos acabar con el ritual, Litle!

—¡Serpiente de fuego y luz, Xiuhcoatl, desciende sobre este...!

El conjuro continuaría no importaba si él quería o no. A ese paso, justo como le había contado la otra Rilet, moriría sacrificado. Entonces... entonces...

—¡Xiuhcoatl, ayúdame!

La luz del color del cielo se volvió aún más intensa, estaba respondiendo a su llamado.

—¡Haz lo que tengas que hacer, pero sácame de aquí!

Sí, "sácame" y no "sácanos".

[Entendido.]

El resplandor se tragó aquella habitación ritual y, antes de que pudiera darse cuenta, él ya estaba de pie y con una katana con vaina como de grecas, tsuba dorada y filo del color del brillo al que esas personas llamaban Xiuhcoatl.

Pronto estuvo rodeado de más y más de esos hombres y mujeres de piel casi negra. Todos y cada uno de ellos era un monstruo como el que conoció en ese futuro tan extraño. Todos y cada uno de ellos carecía completamente de emociones. Ellos...

«¡Son una amenaza, debo destruirlos!»

Sin pensárselo dos veces atacó. Con la espada empuñada en la mano izquierda partió por la mitad al que parecía ser su líder. Las vísceras del hombre se regaron por todo el cuarto que ahora era más oscuro que una sala de cine justo antes de que comenzara la película.

«¡No puedo dejar que me toquen!»

Cuanto huitzilica se le acercaba era cortado en dos o más partes, no importaba quién fuera, terminaría en pedazos gracias a su espada.

«¡No se acerquen, monstruos!»

Varios ataques de ki, o como ellos lo llamaban, tleyoliztli, intentaron golpearlo, pero el rayo de justicia en su mano izquierda acabó con todos y cada uno de ellos.

«¡Los mataré a todos! ¡Acabaré con todos ustedes!»

El fuego de violencia y odio crecía a una velocidad vertiginosa en su pecho. Pronto alcanzaría el punto que lo hizo asesinar a sangre fría a la Reina de la Humanidad Rilet. Sólo faltaba un empujón para que sus ojos se volvieran naranjas y se perdiera dentro de ese poder; habría sucedido de no ser por...

—¿Dai?

La voz de una niña resonó en medio de los gritos de lucha de los huitzilicas. Nuestro muchacho no pudo evitar voltear: lo miraba con ojos asustados. Esa no era la Reina Rilet, era solo...

—Rilet.

Su cuerpo perdió toda fuerza y cayó nuevamente en la oscuridad. Lo único que alcanzó a escuchar antes de perderse por completo en un sueño demasiado largo para su gusto fue:

—¡Bien hecho, Dai, aguantaste suficiente! ¡Gracias, David! ¡Dame soporte, acabaremos con esto en un santiamén!

«¡No, aniki!», intentó mover su cuerpo, pero ya era imposible. «¡Primero acaba con nosotros!»

Puella Magi Madoka Magica: 青 怪物 の 物語 (Ao kaibutsu no monogatari)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora