Sentimientos de amor Chaotic_Future: Parte 2

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Armando, el pequeño Armando del pasado, despertó en medio de la nada. Su garganta dolía y su nariz olía a silicio. Al recobrar un poco más la consciencia, se dio cuenta de que estaba recostado en arena.

—¿Dónde...?

Su boca estaba seca y la parte de su cuerpo que daba hacia el cielo ardía como el demonio. El calor ahí no era normal.

—Arena... Calor... ¿El desierto...?

Se incorporó. Llevaba puestas las ropas que tenía cuando veía la televisión con Rilet, pero ella no estaba. Curiosamente, no se sintió desesperado ni mucho menos, simplemente le pareció normal.

—Voy a morir si me quedo aquí, debo encontrar personas o agua...

Con eso en mente, caminó algunos minutos hacia el sur, ubicarse había sido sencillo gracias al sol y a algunas piedras tiradas por ahí. ¿Cuándo es que había aprendido todo eso? Con los chicos de Lux Hominum necesitó de muchas cosas y jamás se le ocurrieron semejantes técnicas.

—Una selva...

Así es, a uno o dos kilómetros al suroeste parecía haber una selva. El paisaje comenzaba a pintarse de verde, así que eso debía ser.

«Es extraño, ¿puede haber selvas cerca del desierto?», la respuesta es sí, pero debe ser un cambio gradual, eso parecía más un pedazo de selva insertado en el desierto.

Al llegar, vio que había árboles más altos que muchos edificios cercanos a su casa, eso lo dejó sorprendido por un momento, pero después de verlos más detenidamente pensó que debía ser normal y dejó de fijarse en lo fabulosos que eran. Ya dentro de ese mar de vegetación, los moscos no dejaron de picarlo y apenas evito ser levantado por un grupo agresivo de macacos extraños con colmillos como de hiena; también se reían como hienas.

—Por fin...

En medio de un claro, como si fuera iluminado por el mismísimo Dios, encontró un pequeño lago. No medía más de veinte metros de diámetro y era alimentado por dos riachuelos pobres y escuálidos, pero era mejor que nada. Además, el agua brillaba como si fuera un cristal.

Tomó tanta agua como pudo y se limpió la arena que quedó en su cuerpo tras cruzar el desierto. Ahora se sentía unas cien veces mejor.

—¡Bien, debo buscar gente!

Corrió por la selva, saltando tantos troncos y lianas tirados como fue necesario. Llamo la atención de muchos animales extraños y de formas que jamás había visto, algunos hasta tenían poder mágico, pero no le importó, todo parecía completamente normal en su cabeza.

Cuando llegó al final de esa pequeña selva, se dio cuenta de que la noche estaba por caer. Le pareció extraño que fuera así. Pero, en fin, a lo lejos se veían unos cuantos edificios modernos, era como si hubiera una ciudad. El desierto podía ponerse demasiado frío en la noche y en la selva tenía el peligro de los abundantes insectos y animales que no conocía. ¿Qué debía hacer?

—Si David o mi hermano estuvieran aquí...

Negó con fuerza. Él también era un orgulloso miembro de Lux Hominum, no se dejaría derrotar sólo por el desierto o una selva. Se amarró los zapatos tan bien como pudo y concentró todo el ki que pudo en sus piernas. Entonces salió disparado hacia el desierto, levantando tanta tierra que los animales de la selva huyeron despavoridos.

Era una pérdida de energía levantar tanta arena como él, pero no sabía hacerlo de otra manera.

Estaba feliz porque podría llegar en menos de un día a un lugar con civilización, pero su velocidad y su ánimo se detuvo tan pronto se dio cuenta de la forma que tenían los edificios más altos, pues también eran los más famosos...

—¡Esto es...!

La torre Eiffel, las pirámides de Egipto, algunos Mandires indios, casas de todo tipo de países, templos de Shinto, un pedazo de las propias favelas... Podía seguir enumerando ubicaciones que conocía de fotografías o por haber estado ahí con Karen, pero no acabaría. Esa ciudad era, no importaba cómo la viera, un collage de toda la civilización humana. La humanidad entera había sido reducida a un manchón en medio del desierto.

—¡No puede ser...!

Corrió como la gente normal lo hace cuando estuvo lo suficientemente cerca como para que la gente que vivía ahí lo viera. Entrar a la ciudad fue pan comido, algunas personas lo vieron con cautela, pero tras unos segundos, todos pusieron cara buena y siguieron caminando.

La ciudad era normal, aunque algo apagada. No había carros o celulares, los cables de la luz parecían no haber recibido mantenimiento en algunos años. La ropa de la gente parecía más única y menos hecha con una máquina. Corrió tanto como pudo por las calles mientras veía que, no importaba cómo lo viera, sí era la gente de la Tierra, de su Tierra.

Antes de que pudiera darse cuenta siquiera, llegó a una parte de esa ciudad collage en la que podía distinguir cosas que eran incluso más familiares.

—¡Esto es...!

Era su barrio, no en el que vivían con Karen, sino ese en el que vivía con sus padres hasta unos años atrás, cuando aún no existía Lux Hominum. Corrió todo el camino hasta la calle donde estaba su casa; el olor a sal se hacía más y más fuerte mientras avanzaba. Y cuando llegó por fin, aunque era de noche, encontró no una avenida, sino la playa...

—¿¡Qué... pasó aquí!?

La luz de una lámpara de aceite lo deslumbró.

—¿¡Quién anda ahí!? —Tenía un uniforme verde opaco—. ¡Niño, ¿no sabes que está prohibido salir en las noches?!

—¿¡Eh!? ¡No, lo siento! ¡Yo acabo de...!

De verdad la calle estaba desierta y la luz de las casas completamente apagada. Parecía un pueblo fantasma aunque sabía que no debía ser así.

—¡Ven para acá, te llevaré a ver a la Re-!

—Lo siento, los siento, oficial —era la voz de un hombre de unos cuarenta años—. Regañé de más a mi chico y huyó de casa, el error es mío.

—Eres del puerto, ¿verdad? —Tronó la boca—. ¡Ustedes, malditos, creen que pueden hacer lo que sea porque son los juguetes de la Reina, pero un día pagarán todas sus desfachateces!

El hombre con la luz se fue mentando madres. Y él se quedó ahí con el hombre que lo había ayudado.

—¡Gracias, señor! ¡Me desperté en medio del desierto y no sabía cómo...!

—Eres idéntico... ¿De verdad eres tú?

—¿Eh? ¿Yo? —Se rascó la cabeza—. Yo soy yo, obvio...

El hombre encendió una luz con la palma de su mano. Claramente, era una persona con poderes sobrenaturales. Los ojos de Armando se abrieron de par en par al reconocerlo.

—¡Aniki!

Puella Magi Madoka Magica: 青 怪物 の 物語 (Ao kaibutsu no monogatari)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora