Coincidencia inevitable Blue_and_Pink: Parte 10

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Los ojos de Armando estaban abiertos como un par de platos. No podía creer en lo que veía y es que... era demasiado. Había entrado en casas como esa muchas veces, pero nunca le habían dicho algo como «Toma, todo esto es tuyo, chico».

La entrada de la casa era una barda blanca de unos tres metros de alto, con tejado rojo y un portón negro; dentro había un gran patio, de unos 800 metros cuadrados y una casa de tres pisos con un acabado parecido al de la barda, pero con ventanas de diferentes formas que la hacían ver como un suave cuadro cubista.

Los demás también quedaron impactados, pero no tanto. Además, enfureció porque estaba seguro de que esa vivienda de lujo no era por él sino por los Kinomoto y compañía.

—Ahora que lo recuerdo, ese maldito viejo me preparó una cabaña en medio de la nada en aquel otro lugar... No lo recuerdo bien, pero creo que se le metía el agua por todos lados, el viento se metía entre las tablas de madera, había ratones... Era un sitio completamente horrible, aun así... Yo tuve que soportarlo... Sólo tenía once años...

Refunfuñaba toda clase de cosas mientras el resto avanzaba casi con naturalidad hacia dentro de esa enorme casa.

—Avanza, no podemos entrar si tú no entras también —dijo aquella chica de cabellos rubios que lo tenía aún cautivo—; además, los vecinos nos están viendo.

—¿Eh? —Hizo una mueca fea, luego volteó a ver a esos vecinos y arrugó aún más su rostro—. ¿Te refieres a esos riquillos hijos de mami? No podrían importarme menos... Es más, si no quisieras que te vieran raro, ya me habrías desamarrado: así destacamos demasiado.

—¡No digas eso tan alto, son tus vecinos! —Susurró, con cara de querer matarlo y toda roja.

Tronó la boca y se estacionó en su lugar con todavía más fuerzas. En ese estado no escucharía nada ni a nadie. Bueno, tal vez a Madoka o a Sakura, pero esas dos no se dieron cuenta y ya habían cruzado todo el patio. Así que...

—¡Muévete, maldito pato! —Saltó y le propinó una patada en el trasero que lo mandó volando algunos metros dentro del patio de la casa—. ¡Oh, había olvidado lo que se sentía patearte, de verdad eres la persona con la que más me gusta jugar, Dai!

Así, Mami, Homura y Rilet, también entraron por el portón y lo cerraron con las llaves que en algún momento terminaron en manos de la rubia.

—¿¡Hoeee!? ¿¡Por qué Dai-san está...!?

—No, no es nada —dijo, con el orgullo de todo un guerrero, levantándose a pesar de que se le había metido algo de tierra en los ojos—. Así camino yo...

Tomoe Mami caminó directo a la puerta de la casa e introdujo la llave en el orificio del cerrojo. Estaba a punto de abrirla, pero alguien la interrumpió; sí, ese alguien.

—¡Espera, Tomoe! —Llegó hasta ella aún amarrado y sin poder sobarse la cara—. Quiero abrirla yo, es la primera vez que me toca una casa tan grande, se ve genial.

Tal vez se veía algo extraño y hasta avaro, pero para él era todo un hito ser el «señor de la casa» y que fuera una casa grande o de menos decente.

—Bueno... —respondió, extendiendo las llaves hacia Dai.

Pero él estaba amarrado, sin ser desatado no sería capaz de abrir la puerta.

—Eh... —la veía con ojos de decepción—. Tomoe, si no me desamarras, no puedo abrir.

—No te voy a desamarrar —dijo, con una sonrisa radiante y cálida en el rostro—. Hazle como puedas.

—¡Eso no es justo, así no puedo disfrutar de este momento! —Le gritó, refunfuñando mientras daba algunos pisotones—. ¡Quieres que me cargue este mundo, ¿verdad?! ¡Muy bien, destruiré el mundo ento-!

—¡Yo lo hago, pato!

Rilet salió de la nada y tomó las llaves de la casa con la boca, guardando la llave del portón y otras cuantas más totalmente dentro de su boca y dejando únicamente la que entraría en la puerta delantera fuera; como si fuese alguna especie de hámster come metal. Acercó la llave a la cerradura tanto como su impulso se lo permitió, pero...

—¡Alto ahí, idiota! —Gritó Dai, metiéndose en su camino.

Ella no se detuvo, siguió su camino todo recto. En respuesta, ese idiota abrió la boca y la frenó mordiendo la parte de la llave que debía entrar en el orificio de la puerta. Si alguno de los dos tuviera un mal agarre sobre las llaves, se habrían dado un beso en el mejor de los casos, pero no fue así, se detuvieron el uno al otro.

[¡Quítate, pato!]

Era telepatía.

[¡Ni loco voy a dejar que bautices la puerta de esta casa!]

Inmediatamente después de ese mensaje, jaló llave hacia sí mismo y utilizó el impulso de la propia Rilet para levantarla en el aire y después azotarla en el suelo. Como resultado, ella abrió la boca y él pudo hacerse con las llaves.

Pero no las empleó el mismo, como si fuese una especie de perro fiel, fue y se las ofreció a la pequeña Sakura. La veía con ojos expectantes, como si de verdad fuera un cachorrito, pero para la Card Captor eso era...

—Qué asco... —no tenía intención de herirlo, no había esa mala saña de Homura o Mami, pero consiguió lastimarlo de todas formas.

«¡Sakura-sama!»

El pobre se desplomó en el suelo y quedó tumbado a un lado de Rilet. Era una escena triste y cómica a la que ninguno de los presentes sabía cómo reaccionar. Es decir, la reacción de Sakura no era para menos, esa cosa estaba llena de babas de por lo menos dos desconocidos.

Así, como para proteger a su hermanita, Kinomoto Touya dio unos pasos, se agachó y recogió esos pedacitos de metal llenos de saliva.

—Yo lo hago.

Caminó con parsimonia hasta la puerta, saltando a Dai y Rilet, y abrió la puerta.

—«Ojamashimasu»...

Puella Magi Madoka Magica: 青 怪物 の 物語 (Ao kaibutsu no monogatari)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora